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Leyes que regulan cosas que no existen y normativas desfasadas: el sindiós de la legislación actual sobre CRISPR

A partir de enero de 2020, todos los "kits de terapia génica" que se vendan en California deberán advertir en la caja, de forma bien visible y en negrita, que no deben usarse en uno mismo. Es la consecuencia más llamativa de lo que unos preocupados políticos californianos han vendido como "la primera ley que regulaba directamente CRISPR" en EEUU.

El resultado es una fantástica ley que no regula ningún kit que esté (o vaya a estar en un futuro próximo) en el mercado. O, si lo preferís, un ejemplo perfecto de un problema que está contagiándose de parlamento en parlamento por todo el mundo: el poder legislativo no tiene claro qué hacer con las nuevas técnicas de ingeniería genética y se nota, vaya que si se nota.

CRIPSR no tiene quién le legisle

Caleb Wright

La prohibición es parte de un proyecto de Ley que firmó el Gobernador de California, Gavin Newsom, el 30 de julio y que surge de la preocupación de varios senadores estatales ante los posibles malos usos de los kits para biohacking amateur que puedan emplear CRISPR.

Una preocupación que pese a haber sido alimentada por la prensa y por los expertos, está tan fundada como hace año y medio: en la nada más absoluta. Y no lo digo yo. En los últimos días, medios como el MIT Technology Review han buscado algún kit orientado al consumidor final y no han sido capaces de encontrarlos.

En realidad, lo sorprendente hubiera sido lo contrario. La FDA ya dijo en 2017 que vender kits de edición genética destinados a la autoadminstración era "ilegal" en la medida en que no han sido testados. Como señalábamos en su momento, el biohacking "era, sobre todo, humo. Los kits que están en el mercado no tienen capacidad técnica para abordar problemas reales con CRISPR" y todo lo que se ha publicitado contra esa sencilla realidad o era marketing o era, directamente, un fraude.

Por eso, sorprende que la ley californiana se venda a bombo y platillo como la vanguardia regulatoria de una realidad que está a punto desembarcar en nuestras casas y garajes. Nada de eso. Que CRIPSR vaya a cambiarlo todo y que vaya a hacerlo mucho más rápido de lo podíamos esperar no quiere decir que mañana estemos modificándonos el ADN en el salón-comedor de la casa de verano. Y lejos de ser una señal de prudencia, este tipo de legislación preventiva e innecesaria suele convertirse en un problema a posteriori.

Y mientras tanto en Europa

Chuttersnap

Pero los problemas legislativos y regulatorios del CRISPR no se circunscriben a Estados Unidos. Europa, desde el verano pasado, se encuentra en una situación extraña: el Tribunal de la Unión decidió que todas las nuevas técnicas de mutagénesis (CRISPR incluido) debían ser consideradas OMG y, por ello, pasan a ser reguladas por la muy restrictiva directiva 2001/18/CE.

En la práctica, esa decisión judicial estaba dejando a los investigadores de toda Europa fuera de juego en la gran carrera biotecnológica. Al aplicarle la misma regulación que la que se aplicó a los transgénicos, lo razonable es pensar que el futuro de estas técnicas en Europa sea parecido al de los OMG: ninguno. En 20 años, la Unión Europea pasó de ser pionera en a quedarse en un discreto papel secundario.

Por ello, hace unas semanas, decenas de científicos de más de un centenar de institutos de investigación de toda Europa enviaron una carta abierta a las autoridades de la UE para exigir un cambio urgente sobre esta legislación que permita reconocer que lo actual no tiene ningún sentido científico.

El incierto futuro de la legislación genética

Y mientras EEUU y Europa definen qué quieren ser de mayores, el resto de países buscan también una forma de regular lo que esperamos que sea una de las tecnologías más disruptivas de los próximos años: Japón ha aprobado los ensayos con embriones tras años en stand-by, China trata de salir del callejón de los experimentos humanos mientras se convierte en la gran fábrica genética del mundo; y países como Rusia no quiere dar por perdida la batalla mientras vive una batalla cultural entre las élites científicas y la Iglesia Ortodoxa.

En definitiva, las cosas no están claras en el mundo de la edición genética y, a juzgar por los movimientos internacionales que estamos viendo, no parece que se vayan a aclarar.

Imágenes | Kendal James

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