En junio de 2016, Cameron Underwood se disparó en la cara. El resultado fue la pérdida de la mayor parte de la mandíbula inferior, la nariz y todos los dientes menos uno. También sufrió daños importantes en la parte superior de la cara y en el paladar.
Tras meses de dolores y operaciones todo parecía indicar que la cirugía reconstructiva tradicional no podía hacer mucho más. Fue entonces cuando la madre de Cameron leyó un artículo sobre cómo el doctor Eduardo Rodríguez había llevado a cabo un trasplante facial en 2012. Les separaban 4500 kilómetros, pero tenían que intentarlo. Mereció la pena.
El trasplante facial número 40
Para Rodriguez, jefe de departamento de cirugía plástica reconstructiva en la NYU Langone, era su tercer trasplante. Algo excepcional teniendo en cuenta que desde el primero (en Francia en 2005) solo se han hecho 40 en el mundo. El anterior había durado más de 36 horas y había tenido al paciente 51 días en cuidados intensivos.
Pero el caso de Underwood era muy interesante. Cuando llegó a sus manos no había pasado ni un año de la lesión. Uno de los problemas más importantes de la recuperación de estos pacientes son superar las secuelas emocionales y psicológicas de convivir con el problema durante décadas. Underwood podía enseñarnos si reduciendo el tiempo de la intervención la rehabilitación era más rápida.
William Fisher, el donante, murió seis meses después. Era un joven de 23 años que estudiaba en la Universidad Johns Hopkins, jugaba al ajedrez y aspiraba con ser cineasta. En muy poco tiempo estaba todo listo. Más de 100 profesionales participaron en una operación que, gracias a los nuevos mapas computerizados, guías impresas en 3D y la utilización de un TAC en tiempo real, duró 'solo' 25 horas.
Un área quirúrgica en rápido desarrollo
Tecnológicamente, se trata del trasplante más avanzado del mundo y empleó impresoras tridimensionales, escáneres y las técnicas de imagen para el diagnóstico más precisas a tiempo real. Se necesitó el trasplante y reconstrucción de los huesos maxilares (mandíbula superior) y mandibulares (mandíbula inferior), incluidos los 32 dientes y las encías; el paladar, el suelo de la boca, los párpados inferiores, las mejillas y la nariz. La lengua y los párpados superiores son los del propio Underwood (pero necesitaron alguna reconstrucción).
Desde febrero, Underwood ha estado en rehabilitación (que incluía logopedia y ortodoncias) y, aunque permanecerá con medicación contra el rechazo de por vida, acaba de recibir el alta completa. El resultado de la operación es impresionante. Un pequeño milagro de la ciencia contemporánea para acabar la semana.