'El Problema de los tres cuerpos', episodio 6, resumen explicado: la pelea es peleando

Nada de realidad virtual, asesinos invisibles, redadas con armas automáticas o barcos cortados en tiras. El episodio 6 de El Problema de los tres cuerpos hace una muy necesaria pausa para mostrarnos, antes de que la Humanidad lance su contraofensiva ante la amenaza de los San-Ti, el rol de los personajes que hemos seguido a lo largo de la temporada y las razones que llevan a cada uno a pelear.

—Siguen spoilers del sexto episodio de El Problema de los tres cuerpos.—

‘Estrellas destino Nuestro’

Es así que empezamos en el coletazo de la sentencia que lanzaron los San-ti al final del episodio pasado.

Hay disturbios en todo el mundo (¿vieron que uno de esos tuvo lugar en la Séptima, en el corazón de Bogotá?). Muchos tienen connotaciones religiosas, ya sea porque temen a las fuerzas invasoras o porque las adoran. Antes de créditos vemos a Clarence hallarse cara a cara con lo que parece ser un suicidio en masa a las orillas del Támesis.

Es una impactante imagen, sí, pero probablemente carente de sentido. Lo que los cultos apocalípticos parecen ignorar es que no va a pasar nada por los próximos 350 años, al menos, y que no hay razón para suicidarse -o para amontonar alimentos o destruir la Plaza de Bolívar- por una amenaza que solo se concretará en el siglo 25.

Tiene más sentido prepararse, y eso es lo que está haciendo Wade, que cada vez más parece una especie de Amanda Waller, moviendo recursos incalculables con la sola fuerza de su determinación de no morirse sin haber logrado darle la vuelta a la guerra que se aproxima.

Wade, que está pensando en sondas interplanetarias y bases en la Luna, recluta a Jin porque tiene una visión y Jin recluta a Auggie -con una innegable ayuda de Will- porque tiene una idea. Esa idea una escalera al cielo.

Para interceptar, como se propone Wade, a la flota San-Ti, y aprender del enemigo antes de su llegada, las fuerzas terrícolas deben hallar la manera de acelerar una sonda a un uno por ciento de la velocidad de la luz. La solución de Jin es un ballet nuclear de increíble complejidad y costo que depende de una vela que solo Auggie y sus nanofibras pueden tejer.

'Comprar' una estrella

En otras palabras, todos se preparan para pelear, de una forma u otra.

Eso incluye a Ye Wenjie, que libre de su arresto intenta comunicarse con ‘Su Señoría’, para decirle que, aunque ya sea una anciana y no la joven que décadas atrás contestó su mensaje, aún tiene una o dos ideas y podría, todavía, influenciar el curso del encuentro de los dos mundos.

En este punto, tras haber oído las conversaciones de Mike Evans, y tras haber recibido el mensaje que reduce a la humanidad a la categoría de insectos, creo que se propone inclinarlo a favor del equipo local.

Y, contra todo pronóstico, lo de prepararse a pelear incluye, también a Will, que cuando está a punto de cometer un muy poético (y, es de suponer, helado) suicidio, ve en el mar versiones gigantes de los barcos de papel que le obsequió Jin.

Si en el episodio anterior un barco fue escenario del más indescriptible horror, en este un barco (más precisamente, un par de barcos) es un símbolo de esperanza, de propósito, que saca a Will del agua y lo lleva, con la fortuna que le legó Jack, a la sede de un grupo de recaudación de fondos llamado The Stars Our Destination, en el que multimillonarios como él pueden ‘comprar’ una estrella y, se supone, ayudar al esfuerzo de guerra. Algo así como una ‘vaca’ para construir… olvídenlo.

El episodio tiene, gracias a Will, un núcleo humano, profundo, conmovedor, que lamentablemente sabe un poco a despedida. Y cierra, también gracias a Will, en una nota más positiva que virtualmente ningún otro hasta ahora.

La Humanidad tiene, después de todo, una oportunidad, con un ritmo de desarrollo mucho más rápido que el de los San-Ti y con una capacidad que ellos no tienen -en serio, me siento mal diciéndolo- para mentir y engañar.

Y dado que Wade reveló, en su intercambio con Jin, que la sonda que se dispone a lanzar no llevará ni camaras ni bombas, sino un ser humano, ya podemos imaginarnos -temernos- hacia dónde apunta su estrategia.

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