En su primera temporada, House of the Dragon estableció las bases de un doloroso enfrentamiento entre amigas de la infancia que inexorablemente se convierten en enemigas juradas.
Rhaenyra Targaryen (Emma D'Arcy) y Alicent Hightower (Olivia Cooke) son el corazón emocional del conflicto, así esté en duda su capacidad de controlarlo.
Al final de la primera temporada quedó claro que su rivalidad personal terminaría por arrastrar a sus casas hacia una guerra que encenderá todo a su paso, y que cuando concluya dejará a los Siete Reinos (que por ahora son seis) con menos dragones y menos Targaryens.
Lo cual es genial para nosotros, si bien decididamente no para los personajes.
Sin embargo, el primer episodio de la segunda temporada no es el momento de luchar, porque el golpe al final de la última temporada, cuando Lucerys Velaryon, uno de los hijos de Rhaenyra, viaja como enviado a Storm’s End y se encuentra allí con su tío Aemond Targaryen… y su dragón, Vhagar.
Un duelo desigual, que ocurre en los cielos sobre el palacio de la casa Baratheon, concluye con la muerte de Lucerys y su dragón, Arrax. Como lo indicó la mirada desgarrada de Rhaenyra en la última escena de la temporada, se trata de un acontecimiento destinado a cambiar el curso de la historia.
Es una tragedia de tal magnitud que la serie necesita tiempo para procesar el dolor. Por eso, el primer episodio, titulado Un hijo por un hijo, comienza despacio, decidido a mostrar solo las primeras flamas de una conflagración que sabemos arderá hasta, eventualmente, quemarlo todo.
-Siguen spoilers del episodio 1 de la segunda temporada de House of the Dragon--
Un hijo por un hijo
El episodio comienza, de todos los lugares, en Winterfell. Un cuervo llega al castillo y asistimos a un momento sagrado, cuando los Stark eligen a 10 hombres que honrarán el deber más sagrado, fortalecer la Guardia Nocturna y dedicar el resto de sus vidas a cuidar el Muro.
El deber, nos dicen, no es una sentencia sino un honor, porque, ya saben, el invierno se acerca.
Hasta lo alto del Muro llega -como más de un siglo después lo hará Tyrion Lannister- el príncipe Jacaerys Velaryon, para pedir el apoyo de los Stark en la lucha por el trono. Pero Lord Cregan Stark le recuerda que su deber con el Muro es ineludible, porque el Muro no detiene a enemigos, detiene la Muerte.
Es paradójico que en medio de esa conversación llegue la noticia de la muerte de Lucerys. Cuervos negros, malas noticias.
Una reina en duelo
La acción se desplaza, por fin, y es así que vemos brevemente a Rhaenyra, que hace frente al duelo más indescriptible, el de una madre que pierde a un hijo.
Llegamos entonces a Dragonstone, donde Daemon Targaryen enuncia el plan que da nombre al episodio: un hijo por un hijo. Tras ver con sus propios ojos lo que queda de su hijo, y de su dragon, solo tiene un curso de acción: vengar a su hijo ordenando la muerte de Aemond Targaryen.
El rey Aegon, que no pierde oportunidad para demostrar cuán incapaz es para ocupar el trono, no le presta atención, como tampoco a su consejo privado o a su abuelo, Otto Hightower, la Mano del Rey.
Otto aconseja paciencia, pero su voz parece estarse quedando sola.
Rhaenyra retorna a Dragonstone, donde se encuentra con Jacaerys. Ella, que perdió a su hijo, se abrza con él, que perdió a su hermano, en una escena que es el centro emocional del episodio y se agradece que la serie se tome el tiempo de reconocerlo porque le da peso a lo que sucede.
Dragones y ratas
En Kings Landing, la Guardia Blanca vigila posibles ataques de dragones. No es, sin embargo, el caso porque asistimos al retorno de Vhagar y su jinete.
Pero mientras la guardia vigila los cielos, dentro de la Fortaleza la reina Helena hace una ominosa premonición. Ella, que claramente ve más de lo evidente, dice que no teme a los dragones, sino a las ratas, y esa es una frase que volverá para atormentarnos.
Alicent va a orar por los suyos, y en la soledad de la plegaria no puede evitar encender una vela por Lucerys, el hijo caído de su antigua amiga y actual rival.
Lejos está de saber que Rhaenyra ha puesto en marcha, sin proponérselo y solo por la participación de Daemon, un plan que fallará en su objetivo original pero cobrará la vida de un inocente.
Esto es porque Daemon enlista a Cheese, un caza-ratas de los callejones, y Blood, un ex guardia real caído en desgracia, para que asesinen a Aemond.
Bajo el palacio rojo, comienzan su misión homicida y, aunque llegan a un tiro de piedra del Rey Aegon, proceden, a plena vista, a cruzar el salón del Trono de Hierro hasta los túneles qué llevan a las habitaciones.
Allí encuentran a la reina Helaena y sus hijos: Jaehaerys y Jaehaera. El par de asesinos no puede -ni quiere- encontrar a Aemond, por lo que ejecuta una versión alterna del plan Daemon y decide asesinar a uno de los hijos del Rey.
La infortunada Helaena debe decidir cuál de sus hijos, que duermen ajenos al peligro, morirá. Elige a Jaehaerys y ve con horror cómo los hombres acaban con su vida.
Aunque mucho menos gráfica que otras, es una escena absolutamente brutal, de la que inevitablemente sabremos más en el próximo episodio. Porque a este, al primero de la segunda temporada de House of the Dragon, solo le queda tiempo para acompañar a la reina, presa del pánico, hasta la recámara de Allicent, a quien encuentra desnuda y acompañada.
No hace la menor diferencia, solo una cosa importa: Mataron al niño.
Poderosamente escrito, bellamente filmado e impecablemente actuado, este episodio prepara la escena para la Danza de los Dragones, la guerra que marca el inicio del fin para la dinastía Targaryen. Porque, como lo vaticina una frase en el trailer, no hay guerra tan odiosa para los dioses como una entre familia, y ninguna tan sangrienta como una guerra entre dragones.
Ver todos los comentarios en https://www.xataka.com.co
VER 0 Comentario