En lo que se convertirá en un ejemplo canónico de síntesis del discurso conspiranoico, el conocido cantante español Miguel Bosé agitó ayer las redes sociales con un rosario de improperios contra Bill Gates, la vacuna del coronavirus y el 5G. Aunque el ramillete de tuits está lleno de errores fácticos y graves acusaciones, no contiene nada que no estemos acostumbrados a leer en los grupos, blogs y medios del movimiento antivacunas mundial.
Y seguramente eso sea la clave. Este mismo fin de semana, en la plaza de Callao de Madrid, el movimiento antivacunas convocaba una pequeña manifestación contra los esfuerzos por encontrar una vacuna frente al coronavirus; pero esto es solo la punta del Iceberg. Cada vez más expertos empiezan a avisar de que, pese a lo minoritarias de estas posturas, el alcance de estos grupos podría minar los esfuerzos para poner fin a la pandemia.
¿Qué es GAVI? ¿Qué tiene que ver la vacuna con el 5G? ¿Y Gates con el control mundial?
Miguel Bosé estalló por el anuncio del presidente Pedro Sánchez de que España iba a "revalidar su "compromiso con GAVI" aportando 50 millones de euros para "asegurar el acceso equitativo a las vacunas". Según el cantante, GAVI sería una "farmacéutica propiedad de la fundación Bill y Melinda Gates" que habría sido "expulsada de la India" por sus vacunas fallidas.
En realidad, GAVI son las siglas de 'Global Alliance for Vaccines and Immunization' una iniciativa multinacional que trata de comprar vacunas al por mayor para tener poder de negociación y conseguir precios asequibles para los países más pobres del mundo. Y funciona. Como explicaba Eva Belmonte, mientras la vacuna contra el neumococo cuesta 113,5 euros en Estados Unidos y 42,5 en España, GAVI es capaz de servirla a solo 7 euros.
Este quizás sea el caso más llamativo de una alianza en la que participan no solo los países en desarrollo y los países donantes sino la Organización Mundial de la Salud, UNICEF, el Banco Mundial, la industria farmaceútica, numerosas agencias técnicas y sí, efectivamente, la fundación Bill y Melinda Gates.
A partir de ahí las acusaciones de Bosé se van haciendo más confusas y falsas. Hasta donde sabemos, la Fundación Gates no ha sido expulsada de la India y, por supuesto, no existe ningún plan mundial para insertar microchips a toda la población mundial usando las vacunas como caballo de Troya. Según parece, esta última teoría surge de una entrada de Gates Notes en la que el fundador de Microsoft comentaba la posibilidad de usar "certificados digitales" que no "chips" para mejorar nuestro manejo del virus.
La conspiración del 5G ("clave en esta operación de dominio global", según Bosé) acaba por poner la guinda a lo que como decía es un pleno al quince de los temas favoritos de los movimientos anticiencia. En Xataka, hemos tratado largo y tendido no solo la tecnología que hay detrás del 5G, sino los mecanismos sociales, antropológicas y psicológicos que están detrás de las teorías conspiranoicas del 5G.
El peligro de los antivacunas
Pero más allá de la polémica, no faltan expertos que entienden que las campañas del movimiento antivacunas en las últimas semanas como todo un aviso a navegantes. En las últimas semanas, además del bulo que comentaba más arriba sobre los implantes de chips, los antivacunas llevan moviendo historias falsas (llegando a decir que una participante británica en los ensayos de la vacuna murió como consecuencia de ello) y han tomado un papel muy activo en las movilizaciones anti-confinamiento de muchos países del mundo.
Neil Johnson, físico de la Universidad George Washington y uno de los grandes expertos en movimientos anticiencia señalaba en Nature que "en Internet, los movimientos antivacunas han sido rápidos a la hora de dirigir su atención a la pandemia" y, de hecho, "para muchos de estos grupos, ahora todo gira en torno a la COVID". Y no se trata de una impresión subjetiva.
El grupo de investigación de Johnson lleva meses (desde antes de la explosión de la pandemia) monitorizando más de 1300 páginas de Facebook que reunían a unos 85 millones de usuarios con la idea de mapear las opiniones relativas a las vacunas. Sus conclusiones son que, aunque las páginas antivacunas tienen menos seguidores que las de los grupos provacunación, hay más y reciben más enlaces externos (desde foros de madres y padres que no tienen claras sus posturas, por ejemplo). Por contra, siempre según el equipo de Johnson, las páginas provacunanción suelen estar desconectadas de los debates públicos sobre el tema.
Por ejemplo, durante el boom del sarampión en 2019, fueron las páginas antivacunas las que más enlaces ganaron. Heidi Larson, directora del Vaccine Confidence Project de la LSHTM, señalaba que los resultados de Johnson muestran que "la comunidad provacunación está básicamente aferrada a su propia narrativa y solo habla entre sí, pero ni se extiende ni da respuesta al discurso que reina entre las personas indecisas". Esto dibuja una tendencia que, mediante simulaciones de ordenador, lleva a los investigadores a pensar que el movimiento antivacunas podría convertirse en mayoritario en solo una decena de años.
El mismo fenómeno parece estar dándose con la pandemia del coronavirus. Los datos provisionales de Johnson muestran que los grupos antivacunas están haciendo consiguiendo atraer enlaces y conversaciones de personas que más dudas e incertidumbres tienen sobre el virus y la seguridad de la vacuna. Y esto no son buenas noticias. La Organización Mundial de la Salud ya declaró que el rechazo a la inmunización era una de las principales amenazas sanitarias de 2019 y los estudios que tenemos ya encima de la mesa indican que efectivamente existe una fuerte relación entre creer en conspiraciones y tener una baja predisposición a ponerse una vacuna contra la covid.
La dimensión del problema
Es decir, aunque sean difíciles de cuantificar, las preocupaciones son reales. Sobre todo, cuando uno de los principales objetivos de los países es obtener una inmunidad de grupo (vía vacuna descartadas otras opciones) que nos permita no solo desarrollar una vida normal, sino proteger a los más vulnerables. Un objetivo que las declaraciones de Miguel Bosé hace un poco más difícil de conseguir.
No obstante, tampoco no debemos sobredimensionar el problema hasta el punto que oscurezca otros factores. La experiencia de 2019 nos dice que, sin olvidarnos del movimiento antivacunas, uno de los factores que posiblemente contribuya en mayor medida a frenar la extensión de la vacuna será la crisis económica que parece que originará la pandemia. La falta de recursos, la marginación social y los conflictos civiles son la mayor causa tras el resurgimiento de la enfermedades en el mundo. No hay razón para pensar que no lo serán tras el coronavirus.
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