La representación femenina es uno de los aspectos más difíciles de reconciliar de Game of Thrones. Las mujeres, por lo general, suelen ser pisoteadas y maltratadas a extremos de irracional violencia -ay, Rose, no te merecías tu suerte- e incluso aquellas investidas de dignidad y poder -como Daenerys Targaryen o Catelyn Stark- suelen sucumbir a defectos fatales.
Bueno, si en algo brilla la representación de las mujeres en la segunda temporada de House of the Dragon es en mostrarlas como fuerzas tenaces, de fortaleza y dignidad, que se ven obligadas a ser la voz de la razón y a actuar, limitadas en sus alcances, incluso contra la voluntad de los hombres que las rodean.
Este punto es el motor de los eventos del tercer episodio de la segunda temporada de House of the Dragon.
--Siguen spoilers del tercer episodio de la segunda temporada de House of the Dragon.--
'El Molino Ardiente'
El episodio estará movido por las voluntades y por las acciones de tres mujeres. La primera es Alicent, que sin su padre en King’s Landing se va quedando más y más sola, porque ni siquiera Criston Cole respeta su opinión en el consejo real.
Cuando una disputa sobre los límites de la tierra entre dos familias -los Blackwood y los Bracken- desencadena un baño de sangre, Alicent comprueba que la ausencia de Otto es dolorsamente palpable, y no logra evitar que Cole ponga en marcha un plan para tomar Harrenhal, incluso frente al desastre que fue su plan de asesinato en el episodio anterior.
Alicent advierte de los riesgos que conllevan las acciones precipitadas, pero el rey se limita a anunciar, con ligereza: "A la guerra, entonces". Nadie parece entender que ya tuvo lugar la primera batalla de la Danza de los Dragones.
Se trata de la Batalla del Molino Ardiente, que tuvo lugar cerca del comienzo de Danza de los Dragones. Sin embargo, como la caída de Harrenhal fue incruenta, esta fue la primera batalla verdadera en la guerra civil entre ejércitos opuestos en el campo.
La otra mujer en pugna es, por supuesto, Rhaenyra, que preside, en Dragonstone, el entierro de los gemelos Erryk y Arryk, que lucharon fatalmente entre sí en el clímax del pasado episodio.
Junto a ella está Rhaenys, que episodio a episodio se yergue como la voz más sensata, más sabia, y que constantemente hace que uno lamente que su derecho al trono nunca se haya concretado.
Las palabras de la ‘reina que no fue’ son, de lejos, el mejor diálogo del episodio, cuando advierte que a medida que escalan las acciones, se corre el riesgo de que, muy pronto, todos olviden qué fue lo que inició la guerra en primer lugar.
Rhaenyra señala, por supuesto, que la inició el que Aegon haya usurpado su trono, pero Rhaenys le recuerda que esa es apenas una entre muchas respuestas posibles: quizá comenzó cuando un príncipe fue decapitado en su cuna, o cuando Aemond mató a Luke, o cuando Luke le costó un ojo a Aemond. La historia no se ha escrito y serán otros, más tarde, quienes la escriban.
Rhaenys es tan lúcida en su análisis, tan osada en su posición, que es difícil no llorar por la reina que podríamos haber tenido.
Juegos de guerra
Pero si las voluntades de las mujeres guian el episodio, las acciones de los hombres amenazan todo el tiempo con descarrilarlo.
Daemon y Cole avanzan cada uno hacia Harrenhal. Daemon llega primero, pero se decepciona al ver que no hay batalla que dar.
Ser Simon Strong jura lealtad de inmediato y le explica que, aunque Lord Larys Strong -de quien es tío abuelo- sirve a Aegon, la familia no le debe lealtad pues saben bien que fue su acción la que cobró las vidas de su padre y a su hermano por allá en la primera temporada.
En tanto, la compañía de Cole se ve en un encuentro cercano con un dragón cuando Baela y su Moondancer los encuentran en campo abierto. Ella informa lo que ha descubierto a Rhaenyra, quien ahora ya no puede ignorar la conflagración que se avecina.
Pero, en lugar de seguir los llamados de guerra de sus asesores y armar a sus dragones, Rhaenyra decide agotar una última opción y darle a la paz una oportunidad.
Demasiado tarde
Rhaenyra encuentra en Mysaria un activo invaluable. Sobre la ola de gratitud que le debió valer haber salvado efectivamente la vida de la reina en el episodio anterior, el Gusano Blanco ofrece sus servicios a la reina. Quiere castigar a los Hightower, revela, y proteger a la gente de King’s Landing.
Rhaenyra usa el conocimiento de su nueva aliada para colarse en King’s Landing disfrazada de septa. Una vez más, me molesta profundamente que entrar a la ciudad capital sea tan sencillo como caminar, pero debo aceptarlo para disfrutar de un encuentro lleno de poder y de emoción.
Rhaenyra acudió a King's Landing para hablar con Alicent. Para ello, se dirige al Gran Septo de Baelor y, tras encender una vela, puede hablar, por fin, con su antigua amiga.
La visión de ambas arrodilladas ante las velas del Gran Septo, tal como lo hacían hace años, es necesariamente una cargada de dolor y de nostalgia. El encuentro es tenso y nos recuerda cuánto se ha separado este par de amigas que alguna vez fueron tan preciosas una para la otra.
A regañadientes -está, después de todo, en el extremo incómodo de un cuchillo- Alicent escucha a Rhaenyra, quien comienza por enfatizar el motivo central episodio: “los hombres entrenados para la batalla están ansiosos por luchar, por buscar sangre y gloria".
Pero a pesar de sus buenas intenciones, no es posible dejar de percibir como inegnua la causa de Rhaenyra, que espera convencer a Alicent de ceder para evitar un horroroso derramamiento de sangre.
Nunca iba a funcionar: hay demasiados resentimientos, demsiadas heridas, demasiado luto entre ambas y es así que, incluso tras entender la confusión que la llevó a reclamar el trono para su hijo, Alicent se levanta diciéndole a su amiga que ya es demasiado tarde.
Y lo es, porque, independientemente de si se arrepiente o no, Alicent sabe que no tiene influencia sobre la corte. Otto se ha ido, Criston marcha a Harrenhal y Aemond… bueno, Aemond es Aemond. No hay nada que pueda hacer. La guerra es inminente.
Esa misma realización es la que vemos en el rostro de Rhaenyra, que una vez más cierra un episodio. Solo que en este vemos, tal vez, un matiz: no es solo que entienda que la guerra es inminente, ella sabe que la guerra ya comenzó.
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