Las mujeres sufren más estrés, más depresión, más ansiedad. Son más proclives a enfermedades crónicas y más propensas a ser víctimas de violencia. En muchos países, ganan menos dinero que sus compañeros masculinos; en otros tantos, tienen (muchos) menos derechos civiles y políticos. Y, sin embargo, viven más.
Es así. Las mujeres viven más tiempo que los hombres en todos los países del mundo. En todos, sin excepción. Y, en muchos de ellos, la diferencia es de más de una década. Como decían Austad y Bartke en 2016, “no hay patrón más robusto en la biología humana”. La cuestión es que no sabemos por qué.
El factor biológico
La explicación tradicional a este fenómeno era que los hombres tenían más conductas de riesgo (fumar, beber, comer en exceso…) y profesiones más peligrosas que las mujeres. De hecho, a medida que las primeras se generalizaban y las segundas se hacían más seguras las diferencias entre géneros se han ido reduciendo (sin llegar nunca a desaparecer). En Reino Unido, por ejemplo, las diferencias han pasado de 6 a 4.1 años en las últimas tres décadas. En Rusia, se mantienen en 12 años.
Esto parecería confirmar un origen cultural, pero lo curioso es que este fenómeno no es algo que solo ocurre con los humanos: Jennifer C. Regan y Linda Partridge (2013) estudiaron el fenómeno en mamíferos, pájaros, reptiles e insectos. Y concluyeron que las diferencias entre machos y hembras se daban en todas las especies (estudiadas) que se reproducen sexualmente.
En este sentido, sabemos que las hembras tienen ciertas ventajas biológicas. El dimorfismo sexual en los vertebrados está mediado por diferencias hormonales y precisamente estas tienen efectos bien conocidos. El estrógeno, por ejemplo, reduce el colesterol “malo”, aumenta el “bueno” y, así, reduce el riesgo cardiovascular.
La testosterona, por su parte, tiene el efecto contrario. No en vano, la enfermedad cardiaca tiende a comenzar 10 años antes en hombres que en mujeres. No es extraño, pues, que los eunucos tuvieran vidas muy largas -- aunque aquí hay que sumar otros fenómenos. A esto se le suman otras teorías sobre el efecto saludable del ciclo menstrual o los insospechados beneficios de tener menor altura.
Y el factor cultural
Sea como sea, ”esta ventaja de supervivencia es notablemente uniforme en las mujeres en comparación con los hombres en los primeros años de vida y en los últimos años de vida” (Austad y Bartke, 2016). Y es que un análisis pormenorizado de las diferencias biológicas explica una parte del fenómeno, pero no lo explica todo.
La biología "juega" en favor de las mujeres, pero el factor cultural (y médico) tiene mucho que decir
El mero hecho de que la brecha vital se esté reduciendo (aunque no desaparezca del todo) en los países desarrollados señala que hay un factor cultural que lo corrige y modula.
Lo que no sabemos es cuál es el efecto real de ese factor cultural. En las últimas décadas (el último siglo, si me apuran) la esperanza de vida ha tendido a crecer de forma radical. Ese, junto con la reducción de la mortalidad materna durante el parto, han supuesto una mejora significativa para ambos sexos. Pero en el otro lado, hemos visto como la convergencia de comportamientos y condiciones de vida afectaba a todos.
Mientras esa convergencia no sea absoluta (y no lo es: los hombres siguen fumando más que las mujeres o conduciendo más imprudentemente que ellas), será difícil cuantificar a nivel poblacional cuánto hay de biológico y cuánto de cultural en la longevidad de las mujeres. Así que, pese a las muchísimas teorías que hay sobre el asunto y los avances en genética, seguimos sin conocer una respuesta y no la conoceremos en los próximos años.
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