"Creemos que el futuro que queremos para nuestros hijos es posible. Un mundo en el que hayamos curado todas las enfermedades y en el que enfermemos mucho menos", explicó Priscilla Chan. Ayer, Chan y su marido, Mark Zuckerberg, anunciaron que en los próximos diez años van a dedicar 3.000 millones de euros para acabar con las enfermedades. Con todas las enfermedades, así sin aspirar a mucho.
Pero, pese a la inmensa cantidad de dinero que quieren poner sobre la meda, la Chan Zuckerberg Science no es más que una de las muchas iniciativas que se han decidido a solucionar los problemas del mundo a través de la ciencia, aunque sea a costa de acabar con la ciencia misma.
Todos quieren a la ciencia
Algo está cambiando en la escena científica internacional. Lo contábamos hace unos meses. En septiembre del año pasado, Thomas Insel dejó la dirección del Instituto de Salud Mental de Estados Unidos (NIMH), el mayor financiador de investigación en salud mental del mundo, para trabajar en Verily, la división científica de Google. Michael McConnell, director de uno de los programas de investigación cardiovascular más importantes del planeta, se unió a él en diciembre. Hace nada, un par de meses, Stephen Friend, una de las principales figuras del movimiento de ciencia abierta, se fue a Apple.
Ahora la Chan Zuckerberg Science va a dedicar 600 millones a desarrollar el Biohub, un nuevo centro de investigación dirigido por Joe DeRisi, el famoso bioquímico de la Universidad de California, San Francisco y Stephen Quake, un reconocido físico y biotecnólogo de Stanford. El Biohub tratará cambiar la forma de trabajar de los científicos, acercándolo a los ingenieros y "centrando su mirada en tecnologías que transformen la ciencia contemporánea", explicaba ayer Cori Bragmann, la directora del programa.
El mismo Bill Gates, cuya fundación se ha propuesto acabar con la polio en 2018, estuvo apoyando el nuevo proyecto del creador de Facebook. Está claro que todo este dinero y todos estos recursos son una buena noticia, ¿o no?
La ciencia no está en su mejor momento
Hace un par de días, Paul Smaldino y Richard McElreath publicaban un artículo en la Royal Society Open Science en el que repasaban más de 60 años de investigaciones científicas y concluían que la 'mala ciencia' estaba siendo promovida por el sistema científico contemporáneo. Es decir, constataban empíricamente algo que llevamos sospechando en los últimos años, que la ciencia se está rompiendo.
El sistema exige a los investigadores que publiquen cada vez más trabajos, que sean cada vez más llamativos y que aparezcan en revistas cada vez más importantes. Y todo eso, aunque sepamos, a ciencia cierta, que haciendo la ciencia que hacen es peor. La ciencia era una institución que se basaba en la idea de que para prosperar había que acercarse a la verdad. Ahora, los datos señalan que estamos primando otras cosas y la búsqueda de la verdad puede pasar a ser secundario.
¿Un regalo envenenado?
Los recursos y el dinero que pueden poner estos jugadores están a años luz de cualquier universidad o centro de investigación. Como explicaba hace unos meses Euan Ashley, "los científicos universitarios reciben continuas 'tentaciones' para abandonar la academia e irse a la empresa privada". Pero, ¿está preparada la ciencia para eso?
Cada vez hay más voces que alertan contra la irrupción de un capital financiero casi ilimitado y el, consecuente, desmantelamiento de todo el ecosistema científico actual. Sobre todo, si no lo pensamos con calma. ¿Qué incentivos se están creando? ¿Será necesario el mecenazgo para 'competir' en la ciencia contemporánea? ¿Qué impacto tendrá en el comportamiento de los científicos?
La verdad es que no nos podemos permitir renunciar ni a los 3000 millones de Zuckerberg, ni a los recursos de Google Verily, ni al impulso de todos los que vendrán después. Son los que harán posible construir el mundo del que hablaba Priscilla Chan. Pero es bueno que tengamos en cuenta todos los ángulos, que pensemos bien los peligros y que pongamos los medios para evitar que una de las mejores cosas que hemos creado, la ciencia contemporánea, se rompa para siempre.
En Xataka | Lo de Zuckerberg no es caridad, sino una herramienta de inversión libre de impuestos