Tumbados en la playa, mientras se tuestan al sol, millones de turistas ignoran que bajo ellos se esconde el segundo recurso natural más consumido del mundo: la arena. Cada año se usan 50.000 millones de toneladas de arena, grava y gravilla. "Una cantidad suficiente para cubrir la superficie de todo Reino Unido", decía en BBC Future Vince Beiser, autor de 'The World in a Grain', una historia de la arena y de cómo transformó la civilización.
Decir que "la arena transformó la civilización" puede parecer afirmación un poco exagerada, pero en cuanto nos damos cuenta de que los áridos son los ingredientes básicos de cosas como el hormigón, el asfalto o el vidrio, empezamos a mirar a la arena con otros ojos. No obstante, la sorpresa no se acaba ahí: precisamente por ser un material tan fundamental, el mundo se está quedando sin ella.
¿Sin arena? ¿Nos estamos quedando sin arena?
Aparentemente, no hay afirmación más absurda que la que acabo de hacer. No parece posible que tengamos problemas de arena. Tenemos hectáreas y hectáreas de desierto de medio mundo. Solo el Sahara son nueve millones de kilómetros cuadrados con dunas de arena que pueden alcanzar los 200 metros de altura. Pero, por si fuera poco, siempre decimos que el mundo se está desertificando. ¿Cómo va a faltar arena?
El problema es que la del desierto es en buena medida inútil para lo que nosotros usamos la arena. Por ejemplo, no tienen una estructura apropiada para fabricar hormigón. Dado que en el desierto los granos de arena fueron erosionados por el viento (en lugar de por el agua) son demasiado lisos y redondeados para producir hormigón estable. Necesitamos arena, sí; pero la que se encuentra fundamentalmente en los lechos de los ríos, los lagos y el mar.
Sobre esta grava construiré mi ciudad
Desde el año 2000, la humanidad ha triplicado la cantidad de arena que se usa en la construcción. Esto tiene varias explicaciones, aunque la principal es el hecho de que cada vez hay más gente viviendo en ciudades. Esta "urbanización" vertiginosa crear edificios, infraestructuras y todo lo necesario para una población cada vez mayor. Y construirlo de la nada.
El otro elemento clave son los proyectos de ingeniería que quieren ganarle espacio al mar y que usan áridos para ese tipo de construcciones. Cientos de kilómetros se ganan al mar cada año para crear resorts turísticos, ampliar puertos y construir nuevas zonas urbanas. En total, se estima que los seres humanos hemos añadido 13.565 kilómetros cuadrados de tierra firme desde 1985. Eso es el tamaño de toda la isla de Jamaica.
Como nos podemos imaginar, hablamos de una demanda imponente y unos beneficios más que considerables. Una demanda que, según los expertos, pronto no tendremos manera de suplir. Por ello, el primer perjudicado de esta vorágine ha sido el medio ambiente con unas consecuencias para los lechos fluviales tan desastrosas que muchos países desarrollados han prohibido la extracción. Pero las consecuencias han ido rápidamente más allá.
Beiser explicaba que eso ha convertido en un imán para grupos criminales de los países en desarrollo. En el último año, al menos un empresario sudafricano, un activista mexicano y dos aldeanos indias han muerto a tiros por conflictos vinculados a la arena. Va camino de crearse una auténtica geopolítica de los áridos.
¿Hay alternativa?
Aunque hay muchos grupos de investigadores trabajando en nuevos hormigones basados en cenizas, plástico triturado o cáscaras de arroz, lo cierto es que están muy lejos de conseguir hormigones útiles. Incluso las investigaciones orientadas a usar menos arena o a reciclar hormigón están muy lejos de ser alternativas viables.
Es decir, hoy por hoy, no tenemos una alternativa clara para sustituir la enorme demanda de arena, grava y gravilla que tiene una humanidad en continuo desarrollo. Y seguramente ese sea el mayor problema. Fundamentalmente porque nuestra civilización, hoy por hoy, se alza sobre el hormigón, el asfalto y el vidrio. Si es verdad que el mundo se queda sin arena, todo está a punto de cambiar.