Lo que tienen en común la mayoría de los supercentenarios es "el error y el fraude", según una nueva investigación australiana

Lo que tienen en común la mayoría de los supercentenarios es "el error y el fraude", según una nueva investigación australiana
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Solo una de cada 1000 personas que llegan a cumplir los 100 años llega a a los 110. Eso significa que entre los casi 47 millones de personas que viven en España, solo 15 superarían la primera década de su segunda centena. El club de los supercentenarios es uno de lo más exclusivos que existen.

Y, precisamente por eso, es un fenómeno que ha sido obsesivamente estudiado por los científicos de la longevidad. ¿Qué está detrás de esas larguísimas vidas? ¿Los genes, el estilo de vida? ¿la dieta, el clima o la contaminación, quizás? Porque, ¿por qué son tan pocos? ¿por qué tienden a concentrarse en regiones concretas?

La respuesta, según Saul Justin Newman, del Instituto de Ciencias de Datos Biológicos de la Universidad Nacional de Australia, es más sencilla de lo que parece: porque en la inmensa mayoría de los casos los supercentenarios son fruto de "errores o fraudes".

Los norteamericanos que no sabían cuando nacían

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Para llegar a esta conclusión, Newman empezó analizando con detalle el registro de supercentenarios de EEUU como han hecho otras muchas investigaciones, pero con un enfoque distinto: se fijó en los registros y en las partidas de nacimiento. Así, Newman se dio cuenta de que a medida que los Estados de EEUU iban creando sistemas modernos y fiables para registrar los nacimientos el número de supercentenarios caía entre el 69 y el 82%.

Es decir, el número de personas que habían superado los 110 años de edad se desplomaba súbitamente justo tras la introducción de registro precisos. Como cada estado introdujo estos sistemas de forma descoordinada, la caída era sospechosa. La inmensa mayoría de los supercentenarios norteamericanos podían estar involucrados (intencionadamente o no) en una exageración.

Eso no implicaba que siete u ocho de cada diez supercentenarios estuvieran mintiendo, explicaba Newman. Aunque habría algunos casos, muchos de ellos probablemente recibieran fechas de nacimiento erróneas o, por la edad, hubieran perdido la noción del tiempo. Fuera como fuera, Newman tenía claro que había encontrado algo.

¿Y fuera de EEUU?

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Por ello, se fue a algunos de los lugares más longevos de la Tierra: Cerdeña (Italia), Okinawa (Japón) e Icaria (Grecia). Mientras que el caso norteamericano parece sorprendentemente claro, cuando Newman analiza los casos de Italia o Japón sus conclusiones se vuelven más especulativas. En enfoque de los registros deja de ser válido porque, según explica, regiones como Cerdeña tienen registros mucho más antiguos que los norteamericanos.

Aquí, en lugar de estudiar en detalle la precisión de dichos registros (y el impacto en ellos de las guerras y problemas sociales), el investigador opta por otra hipótesis. En sus datos, curiosamente, hay cierta correspondencia entre los lugares que concentran el mayor número de supercentenarios y los lugares con bajas esperanzas de vida y baja salud.

Newman señala que la hipótesis de que la marginalidad socioeconómica y las bajas expectativas de vida sean generadores de supercentenarios es una hipótesis poco extraña. Y a partir de ahí, salta sin demasiadas pruebas a sugerir que la mayor parte de casos de supercentenarios en estas tres regiones se deben a errores o fraudes. Sus conclusiones en este punto pueden sonar verosímiles, pero a todas luces requieren mucho trabajo de archivo para sustentarlas.

¿Estamos investigando a los ancianos equivocados?

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El estudio ha sido publicado en bioRxiv. Eso quiere decir que aun no ha sido revisado por otros investigadores y, me atrevería a aventurar, que las ideas sobre Italia, Japón y Grecia será reelaboradas antes de ser publicadas en una revista académica. No obstante, más allá de los problemas explicativos, lo que el trabajo de Newman pone en cuestión es "la validez de un extenso cuerpo de investigación basado en las edades reportadas de poblaciones e individuos".

Si el investigador lleva razón y lo que mejor predice la existencia de supercentenarios es el "error y fraude" buena parte de nuestros trabajos sobre longevidad podrían estar llenos de ruido. No es algo especialmente grave a largo plazo (porque la tendencia irá corrigiéndose), pero sí es un aviso para navegantes para acercarnos al límite de los 110 años con un sano escepticismo.

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