Usando cerebros en miniatura cultivados en placas de Petri empezamos a entender lo que nos separa de los chimpancés y los macacos

Que tenemos un cerebro distinto al de los chimpancés es, en principio, algo bastante conocido. Y, sin embargo, compartimos con ellos el 99% de nuestro genoma. Eso hace inevitable preguntarse sobre las cosas que cambian durante el desarrollo de nuestros cerebros para generar cosas tan distintas.

Asunto que, siendo completamente sincero, no acabamos de comprender muy bien. Ahora un equipo coordinado por Sabina Kanton, Michael James Boyle y Zhisong He han utilizado organoides cerebrales cultivados en laboratorio para explorar con detalle qué dinámicas en la expresión y regulación génica son diferentes entre grandes simios y seres humanos.

Un cerebro de chimpancé en una placa de Petri

La primera sorpresa es que muchos de los procesos son muy similares, pero con diferencias sustanciales. "Observamos una maduración de neuronas corticales más pronunciada en los organoides de chimpancés y macacos en comparación con los organoides humanos en el mismo punto de desarrollo. Esto sugeriría que el desarrollo neuronal humano se lleva a cabo más lentamente que en los otros dos primates", explicaba Barbara Treutlein, miembro del equipo de investigación.

Pero, por otro lado, lo que encontraron los investigadores es que, incluso en zonas tan característicamente humanas como la corteza prefrontal adulta (una región que influye en los comportamientos cognitivos complejos), las diferencias fundamentales tienen que ver con la forma en que se expresa el ADN que (en muchos casos) compartimos. Esto nos sitúa en una dimensión más sutil e interesante de la evolución neuronal.

"Nuestros datos proporcionan un recurso para guiar más investigaciones sobre los mecanismos de la dinámica de regulación génica durante el desarrollo temprano del cerebro, especialmente aquellos que potencialmente distinguen los cerebros humanos y chimpancés en desarrollo", concluyen los autores. Y realmente es un mapa muy interesante que nos da claves sobre quiénes somos realmente. Queda mucho por investigar, pero es reconfortante ver que las ramas del gran árbol de la evolución empiezan a despejarse.

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