El problema no es que el jamón sea malo, el problema es que ya no nos creemos este tipo de estudios

Ahora le toca al jamón. Ayer se publicó un artículo que relacionaba directamente el consumo de carne curada con el empeoramiento de los síntomas del asma. Puede ser, no es probable (el estudio tiene problemas metodológicos), pero puede ser.

En general, hemos estudiado mucho los efectos de sustancias raras y en cantidades grandes, pero sabemos poco de cosas de consumo usual y en cantidades normales. El problema es que da igual: todas las semanas se publican estudios sobre los problemas o beneficios de los alimentos y, a estas alturas, no se los cree nadie. Tenemos un problema

Hoy le toca al jamón

El estudio ha hecho un seguimiento a casi mil pacientes con trastornos respiratorios relacionados con el asma durante siete años. Además, con un cuestionario de 118 ítems y 46 grupos de alimentos, han ido recabando información sobre la alimentación durante este tiempo.

Según explican los investigadores franceses, los enfermos que consumían cosas como jamón, salchichón o salchichas curadas tenían hasta un 76% más de posibilidades de que sus síntomas se empeoren. Es decir, si se tienen en cuenta la edad, el sexo, el nivel educativo y la actividad física, la relación entre consumo y empeoramiento es clara.

Bueno, en realidad, no es tan claro. Si nos fijamos en los detalles, este estudio no nos puede llevar a concluir que la carne curada sea perjudicial para el asma. Es un estudio observacional, con pocos participantes y una metodología cuestionable. Además, de ninguna forma, los datos no apoyan la opinión de los autores de que "por el momento, la estrategia de salud pública debe estar encaminada a reducir el consumo de carne curada".

¿Qué está pasando en la alimentación?

El problema no es el jamón. Si he de ser sincero poco importa si ponen en marcha políticas de salud pública para limitar el consumo de carne curada. El problema es el efecto de este baile de estudios sobre la opinión pública y la alimentación de la sociedad.

Porque en realidad, da igual lo que digan los estudios. No podemos pensar en el mundo de la alimentación como un sosegado debate científico-sanitario. Se trata de una salvaje batalla en la que los estudios son simples armas estratégicas. No se trata de llegar a la verdad: se trata de llegar a una verdad que nos interese.

El mejor ejemplo es el alcohol. Actualmente sabemos que no hay una "cantidad recomendable" de alcohol y que beber con moderación causa cáncer. Sí, con moderación. Y más aún, los estudios más serios señalan que beber alcohol no presenta ningún beneficio para la salud. Sin embargo, eso no tiene ningún efecto a nivel de salud pública.

Y en esta coyuntura, ¿quién va a creer en el próximo estudio? ¿Quién va a hacer caso a la próxima recomendación sanitaria? En realidad, da igual que el jamón provoque asma, que el alcohol provoque cáncer o que el azúcar sea uno de los mayores problemas sanitarios actuales. Lo que está en juego es algo más serio porque lo que está en juego es el largo plazo: ¿seremos capaces de transcender la batalla de estudios e intereses y apostar por una alimentación basada en la evidencia? Nos va la salud en ello.

Imágenes | V1ctor

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