Entre 1991 y 2018, el registro de patentes de EEUU reconoció cinco millones de patentes. Justo las mismas que en los 155 años anteriores. Hay quien dice que se debió a un pequeño cambio legislativo de 1982, pero siguiendo la pista de lo que publican Jant Freilich y Lisa Larrimore Oullette hoy en Science la respuesta puede ser otra: el descubrimiento de la ficción.
O como lo llaman los estadounidenses, "ejemplos proféticos". Y es que, desde 1981, la Oficina de Marcas y Patentes del país permite oficialmente registrar conceptos e ideas aunque estos tengan una conexión muy tenue con la realidad. Así tenemos una enorme cantidad de patentes que se basan en datos, modelos y experimentos totalmente ficticios. Un lío que distorsiona la comprensión de los problemas y judicializa la innovación.
En realidad, esto no debería ser un gran problema para el resto del mundo. Las legislaciones de Europa, Canada, Japón o China son tremendamente escépticas ante este tipo de prácticas. Y, sin embargo, el peso que Estados Unidos en la economía mundial no hace más que hacernos la vida más complicada. ¿Ha legado la hora de hacer algo ante toda esta innovación hipotética y desconectada de la realidad?
Una de cada cuatro patentes norteamericanas
En concreto, Jant Freilich y Lisa Larrimore Oullette han estudiado el problema en el ámbito de la biología y la química. Según explican, al menos, el 17% de estas patentes están totalmente basadas en ejemplos proféticos y una de cada cuatro contienen algún ejemplo de este tipo. Aunque las cifras pueden ser mayores.
De hecho, tras realizar varias encuestas en el sector han llegado a la conclusión de que se trata de una práctica bastante extendida. El único requisito que establece la legislación norteamericana para el uso de los ejemplos hipotéticos es que no estén escritos en pasado. Gracias a ellos no solo se puede ampliar su cobertura legal o prorrogar una patente, sino que abre la puerta a bloquear tecnologías de la competencia.
Un sistema innecesariamente confuso
Aunque el problema va más allá de los malos usos que se nos pueden ocurrir. Para Freilich y Larrimore Oullette, dado que la introducción de ejemplos proféticos imita formalmente a los reales, con frecuencia incluye detalles excesivos como información sobre la muestra o todo tipo de resultados numéricos inventados. Además, como descubrieron las autoras en su análisis, 99 de cada 100 patentes no aclaran que los datos que contienen son hipotéticos.
Eso hace que sea muy difícil distinguir la realidad de la ficción. O lo que es lo mismo, dificulta sobre manera hacerse una idea del estado real de la investigación y el desarrollo en el mundo más allá del juego estratégico de las patentes.
"¿Qué podemos hacer?" Se preguntan Freilich y Larrimore Oullette y su petición es más sencilla de lo que podríamos esperar: lejos de agendas demasiado ambiciosas, las autoras creen que introducir como requisito "etiquetas" que aclaren si los datos que se dan en las patentes son reales o no, ya sería un paso de gigante para clarificar qué pasa en el mundo de la investigación industrial. En u mundo en el que las patentes importan casi más que los desarrollos, podría ser un gamechanger. Aunque, por eso mismo, nadie es demasiado optimista: el lío de las patentes tiene toda la pinta de que se perpetuará.
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