Por aquí nos encanta eso de las megaestructuras (y a quién no), pero también hay historias curiosas en edificios que no ostentan récords de ningún tipo y que incluso nos llegan a parecer cotidianos. Un ejemplo son las Torres Colón, en Madrid (España), cuya arquitectura y construcción supusieron ciertos retos en el momento y que casi hicieron literal el refrán "empezar la casa por el tejado".
Son 23 plantas hacia arriba y seis subterráneas, y su construcción fue posible gracias a la arquitectura suspendida atribuida a su arquitecto Antonio Lamela (fallecido en 2017). O lo que es lo mismo, los pisos cuelgan unos de otros, de modo que los pisos superiores no se apoyan en los inferiores.
No una torre, sino dos, y construidas de arriba a abajo
Ese dicho popular ya lo enunció Lamela, que mantenía que las torres sólo podían existir si se construían de arriba a abajo. El motivo: el irregular solar de 1.710 metros cuadrados sobre el que se iban a asentar era demasiado pequeño y la ordenanza municipal exigía muchas plazas de aparcamiento, como explican en El País.
Por ello los cimientos deberían ocupar un espacio reducido, de ahí que Lamela iniciase la construcción en sentido inverso, algo que al final cimentaría (nunca mejor dicho) una obra arquitectónica con una edificación única en todo el mundo. Y la decisión de hacer dos torres y no un solo edificio como proponía el Consistorio se debió a que el arquitecto y su personal constataron que realizar una sola torre habría deteriorado la imagen urbana "por la implantación de un elemento de proporciones descomunales".
Construirlas ahí no fue casualidad ni mucho menos. El solar se hallaba en pleno centro de la ciudad y el Ayuntamiento estableció que “la edificación debe ser una unidad arquitectónica de marcada verticalidad”, tal y como explican en la web del Estudio Lamela, y hubieron numerosos cambios de criterio en torno a un proyecto (como luego veremos) que debía amoldarse a un marco urbano previsible, pero que nunca pudo hacerse realidad por ello.
¿Y por qué construirlas desde la parte superior hasta la base? Según explica el propio estudio, encontraron un problema que no podía solventarse con los sistemas habituales: la adecuación de las necesidades del edificio (residencial y con espacios comerciales en la planta baja) era incompatible con los medios tradicionales, además de la irregularidad del solar.
De ahí que surgiere la idea de "colgar" las torres, de modo que podía plantearse una doble estructura con las dos partes independizadas y al final quedar un conjunto de tres edificios casi independientes: las dos torres y el que actúa de basamento. De este modo, el método consistió en levantar un estrecho pilar en el centro (el núcleo), sobre el cual colocar la plataforma de cuelgue (es decir, la gran cabeza de hormigón).
Desde ahí se iban construyendo hacia abajo las plantas, cuyo peso cae en parte en el pilar central y el resto sobre los tirantes laterales. La presión de la plataforma era transmitida a su vez por esos tirantes laterales, gracias a la tensión de unos cables de acero y comprimiendo así las plantas contra la cabeza.
"Es como si se diera la vuelta al edificio". Antonio Lamela, arquitecto.
Un proyecto que iba cambiando en su desarrollo
El diseño de las Torres Colón, de 116 metros de altura, se planteó ya desde un principio diferenciándose de lo que solía hacerse en edificios "colgados", partiendo de cabezas estructurales de acero. Lo que se hizo es un diseño completamente en hormigón armado, recurriendo a hormigones postensados de alta resistencia y haciendo que los forjados de las plantas tipo se apoyasen por su perímetro en los tirantes exteriores, no estando así traccionados sino comprimidos contra la estructura de hormigón postensado como hemos explicado antes.
De ese modo, la estructura superior (en la cual se ubicaría la maquinaria de instalaciones) recibe la carga de los 21 forjados suspendidos transmitiéndola al núcleo, por el cual desciendo hasta la cimentación del terreno. Para la fachada, en principio se recurrió a chapa plegada de alumino anodizado color bronce, aunque como luego veremos esto no fue lo que quedó al final.
Cuentan también en El País que esta corona verde art decó tan particular, que se ha conocido popularmente como "el enchufe", que la construcción a la inversa de este edificio desconcertaba durante años a quienes iban viendo el progreso.
Las Torres Colón empezaron a construirse en 1967, pero en 1970 el Ayuntamiento de Madrid paralizó las obras por “intereses políticos”, según aseguró el arquitecto en numerosas entrevistas. Con esto (y los pleitos), la indemnización del Consistorio permitió que el uso inicial para residencias de lujo que se había previsto cambiase para albergar oficinas, reiniciándose las obras y acabándolas en 1976.
Un final espectacular, pero que tampoco era el deseado
Las Torres Colón fueron consideradas el “edificio de más avanzada tecnología en construcción edilicia hasta 1975” fabricado en hormigón pretensado en el Congreso Mundial de Arquitectura y Obra Pública. Fue una obra pionera en su construcción, aunque ya había estructuras suspendidas (sobre todo puentes) y con el tiempo hemos ido viendo más ejemplos tanto de arquitectura suspendida como de esta forma de construirlos, como el edificio corporativo del banco Nykredit de Schmidt Hammer, el edificio Media Tic de Enrique Ruiz Geli o Hovenring, una plataforma suspendida obra de ipv Delft que vimos hablando de cuando los edificios se adaptan a las bicicletas (y no al revés).
El proyecto empezó llamándose Torres de Jerez, aunque pasó a bautizarse con Colón a medida que se afianzaba y se impulsaba su construcción, a principios de los setenta y de la mano de la constructora Osinalde. Tras decidir que serían oficinas y una vez construidas, fueron adquiridas por la familia Ruiz Mateos, siendo posteriormente expropiadas para finalmente ser compradas por el grupo británico Heron International.
La constructora decidió cambiar la estética con una piel exterior acristalada para evitar una revocación, de modo que había una doble capa que aumentase las condiciones de habitabilidad, térmicas, acústicas y un mejor control energético. El ornato que corona el edificio (el "enchufe") es en realidad una viga de la que cuelga la estructura de una posterior escalera de incendios que impuso la normativa municipal a finales de los 80, de modo que diese servicio a una serie de pasarelas de evacuación que conecta los distintos pisos.
Explicaba Carlos Lamela (hijo de Antonio y encargado en la actualidad del Estudio Lamela) en el País que aquello eran soluciones temporales con un diseño art decó pensadas para poder retirarse sin demasiada dificultad a medida que se negociase con algunos inquilinos la desocupación de los pisos que impedían construir otro tipo más convencional de escalera. Pero casi cuarenta años después, la escalera y la piel de cristal permanecen, que en palabras de Lamela hijo "han desvirtuado el planteamiento real de mi padre”.
De hecho, el arquitecto tuvo una última voluntad en forma de posible remodelación, dejando un proyecto póstumo cuya realización no está asegurada, pero que al menos cuenta con la validación del Ayuntamiento de Madrid. De momento no hay fecha para su realización, quedando ésta en el aire (nunca mejor dicho).
Como apunte, la obra de Lamela caló en otros arquitectos como Norman Foster, conocido por haber diseñado entre otros conocidos edificios el Apple Park. Foster admiró la innovación de las soluciones de Lamela, recordando que también fue pionero en los años setenta con su propio estudio en la calle O'Donnel 34 (la primera oficina-pasaje de Madrid).
Imagen | Almudena Gancedo
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