Hace mucho que las máquinas superaron a los humanos a la hora de jugar al ajedrez. Deep Blue lo demostró en 1997, y desde entonces desarrollos como AlphaZero han demostrado un nivel asombroso de juego que incluso ha ayudado a Magnus Carlsen, el mejor ajedrecista actual, a mejorar su propia forma de jugar.
Lo que sí ha ocurrido es que en los últimos tiempos el ajedrez, sobre todo a alto nivel, se ha vuelto aburrido para muchos. La frecuencia de las tablas -en el último campeonato del mundo entre Carlsen y Caruana no hubo ni derrotas ni victorias hasta las partidas rápidas de desempate- han generado un debate claro: hay que cambiar el ajedrez. Ahora uno de los mejores jugadores del mundo, Vladimir Kramnik, ha colaborado con AlphaZero para descubrir cómo lograrlo, y cree que tiene el secreto: prohibir los enroques.
¿Una variante más, o la definitiva?
Como decía Kramink, el juego actual no es tanto culpa de los jugadores como de la realidad del ajedrez: "sería extraño esperar de ellos que redujeran sus opciones de un resultado positivo tomando riesgos irrazonables solo para que las partidas fueran más 'entretenidas'". Jugar seguro suele ser la norma, y si uno de los jugadores lo hace es difícil que el otro no asuma también ese formato en el que salvo que haya fallos es difícil que se logren victorias.
El debate sobre esa gran frecuencia de las tablas como resultado en partidas de alto nivel ha llevado a muchos a replantear variaciones del ajedrez que puedan ser más dinámicas, creativas y divertidas, tanto para los jugadores como para los aficionados y espectadores.
Entre las más destacables está el ajedrez 960 o ajedrez aleatorio de Fischer (en honor a su creador), una modalidad en la que la posición inicial de las piezas se determina aleatoriamente. Esta variante del ajedrez tiene cierta aceptación y de hecho el reciente campeonato del mundo en este formato fue ganado de forma aplastante (13,5 - 2,5) por Wesley So tras enfrentarse a Magnus Carlsen.
Pero como decía Kramink en su reflexión sobre este debate, esta modalidad ajedrecística tiene desventajas importantes. Esas posiciones de inicio no tradicionales complican que jugadores aficionados disfruten del juego, e incluso lo mismo ocurre entre jugadores de ajedrez de alto nivel que se lo han "confesado en privado" a Kramnik.
Nada de enroques
Para encontrar una potencial solución a este problema, Kramnik se puso a trabajar con el equipo de DeepMind de forma que gracias a AlphaZero se analizasen variantes del ajedrez que pudieran ser más llamativas e interesantes.
Lo que hicieron fue utilizar este motor ajedrecístico para que jugara millones de partidas en las que las reglas fuesen idénticas a las del ajedrez y la colocación de las piezas fuera la misma, pero en las que además había una diferencia muy especial: los jugadores no pueden enrocarse y proteger así al rey de forma mucho más sólida.
El resultado de esta modalidad -que ya lleva cierto tiempo debatiéndose- fue destacable: el porcentaje de partidas ganadas y perdidas para piezas blancas y negras es similar al del ajedrez clásico, pero además de ser tan familiar como este la modalidad sin enroque ("No-Casling") hace que el rey quede mucho más expuesto y las partidas sean "más dinámicas y entretenidas, con un gran número de patrones originales".
Esta modalidad evita que los jugadores puedan acudir a patrones memorizados, algo muy usual en partidas de alto nivel: "les obligamos a pensar de forma creativa desde el primer momento", y de hecho "incluso si un jugador quiere forzar tablas, es casi imposible controlarlo todo". Para Kramnik es mucho más difícil encontrar un lugar seguro para el rey, y eso hace también que incluso jugadores aficionados puedan enfrentarse a jugadores de mayor nivel con más garantías.
La idea de Kramnik es singular, aunque probablemente a la larga se podrían crear patrones similares a los del ajedrez actual. Aún así es un formato llamativo para un deporte al que ciertamente no le vendrían mal unos cambios para hacerlo más dinámico y entretenido sobre todo para los aficionados.