Un fármaco barato, accesible y muy conocido acaba de dar un golpe encima de la mesa de los tratamientos frente al COVID19. Según las conclusiones que se han hecho públicas los investigadores de Oxford y el NHS británico, la dexametasona en bajas dosis ha conseguido reducir un tercio las muertes en pacientes con soporte respiratorio. Se trataría de un ensayo aleatorizado y, de confirmarse, estaríamos hablando del primer fármaco que mejoraría las posibilidades de supervivencia.
Lo de 'aleatorizado' no es un dato más. Durante estas semanas, miles de investigadores han estado en vilo mientras se resolvía la utilidad real de la hidroxicloroquina. Todos los estudios con ella habían tenido una cosa en común: eran metodológicamente malos. Aún no se ha publicado el estudio, pero los datos preliminares muestran que el ensayo de la dexametasona ha escogido la ruta más difícil y parece ser bastante sólido.
Seamos prudentes y no lacemos las campanas al vuelo hasta confirmarlo bien: pero si todo es como parece, estamos ante una noticia excepcional que ayudará a salvar muchas vidas.
Un medicamento para la peor parte de la enfermedad
Hasta ahora, nuestra mejor opción terapeútica parecía el remdesivir, un medicamento que parecía bloquear la replicación del coronavirus mediante la inhibición de una enzima concreta conocida como ARN polimerasa ARN dependiente. El problema es que este fármaco no solo era caro y escaso, sino que simplemente reducía el tiempo de recuperación en el hospital. Es mucho en plena pandemia, cierto. Pero la dexametasona es algo completamente distinto.
Se trata de un corticoesteroide barato y muy conocido que, siempre según los investigadores, ha conseguido disminuir el riesgo de muerte un 20% para los pacientes con ventilación mecánica y un 20% para aquellos que tienen oxígeno. Es muy importante entender cuál es la lógica de esto y por qué solo funciona con pacientes muy graves.
A diferencia del remdescivir, la dexametasona no actúa sobre el virus, actúa sobre el sistema inmune. Lo deprime, para ser más precisos. Los investigadores la han usado para mitigar los efectos de la respuesta inmune desbocada que aparece en las últimas etapas de la enfermedad. Sin embargo, no tiene sentido tomarla de forma preventiva porque haría el efecto contrario: nos dejaría más indefensos ante el virus.
Insisto: hemos de ser muy prudentes. Durante la crisis del coronavirus hemos visto cómo estudios enormes que aparecían en revistas de enorme prestigio se deshacían como azucarillos en agua caliente. Y solo en cuestión de horas. Es cierto que, en este caso, los datos cuadran y los investigadores que están detrás parecen confiables. Sin embargo, la situación de la ciencia actual nos exige ser muy rigurosos, sobre todo, con las buenas noticias.