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La tecnología del ADN sintético está a punto de volverse mainstream y eso va a hacer muy difícil controlar lo que se hace con él

En principio, basta con entrar en Twist Bioscience, cargar la secuencia que queremos y, un par de semanas después, recoger nuestro ADN sintético personalizado en el buzón de nuestra casa. Desde nueve centavos por cada par de bases. Hace cinco o seis años más ese mismo par de bases hubiera costado, como poco, diez veces más.

Esto, a priori, es una buena noticia: la democratización de estas tecnologías permitirá que cada vez más instituciones investiguen los recovecos del ADN de cara a una revolución sanitaria y alimentaria que ya estamos empezando a ver. Sin embargo, a medida que esto ocurre, cada vez es más difícil que caiga en malas manos.

¿Imprimir ADN?

JJ Ying

Sí, literalmente, de hecho. La tecnología actual imprime bases por inyección de tinta en un portaobjetos de vidrio y, posteriormente, se van ensamblando de forma automatizada. El resultado es una secuencia de ADN sintético que se puede introducir en bacterias, levaduras, hongos u otras células distintas para convertirlos en fábricas en miniatura.

De esta forma, la industria del ADN sintético está fabricando unos 3.000 millones de letras al año con la idea de construir una fuente permanente de compuestos útiles en fármacos y productos alimenticios. Con esta tecnología, podemos incluso crear nuevas proteínas y diseñar materiales nunca vistos. El potencial es casi ilimitado.

Un gran poder...

En este sentido, el famoso virólogo y genetista sintético Benjamin Parker, señalaba que "un gran poder requiere una gran responsabilidad". A medida que la tecnología se vuelve más sencilla y más barata, nuestra capacidad real para controlar su uso se desvanece.

Y esto preocupa a los investigadores y, sobre todo, a los responsables de seguridad nacional. No debemos olvidar que está más que demostrado que con este tipo de máquinas se puede reconstruir el virus de la viruela "a partir de información de acceso público, en solo seis meses y por unos 100 mil dólares".

Bueno, 100 mil dólares fue lo que costó hacerlo en 2017, en unos años ese precio podría ser (será) ridículamente más bajo. Es un riesgo tan cierto que la misma industria ha empezado a generar protocolos de control.

En Twist Bioscience, la empresa que fabrica un 10% del AND sintético del mundo, contaban a la NPR que revisan minuciosamente a cada cliente (y cada secuencia) para evitar problemas indeseados. Pero no parece suficiente.

Quedan muchas cosas por hacer (y por pensar)

Louis Reed

En cierto sentido, estamos viviendo un momento análogo a las primeras épocas de la informática. La transición desde máquinas gigantescas, lentas y caras a dispositivos pequeños, rápidos y asequibles es, como digo, una realidad. Y eso requiere nuevos enfoques regulatorios.

Regulaciones que vendrán, inevitablemente. La duda es si esas regulaciones vendrán de forma reactiva (cuando ocurra el primer gran problema) o surgirán de una reflexión social que combine la seguridad sanitaria con la labor de los investigadores que trabajan precisamente por contener esas amenazas.

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