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El vídeo que muestra la sorprendente capacidad de células y microorganismos para resolver complejos laberintos mejor que muchos humanos

Imagina la ciudad con pero tráfico que conozcas, la más desorganizada, las más agresiva. Elévalo a la décima potencia y aún así no te habrás acercado a ese amasijo indescifrable de vasos, membranas, estructuras y recovecos que denominamos cuerpo humano. No hace falta haber visto 'El chip prodigioso' (ni la versión que hicieron los Simpson en su día) para saber que el cuerpo humano es un lío de proporciones descomunales. Y, sin embargo, las células lo hacen sin mayor problema.

Ahora, un nuevo estudio publicado en Science ha descubierto cómo es posible que alguno de los seres más simples y sencillos del mundo sean tan rematadamente buenos con los laberintos y puedan navegar a través de las largas y complicadas ruta corporales. Y lo que quizás sea incluso mejor: han hecho vídeos.

¿Cómo puede una célula orientarse en un laberinto de vasos y tejidos?

Laberinto de Hampton Court

Las células navegan por nuestro cuerpo usando lo que se denomina la 'quimiotaxis', esto lo sabemos. Es un sistema de señales químicas (a veces muy complejas) que guían a las células. El problema es que estos mecanismos tienen un alcance limitado y, con todo eso, las células son capaces de viajar larguísimas distancias en numerosas ocasiones. El cómo es algo que aún no comprendemos bien.

Así que Luke Tweedy y sus colegas se pudieron manos a la obra para tratar de averiguar cómo lo hacían. Usaron modelos computacionales, sí, pero también experimentos con células vivas. Crearon una serie de laberintos de microfluidos en miniatura (inspirados en los del famoso Palacio de Hampton Court, cerca de Londres) y observaron cómo el Dictyostelium discoideum una especie de ameba del suelo, se las arreglaba para resolverlos.

También hicieron la prueba con células cancerígenas

¿La clave? Los autores se han dado cuenta de que las células navegan mejor cuando usan una suerte de "quimiotaxis autogenerada": no solo recogen señales químicas del fluido, las mismas células generan sustancias que les ayudan a obtengan una gran cantidad de información sobre su entorno. Van generando, viendo cómo se degradan y siguiéndolas poco a poco. Se trata, aunque parezca extraño, de una estrategia que "permitiría ver el entorno, extraer información sobre sus dinámicas de fluidos e incluso predecir con mayor precisión la ruta correcta".

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