En el triángulo que se extiende entre Salta, Antofagasta y Oruro se concentra más del 85% de las reservas conocidas de litio del planeta. Allí, entre Argentina, Bolivia y Chile se esconden reservas de litio equivalentes a todo petróleo existente en Arabia Saudi y más de la mitad de ellas están en territorio chileno.
Teniendo en cuenta que se estimaba que para producir una batería de un Tesla Model S hace falta una cantidad de litio similar a la de 10.000 smartphones, se hace evidente que tener grandes reservas de uno de los materiales más codiciados del mundo es para Chile una excelente baza geoestratégica. Sí y también una maldición.
La fiebre del litio
La clave aquí quizás sea que en el Salar de Atacama el litio no sólo es abundante, es barato de explotar. Se encuentra en forma de salmuera con altísimas concentraciones del metal. Esto ha hecho que el costo de producción fuera el más bajo a nivel planetario. Sin embargo, hasta 2012 esto no era un problema.
A finales de la década de los 70, la dictadura de Pinochet reguló la extracción algunos minerales que consideraba estratégicos e impidió a las empresas extranjeras explotarlos dividendo los minerales en dos grandes grupos: los 'concesionables' y los 'no concesionables'. Los más comunes fueron ubicados en el primer grupo (con la gran industria chilena del cobre a la cabeza, por ejemplo) mientras que otros, como los hidrocarburos o el litio, fueron clasificados dentro del segundo. En aquella época, el litio era considerado "material estratégico" por su uso en centrales nucleares de fusión y en la fabricación de ojivas nucleares. No sabían lo que estaba por llegar.
Durante décadas, dos empresas (la Sociedad Chilena del Litio - SCL - y la Sociedad Química y Minera de Chile - Soquimich, SQM) tuvieron el monopolio para extraerlo. Sin embargo, en los últimos tiempos las presiones sobre el gobierno chileno para que levantara la moratoria contra las multinacionales mineras. Finalmente, en 2012 el gobierno de Piñera puso sobre la mesa los Contratos Especiales de Operación de Litio (Ceol) que permitirían la explotación de 523.000 toneladas del mineral por empresa en concesiones de hasta 20 años.
Los contratos se firmaron en 2016 y dos años después ya estaban generando tantos problemas que Corfo, la agencia del gobierno chileno de Fomento, presentó una demanda arbitral ante la Cámara de Comercio Internacional para obligar a la multinacional estadounidense Albermarle a cumplir el contrato que les permitía explotar el suelo chileno hasta 2043.
La maldición de los recursos naturales
Chile quería dejar de ser un productor de materias primas y convertirse en fabricante como vía para escapar de la "maldición de los recursos naturales". Hemos hablado en muchas ocasiones sobre los problemas económicos e institucionales que arrastran las minas del mundo tecnológico actual, pero es que Chile lo sabe especialmente bien.
Entre 1884 y 1930 la economía chilena creció en torno al salitre, un compuesto de especial utilidad en agricultura cuyo mercado mundial dominaba casi en exclusiva. Cuando a principios del siglo XX Alemania desarrolló los primeros fertilizantes sintéticos la economía entró en una crisis profundísima con revueltas civiles incluidas.
Por ello, la intención de las autoridades chilenas era que no se repitiera el problema del salitre y que el país pudiera convertirse en una potencia en el mundo de la producción de baterías. Sin embargo, todo esto es más difícil de lo que parece: el caso de Albermarle, los problemas medioambientales y las acusaciones de corrupción generalizadas hacen que, aunque el Gobierno apriete el acelerador, cada vez más analistas duden de que Chile pueda llegar a ser lo que quería ser.
Imagen | Salar de Uyuni (Bolivia) - Coordenação-Geral de Observação da Terra/INPE
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