Esto que se ve en la imagen son nanopartículas de plástico cruzando una barrera hematoencefálica y, en este caso, es una excelente noticia

Si hay un muro que realmente ha cambiado la historia de la humanidad y, si me apuras, de los seres vivos, ese ha sido la barrera hematoencefálica. Y es que este conjunto de tejidos que actúan como filtro entre el sistema sanguíneo y el sistema nervioso central es uno de los grandes sistemas defensivos del ser humano: mientras dejan pasar el oxígeno y otros componentes vitales para el funcionamiento del sistema, impide el paso de sustancias tóxicas que podrían dañar a nuestras neuronas.

No es un filtro perfecto, claro está. Hay sustancias como el alcohol, la nicotina o el éxtasis que sí consiguen atravesar la barrera y de qué manera. Pero ha sido lo suficientemente eficaz como para mantenernos con vida y volver locos a miles de científicos que llevan décadas tratando de burlarla para poder administrar fármacos y combatir todo tipo de enfermedades neurodegenerativas. Ahora un grupo de investigadores del canadiense INRS ha dado un paso más en la idea de que podemos usar nanopartículas para administrar medicamentos y tratar de ese tipo de problemas neurológicos.

¿Cómo meternos en la cabeza de la gente?

En 1885, mientras Paul Ehrlich intentaba tintar de azul la sangre de una rata, cuando se dio cuenta de que el cerebro permanecía sin tintarse: a barrera hematoencefálica había filtrado el tinte. Tardamos más de 80 años en descubrir por qué, pero desde entonces somos plenamente conscientes de que la barrera hematoencefálica es el principal obstáculo en el tratamiento de enfermedades como el Alzheimer y el Parkinson.

Hoy por hoy, para conseguir suficientes cantidades de fármaco más allá de la BHE, se necesitan dar dosis enormes a los pacientes. Algo que no deja de generar efectos secundarios. La clave sería ser capaces de superarla de forma fácil y sencilla. Y, en eso, las nanopartículas siempre han sido un asunto que estaba ahí, como una promesa distante que nunca llegaba a materializarse. El equipo del INRS ha conseguido demostrar que ciertas nanopartículas con propiedades específicas pueden encapsular los fármacos, atravesar la barrera y llegar a las células neuronales de forma satisfactoria.

Para ello, los investigadores diseñaron unas nanopartículas de poliácido láctico (PLA) (uno de los bioplásticos más utilizados del mundo que es 'fácilmente' degradable en el organismo, según el equipo) y las recubrieron de una capa de polietilenglicol (PEG) para "hacerlas invisibles al sistema inmunitario)". De esta forma, trataban de minimizar la toxicidad y las posibles respuestas inmunes.

Eso sí, en peces cebra. "Esta especie ofrece varias ventajas. Su barrera hematoencefálica es similar a la de los humanos y su piel transparente permite ver la distribución de las nanopartículas casi en tiempo real", explican los investigadores. Es decir, mediante pruebas in vivo el equipo fue capaz de observar el cruce de la barrera hematoencefálica y analizar su distribución por todo el cuerpo del animal.

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