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La agricultura también son unos y ceros: así vamos a transformarla para siempre

Los agricultores han hecho un trabajo realmente excepcional y, gracias a él, hemos podido permitirnos sociedades terciarizadas. En España solo un 5% de la población se dedica a cultivar el campo. Pero aun así la agricultura sigue siendo una cosa neolítica con algunos tractores y un poco de química. Hasta ahora.

Era cuestión de tiempo. Si podemos sacar una lección de los últimos veinte o treinta años es que, antes o después, todas las industrias se enfrentan a las transformaciones que produce el mundo digital. Y era cuestión de tiempo que la disrupción digital llegase a la agricultura.

Plantar almendros o el problema de la agricultura tradicional

Hace un par de semanas, Javier López-Bellido, profesor de la Escuela de Ingenieros Agrónomos de la Universidad de Castilla - La Mancha, me decía que estaba preocupado. "Últimamente, no hay conversación con agricultores que no incluya la palabra 'almendro'".

La almendra es el fruto de moda y por buenos motivos: una hectárea de almendros es el doble de rentable que una de naranjas. Y según los expertos, tiene futuro: «El mercado de la demanda de almendra va al alza en todo el mundo, por lo que todos los expertos coinciden en que, como mínimo, en el plazo de la próxima década, este fruto seco tendrá una gran salida en el mercado, sobre todo en el exterior», decía Doménec Nàcher de Asaja en El Mundo.

López-Bellido no lo tiene tan claro porque, al fin y al cabo, lo que es negocio para todos no es negocio para nadie. Muchos agricultores se van a endeudar hasta las cejas con la vista puesta en los precios altos que tiene la almendra en grano y se van a encontrar con un mercado saturado y centenares de deudas. Pero el negocio ha sido siempre así: trabajo duro, experiencia acumulada y suerte, mucha suerte.

¿Ha llegado el momento de la transformación digital del campo?

No tendría por qué ser así. Y las principales empresas del sector de suministros agrícolas están invirtiendo mucho dinero en que no lo sea. Y el principal problema es que la agricultura estándar es una actividad que se sigue desarrollando en sistemas abiertos. Es decir, casi imprevisibles y llenos de riesgo en los que dos noches de heladas significan pérdidas de hasta 9 millones de euros.

O buscamos entornos físicos cerrados o controlamos informacionalmente los ecosistemas. Esto último intenta la agricultura digital

Romper esa apertura es esencial, pero no es sencillo. Se puede hacer creando entornos físicamente cerrados (algo que se empezó a hacer en torno a 1850 en los Países Bajos con la invención del invernadero) o controlando informacionalmente los ecosistemas en cuestión. "Eso es exactamente en lo que estamos trabajando", nos dice Tobias Menne, director de Digital Farming de Bayer.

"Ya hemos lanzado las primeras aplicaciones que permiten la identificación de plagas, malas hierbas y enfermedades. Además, nuestros sistemas que integran información extraída de satélites con datos agronométricos, están dando muy buenos resultados".

La tecnología actual permite, gracias a la imagen por satélite, analizar los campos de cultivo con una resolución de 30 centímetros y si usamos drones la resolución es mucho mayor. Esto quiere decir que hoy por hoy hay tecnologías que permiten la monitorización de casi cada planta a un coste comercial competitivo.

Las tecnologías de la agricultura digital permiten detectar problemas mucho antes de que sean visibles a simple vista

Esta monitorización está llena de posibilidades. Un simple análisis de infrarrojos nos muestra que zonas de la plantación necesitan más atención y permiten controlar diariamente grandes extensiones de zonas de cultivo.

Además, facilitan la prevención: las técnicas de imagen son capaces de detectar problemas mucho antes de que estos sean visibles a simple vista. Por ejemplo, se puede estudiar el nivel de clorofila de las plantas (un indicador de su estado de salud) gracias a las imágenes infrarrojas. Eso permite identificar problemas y administrar soluciones más rápido que nunca.

El "Disease-free field" y los datos, siempre los datos

Menne es claro en esto: "nuestra intención es hacer la transición de un modelo de negocio basado fundamentalmente en productos a otro basado en servicios y capacitación". Menne y el resto del sector están pensando en poder llegar cuanto antes al "Disease-free field" ('campos sin enfermedades').

Este concepto define a la perfección el escenario hacia el que nos encaminamos con la integración de toda la información de cada centímetro cultivado, el análisis de problemas y la recomendación de tratamientos y cuidados. De hecho, los primeros modelos incluyen hasta recomendaciones sobre qué cultivos plantar teniendo en cuenta las características del campo y las tendencias de mercado.

La tecnología que permite administrar productos con precisión casi quirúrgica también lo está (el 'tractor inteligente es una realidad desde hace años'). Lo que falta son los datos y, por eso, estamos en un momento análogo al de las grandes empresas de inteligencia artificial. Porque esencialmente, abrir las tecnologías (regalarlas incluso) es la única forma de alcanzar el tamaño suficiente para hacer que los sistemas funcionen. La duda está en qué pasara después.

¿Digitalización de la agricultura o uberización del sector agrícola?

"Hay un montón de posibilidades", nos explica Menne. Y es cierto: la agricultura de decisión y el uso de sistemas de inteligencia artificial pueden cambiar para siempre la forma en la que hacemos agricultura. Aunque también hay serios problemas. El principal: los jardines vallados. Y nunca mejor dicho.

Las grandes empresas del sector buscan crear grandes plataformas que puedan ayudar a aumentar la productividad y mejorar la gestión de las explotaciones agrícolas. Si esos datos se vuelven privativos, las consecuencias van a cambiar para siempre la estructura económica del campo. Sin una reivindicación efectiva del open source, los empresarios agrícolas se van a convertir en franquiciados de facto.

Nos acercamos a un futuro en que los agricultores acaben convertidos en simples franquiciados de las grandes compañías globales

Por un lado, el mismo concepto de 'disease-free field' incluye el asesoramiento, los productos, las prácticas y, en general, una reducción radical de la autonomía del agricultor. Pasa a ser, simplemente, el que pone el capital (financiero y humano) para aplicar las directrices de la plataforma. Por el otro, el mercado agrícola es tan competitivo que el precio de venta está, en la práctica, definido de antemano y el agricultor no tiene ningún margen de maniobra.

Hace un par de años que las grandes empresas comenzaron a invertir fuerte en la digitalización de la agricultura como una respuesta al estancamiento de los beneficios y la caída de los precios agrícolas. Los primeros pasos muestran una tecnología tremendamente disruptiva, sí; pero también la posibilidad de que la famosa uberización llegue al mundo agrícola con sus consecuencias positivas y negativas. Y no parece que esto último sea un tema que se vaya a abordar en los próximos años.

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