“No hemos perdido, como especie, el sistema sensorial magnético que tenían nuestros ancestros [hace millones de años]. Somos parte de la biosfera magnética de la Tierra”, explicaba a The Guardian Joseph Kirschvink, investigador principal del estudio y profesor en el Instituto Tecnológico de California (CalTech). Y es que, no os desorientéis, pero acabamos de descubrir las primeras evidencias de que podemos captar el campo magnético de la Tierra aunque no nos demos cuenta.
En las últimas dos décadas, los investigadores fueron encontrando ese “superpoder” en cada vez más animales, pero la pregunta seguía siendo la misma: ¿podíamos tener los seres humanos una capacidad similar, aunque no fuéramos conscientes de ello? Pues un equipo de investigadores americanos y japoneses acaba de descubrir que es posible que sí.
¿Magnetorrecepción en humanos?
Una jaula de aluminio Para descubrir este sorprendente hallazgo, los investigadores construyeron una jaula (de Faraday) con pareces de aluminio que permitía aislar las instalaciones de las distintas interferencias electromagnéticas. Con la ayuda de electroimanes, los investigadores consiguieron crear campos magnéticos dentro de la jaula con una fuerza parecida al de la Tierra.
A los 34 participantes solo se les pidió que estuvieran quietos, a oscuras dentro de la jaula mientras se medía su actividad cerebral con un electroencefalograma. Los investigadores los sometieron a distintos campos magnéticos y a una prueba de control sin usar los electroimanes.
¿Qué pasó? Según explican en eNeuro, en algunos escenarios se podían detectar un cambio de las ondas alfa de los participantes. Las ondas alfa son aquellas que muestran un estado de calma y relax en los individuos. Como los cambios en las ondas ocurrían fundamentalmente cuando modificaban el campo magnético (estando los participante en reposo), los investigadores concluyeron que los participantes eran capaces de detectar un cambio inesperado (y muy raro) del entorno: el cambio en los campos magnéticos. Ahi lo tenían.
¿En serio? Es muy conocido que muchos animales migratorios usan estos campos para orientarse, pero, como señalaba Antonio J. Osuna, no solo los animales que migran tienen esta extraña habilidad. Los corzos, cuando huyen y quizás como una adaptación para mantener la manada unida, lo hacen orientados con el campo magnético terrestre. También aparece en roedores, zorros o delfines. Pero el caso más impresionante es el de los perros: un estudio de 2013 descubrió que “hacen sus necesidades orientados en el eje norte-sur”
¿Cómo lo explican? Ahora mismo no existe una explicación real. Es decir, no conocemos el mecanismo, pero los autores señalan como hipótesis que es posible que tengamos células con cristales de hierro capaces de detectar el campo magnético de la tierra. Puede ser, pero hasta que no las encontremos nada está claro.
¿Qué implicaciones tiene? Entre pocas y ninguna. Como los mismos investigadores dicen, una “respuesta neuronal ocasionada por campos magnéticos no significa que el sentido magnético se manifieste en el comportamiento o se perciba conscientemente”. Es decir, aunque queda muchísimo por investigar, de confirmarse el descubrimiento es probable que estemos ante un vestigio de los elaboradísimos sistemas de magnetorrecepción de otras especies. Si tiene alguna otra función, el tiempo lo dirá.
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