Por primera vez, un equipo de oncólogos chinos ha usado CRISPR para editar genéticamente células del sistema inmune y, con ellas, tratar de combatir un cáncer de pulmón en una persona viva. Dicho así, suena más trascendental de lo que realmente es. Y ahí está la clave para entender qué está pasando en la escena biomédica internacional.
"Creo que esto va a desencadenar un Sputnik 2.0, un duelo biomédico entre China y Estados Unidos", explicaba Carl June, inmunólogo de la Universidad de Pensilvania. Pero, en realidad, esa carrera ya ha empezado: las grandes potencias mundiales quieren que el 'Apolo 11' de la ingeniería biomédica sea suyo. Y eso puede ser muy bueno o muy malo.
El primer ensayo de CRISPR en una persona
Durante mucho tiempo, la PD-1 (una proteína que hace que nuestro sistema inmune no ataque a las células tumorales) ha sido el objetivo de muchas investigaciones oncológicas. Si conseguíamos bloquear esa proteína el sistema inmune podría usarse como un arma contra el cáncer.
Eso es lo que han hecho en la Universidad de Sichuan utilizando CRISPR: editar genéticamente células del sistema inmune para bloquear esa proteína e introducirlas en el cuerpo del paciente. Es decir, dejando a un lado el uso de la famosa técnica de edición, hablamos fundamentalmente de terapia génica. Algo que llevamos estudiando de una forma u otra desde los años setenta.
No obstante, la técnica presenta dudas porque, en realidad, no sabemos cuál va a ser el comportamiento de esas células modificadas. Tampoco hay muchos detalles con los que podamos trabajar porque el equipo, pese a que comentó que el tratamiento "fue bien", no quiso avanzar muchos más detalles. En un principio y si todo va bien, los primeros resultados se conocerán en seis meses.
La nueva carrera es biomédica
Al final, China se ha adelantado. Y mientras Estados Unidos prepara su primer ensayo clínico para principios de 2017, en marzo del mismo año arrancarán al menos tres (1, 2 y 3) en la Universidad de Pekín. China lleva años empeñada en liderar la vanguardia de la biotecnología frente a unos EEUU en plena batalla legal y una Unión Europea, que pese a haber dado muestras de querer mover ficha, siempre va lenta en todo lo que conlleva el uso de seres humanos.
Mi intención no es restarle importancia al trabajo de los investigadores chinos, sino ponerlo en contexto. Efectivamente, que, con su sorprendente facilidad de uso y eficiencia, CRISPR llegue por fin a los ensayos clínicos es una excelente noticia. Además, la competencia, como dice Carl June, puede ser buena para avanzar; pero no parece que estemos hablando sólo de eso.
De lo que estamos hablando no es sólo de un mercado de 46.000 millones de dólares, sino de disponer de la tecnología propia, la formación y la pericia técnica necesarias para no perderse el próximo gran salto tecnológico. Quedarse rezagado aquí puede conllevar quedarse descolgado de los desarrollos científicos más interesantes de los próximos años y eso es algo que ninguna potencia actual puede permitirse sino quiere que la medicina se convierta, de nuevo, en una ventaja estratégica fundamental.