Cuenta Estobeo que uno que había empezado a estudiar geometría con Euclides, tras aprender el primer teorema, le preguntó «¿De qué me vale saber esto?». Euclides llamó a su esclavo y le dijo «Dale medio dracma porque tiene que sacar provecho de todo lo que aprende». Desde entonces, casi cualquier chaval de 14 años se ha hecho esa misma pregunta: «¿De qué me vale saber esto?». Sobre todo con las matemáticas.
Los profesores de matemáticas han dedicado muchos esfuerzos a responder esa pregunta (aquí tenéis 100 ideas sobre la utilidad de las matemáticas) o a hacer como Euclides y repartir premios entre sus alumnos (en forma de aprobados, sobresalientes y matrículas). Todo para evitar decir la verdad: "Para nada, no va a servir para nada. Sinceramente no creo que debas estudiar matemáticas". Si tienes que estudiar, estudia estadística: será la única forma de entender el mundo que tienes delante.
El lenguaje de la naturaleza
Durante décadas, hemos enseñado a mirar el mundo a través de los ojos de las matemáticas. Ha sido increíble. De una forma u otra, lo que se intenta es reconstruir el proceso histórico de desarrollo de las matemáticas: comenzamos por la arimética, continuamos con el álgebra y finalmente llegamos al cálculo. Por el camino, como para adornar el camino, estudiamos algo de geometría y alguna cosa más.
El cálculo es una de las cimas intelectuales de la humanidad: nuestra forma de entender el mundo, las ecuaciones que describen la naturaleza, la estructura del universo, todo eso está basado en el cálculo. Y por si fuera poco, el cálculo tiene la increíble cualidad de que no lo usa nadie.
En la vida diaria, quiero decir. Evidentemente, los estudiantes de ciencias, ingenierías e incluso muchas ciencias sociales necesitan saber cálculo para sus carreras. Pero es un error pensar en la educación en términos de lo que un estudiante debería saber, hemos de plantearla en términos de lo que puede saber. Es más, como lleva años repitiendo Arthur Benjamin desde hace años, si hay una materia que todos nuestros estudiantes deberían conocer; "esa es la estadística, la probabilidad y estadística".
La estadística va de "riesgo, de recompensas, de azar". Básicamente, la estadística va de entender datos. Y los datos son hoy más necesario que nunca porque "el mundo ha cambiado de lo analógico a lo digital. Es hora de cambiar nuestro curriculum matemático de lo analógico a lo digital también; de la más clásica matemática continua a la moderna matemática discreta: la matemática de la incertidumbre, del azar, de los datos... esto es, estadística y probabilidad"
Pero, ¿de verdad ha cambiado el mundo?
En los últimos veinte o treinta años hemos vivido una auténtica explosión cámbrica de la información. Cada día se generan 2,5 quintillones de datos. El año que viene el mundo pesará 17 zettabytes. El mundo digital, al menos.
El primero en darse cuenta de este fenómeno fue Fremont Rider, un bibliotecario norteamericano que en 1944 se dio cuenta de que las bibliotecas universitarias doblaban su tamaño cada 16 años. Se equivocó en su estimación, pero por conservador. Es cierto que la biblioteca de Yale no tendrá 200 millones de ejemplares físicos en 2040, pero es que a día de hoy cualquier internauta puede acceder a más de 200 millones libros desde el salón de su casa.
Pero la verdadera revolución se inicia en 1996, cuando los sistemas de almacenamiento digital se convirtieron, por primera vez, en más costo-efectivos que el papel. Para 2000, ya éramos conscientes de que "la explosión de la cantidad (y a veces, la calidad) de datos relevantes y disponibles" iba a cambiar el mundo. Los heurísticos (las intuiciones sobre como funcionaba el mundo) estaban dejando de tener sentido en la medida en que podíamos saber realmente cómo era el mundo. Grandes empresas comenzaron a cambiar toda su estructura para adaptarse a una realidad que hasta ese momento no veían. Los datos ya no eran una cuestión de información, era una cuestión de poder, dinero e influencia: la gran herramienta del mundo que venía.
La alfabetización estadística
Siempre se ha dicho que existe una relación directa entre educación y democracia. Y como dice Ricardo Galli, "las estadística es una herramienta fundamental para analizar y entender los problemas en un mundo tan complejo" como el actual.
Desde Civio, una ong que trabaja por la transparencia y libre acceso a los datos, insisten en que "a la hora de informarse, lo más importante es ser escéptico y no dar por buenas automáticamente las noticias de los periódicos". No obstante, lo cierto es que no podemos, solamente, fomentar la duda y el escepticismo. Debemos profundizar en la habilidad de leer, entender, crear y comunicar datos. Esta alfabetización cuantitativa (o de datos) es una parte fundamental del trabajo por una democracia mejor.
Pero, ¿es suficiente para ello la estadística que se enseña en las escuelas? O dicho de otra forma, ¿Debemos mejorar la educación estadística en la educación básica? "Sí", nos dice Juan Ramón Barrada, profesor de Metodología en la Universidad de Zaragoza. "Rotundamente sí". Carmen Batanero, Catedrática de Didáctica de las Matemáticas, propone que hay que centrarse en el "desarrollo del sentido estadístico", una combinación entre la cultura estadística (es decir, el conocimiento) y el razonamiento estadístico. Y precisamente aquí es donde más falla nuestro sistema porque "la estadística tiene un modo propio de razonamiento [distinto del matemático] que es necesario enseñar a los estudiantes".
Llevamos años diciendo que la información quiere ser libre: la cuestión, hoy en día, si vamos a usarla para ser libres nosotros. Y en este caso, no va a ser nada fácil.
Imágenes | Matt Buck, Rudolf Getel
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