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Una serpiente americana está acabando con dos lagartos autóctonos canarios: el último efecto de la moda de las mascotas exóticas

Desde hace años en Gran Canaria hay una pequeña criatura —lo de pequeña es relativo, ya que llega a alcanzar 180 cm de largo— que trae de cabeza a los biólogos y las autoridades encargadas de preservar el medio ambiente: la serpiente real de California (Lampropelties californiae), un reptil de carácter dócil y tímido, oriundo del oeste de Norteamérica y México, que triunfó en su día como mascota y genera ahora en el ecosistema insular el mismo efecto que una bomba de relojería. La razón: su voracidad. O mejor dicho, la voracidad con la que engulle dos de sus platos favoritos en la isla: el lagarto gigante (Gallotia stehlini) y el eslizón (Chalcides sexlineatus).

Tras años de estragos y a pesar de los intentos de las autoridades por controlar su impacto, los expertos alertan de que la serpiente californiana ha reducido de forma drástica la población de ambas especies autóctonas. Un artículo publicado por Julien C. Piquet y Marta López-Darias —ambas del Instituto de Productos Naturales y Agrobiología (IPNA-CSIC)— en The Royal Society Publishing, advierten de un nivel de disminución que supera, en las zonas invadidas, el 50%.

De mascota a quebradero de cabeza

Para su estudio las científicas analizaron la densidad de los reptiles autóctonos en espacios ocupados por la culebra californiana. También en zonas libres de su azote. Tras capturar ejemplares e incluso buscarlos bajo las piedras, llegaron a una conclusión clara: “La abundancia de todas las especies fue menor en los sitios invadidos”. En el caso del lagarto gigante la reducción superó el 90% y en el del eslizón excedió del 80%. Las expertas estudiaron también una tercera especie autóctona, el gecko de pared de Boettger (Tarentola boettgeri). Su caída en los espacios "invadidos" fue menor que la de los otros dos reptiles, pero igualmente notable: más del 50%.

“Nuestros resultados ilustran el severo impacto de Lampropeltis californiae en la herpetofauna endémica de Gran Canaria y destacan la necesidad de reforzar las medidas para gestionar para gestionar esta invasión”, concluye el informe, y zanja: “Las serpientes invasoras representan una serie amenaza para biodiversidad de las islas, ya que son responsables de impactos de gran alcance que son notablemente poco estudiados, particularmente en lo que respecta a los reptiles nativos”.

El impacto —anota la revista Investigación y Ciencia— está relacionado con el papel que desempeñan los reptiles autóctonos en las islas, donde juegan un rol crucial en las redes tróficas y sustituyen funciones ecológicas de las que se encargan otras especies en las zonas continentales. Conscientes del problema y del tremendo impacto de la serpiente real de California, las autoridades insulares llevan tiempo intentando controlar su huella en la isla. Solo el año pasado, el proyecto #Stopculebrareal (Post-LIFE LAMPROPELTIES) se saldó con 1.990 capturas de ejemplares.

La presencia de la culebra californiana en tierras de Gran Canaria no es nueva. Los primeros registros datan de 1998, hace más dos décadas. Para 2007 estaba confirmada ya su naturalización y reproducción en el este de la isla. En la ficha que el Catálogo Español de Especies Exóticas Invasoras dedica a Colubridae —los colúbridos— se detalla que “una de las especies de esta familia que más problemas está causando en las islas es la culebra real de California” y se recuerdan los esfuerzos aplicados sobre el terreno para reducir su tremendo impacto.

La entrada y la dispersión de la serpiente en el archipiélago se relaciona con el tirón que tuvo hace años como mascota. En 2019 la Guardia Civil informaba por ejemplo de que había decomisado un ejemplar a un hombre que la tenía en su casa en Tenerife. La Lampropelties californiae no es, en cualquier caso, el único ejemplo de especie que pasó de estar recluida en terráreos a traer de cabeza a las autoridades medioambientales. Algo similar pasó en su momenyo con las tortugas de Florida (Trachemys scripta) o la cotorra argentina (Myiospsitta monachus), por citar solo dos casos.

Imágenes | gilaman (Flickr) y California Department of Fish and Wildlife (Flickr)

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