Un aparato extraño, con pinta de thumbdrive, por lo general conectado a los que parecen ser unos audífonos que por alguna razón están conectados con cables (!!!) se ha viralizado recientemente en redes sociales. Dejando el sarcasmo a un lado, es una inesperada vuelta a la fama para el venerable reproductor MP3.
“¿Qué canción estarías escuchando en tu MP3 viejito?”, se suele leer en esas publicaciones, que invitan a la gente a recordar épocas pasadas, con bandas sonoras que van de Proyecto Uno a Placebo, y de Queen a Los Fabulosos Cadillacs.
Leer las respuestas es un viaje a la nostalgia, que se ocupa de recordarnos temas que en su momento marcaron nuestras vidas. Pero tal vez no todos reparen en el formato y en el innovador dispositivo que lo hicieron posible.
Así que la explosión de memes es una excusa tan buena como cualquier otra para hablar de un dispositivo que dominó al mundo y que cambió para siempre la manera en que llevamos y consumimos nuestra música.
¡Seis canciones en tu bolsillo!
Olvídate de los fidget spinners, el verdadero regalo soñado de finales de los 90 y principios de los 2000 fue el reproductor de MP3.
Estos aparatos extrañamente diseñados, con botones diminutos y pantallas monocromáticas, fueron heraldos de una era que alcanzó alturas mucho más prestigiosas de lo que sugerían sus innegablemente rudimentarios comienzos.
El formato, como tal, puede rastrearse a 1994, cuando la Sociedad Fraunhofer de Alemania lanzó el primer codificador. El .mp3 de extensión del nombre de archivo fue elegido por el equipo de Fraunhofer, en remplazo del anteriormente utilizado .bit.
Desde el comienzo se advirtió que la compresión con pérdida era esencial para almacenar la música de varios álbumes en un computador doméstico, lo que para muchos auguraba pobres perspectivas. Los expertos vaticinaron que la gente jamás aceptaría un formato con tan estridente pérdida de calidad.
Pero resulta que a la gente le importaba más poder llevar su música dispositivos pequeños y cómodos mucho más que el audio de alta calidad. La historia de los reproductores MP3 de consumo masivo comienza en 1998, y contra lo que podrías pensar no comienza en los laboratorios de los gigantes de Silicon Valley, sino en Corea del Sur.
Los precursores
El mpman F10 de SaeHan Information Systems, un dispositivo con unos asombrosos 32 MB de almacenamiento (suficiente para unas 6 canciones), fue el primer reproductor de MP3 disponible comercialmente.
Su precio en EEUU era de entre 200 y 250 dólares. Si bien carecía del estilo de los modelos posteriores, ofrecía una capacidad revolucionaria: llevar tu colección de música, aunque fuera una miniaturizada, en el bolsillo.
De repente, cargar con un Walkman o un Discman se volvió arcaico. Atrás quedaron los días de cintas cuidadosamente seleccionadas o de saltarse pistas en los CD.
Los reproductores de MP3, junto con el auge de Napster, democratizaron el acceso a la música. El formato digital hizo posible descargar solo tus canciones preferidas o curar listas de géneros y nichos cada vez más especializados.
Consumidores de todo el mundo se dieron cuenta de que ya no estaban confinados a la música que otros elegían poner en la radio, ni tenían que pagar, al comprar un álbum, por temas que no querían escuchar.
Es así que los primeros años de la década de 2000 se convirtieron en una época dorada para los reproductores de MP3. Al MPMan F10 le siguieron modelos como el Rio de Diamond Multimedia y el Nomad de Creative, que ofrecían más almacenamiento, mejores interfaces e incluso la capacidad de jugar juegos.
Sony también lanzó, cuando despuntaba el nuevo siglo, reproductores de audio digital (DAP), bajo el nombre de Network Walkman. En principio eran compatibles exclusivamente con el formato ATRAC interno de Sony; no había soporte para el MP3, cuya adopción por parte de la japonesa se demoró hasta 2005.
Para entonces, ya era el reino del iPod.
Apple hace girar la rueda
En 2001, Apple revolucionó el segmento con un diseño elegante, fácil de usar y emparejado con el revolucionario software iTunes.
El iPod no era solo un dispositivo, era un ecosistema, y demostró a quienes por años advirtieron que el MP3 sería el reino de la piratería, que la gente estaba dispuesta a pagar si le daban una ocpión razonable, cómoda y segura.
El iPod se convirtió en un fenómeno cultural, un símbolo de lo cool y el rey indiscutible de la era de los reproductores de MP3.
Pero el reinado del formato no fue eterno. Lanzamientos muy publicitados se convirtieron en estruendosos fracasos (te estoy mirando, Zune de Microsoft) y a finales de la década de 2000, los teléfonos inteligentes con capacidades de almacenamiento cada vez mayores y los servicios de transmisión de música como Spotify comenzaron a robarse el espectáculo.
Como las calculadoras sencillas y las cámaras compactas, los reproductores de MP3 se desvanecieron, convirtiéndose en reliquias de una época pasada. Con todo, su uso, ciertamente con cifras muy inferiores a las de su edad dorada, puede rastrearse hasta bien entrado el siglo XXI.
Por todas estas razones, el meme del reproductor de MP3 nos recuerda que su aporte no puede ser subestimado. Su aparición nos liberó de las limitaciones físicas de los formatos musicales tradicionales, impulsó una revolución en el descubrimiento de la música y nos convirtió en curadores de nuestras propias bandas sonoras.
El reproductor de MP3 puede ser un fósil, pero la libertad y el empoderamiento que ofrecía siguen resonando en la forma en que experimentamos la música hoy en día. Esa es la importancia del meme.
Porque en lo que respecta a la música, todos saben que estábamos escuhcando "Alphaville – Big in Japan", y "Baltimora – Tarzan Boy".
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