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El futuro ya no es lo que era: Enrique Dans y lo que le pasa a la tecnología cuando se estrella con la realidad

Cuando yo llegué a Internet ya estaban las calles puestas. Es verdad que las marcas internacionales aún no habían invadido la calle principal, ni los grandes almacenes habían conseguido ponerle puertas al campo a base de construir centros comerciales en las afueras de la ciudad, pero en lo sustancial todo estaba allí.

Los niños aún jugábamos solos en las salas de chats, los viejos tenderos regentaban sus webs a base de htmls estáticos y la ingenuidad era aún un fenómeno meteorológico: un anticiclón, un largo verano que nos invitaba a pensar que todo estaba por hacer. Enrique Dans, por supuesto, ya era parte del paisaje.

Redescubriendo a Dans

Enrique Dans con su anterior libro 'Todo va a cambiar' (2010) - Adolfo Plasencia

Desde lejos, Dans era ese tipo de personaje que, borracho de tecnología, se había propuesto vivir "arrebatado por los cambios" que el mundo estaba a punto de traernos. Era la viva imagen del tecnólogo demasiado apasionado, del early adopter vital, el gran groupie de internet. El equivalente moderno a esos exploradores que, hartos del aburrimiento de la academia, se lanzaban a descubrir terra ignota mientras eran mirados con desdén desde los cafés y los clubs donde se movía la sociedad in.

Nunca fue cierto, claro. En realidad, esa imagen de Dans como fan fatal de las nuevas tecnologías solo se podía sostener si no habías leído su trabajo, si construías su retrato a fuerza de titular barato y tuit descontextualizado. Pero como decía Bacon en su De dignitate et augmentis scientiarum, "distorsiona, que algo queda". Y algo quedó.

Basta echar un vistazo por la red, para descubrir que incluso gente como yo, que durante años hemos leído buena parte de las cosas que diariamente publicaba en el blog, tiene dificultades para quitarle ese halo de neofilia (algo) mórbida a la figura de un profesor riguroso y apasionado que, por lo demás, ha sido fundamental en el desarrollo del internet español. Por eso, leer 'Viviendo en el futuro' es, a la vez, intelectualmente estimulante y una fantástica sorpresa.

El fin de la civilización humana

Li An Lim

"La idea de que la civilización humana puede terminarse en un plazo que no excede el tiempo razonable que puede quedarme de vida me resulta enormemente preocupante". Bajo esta premisa, Enrique Dans vuelve a las librerías diez años después de aquel 'Todo va a cambiar' que nos acompañó en el desarrollo incipiente de el internet español.

En el fondo, es una reflexión muy incisiva sobre el papel de la tecnología en una cuenta atrás, la de "un planeta prácticamente inhabitable y un escenario de crisis mundial sin precedentes, previsto no como creían algunos, para generaciones posteriores, sino dentro de unos veinte años. Repítelo despacio: vein-te-a-ños".

Podríamos decir que 'Viviendo en el futuro' es, parafraseando a Irving Kristol, lo que ocurre cuando el mundo de la tecnología se da de bruces con la realidad. Y, sin embargo, pese a la mayor parte de literatura climática que ha llegado a los anaqueles de las librerías este año, es especialmente esperanzador.

La cara B de la tecnología

Foto: Oscar Dacosta

Me reuní con Dans en su despacho del IE Business School, donde ha sido profesor de innovación desde el año 90, y lo primero que le pregunté fue si, como rezaba el título de su primer libro, todo había cambiado. ¿Qué había pasado en estos diez años para que fuera necesario escribir 'Viviendo en el futuro'?

"Creo que era un momento en que mucha gente o, por lo menos, una parte importante de la sociedad descubría lo que se podía hacer con la tecnología, con Internet. Y todo parecía muy abierto, muy ideal, muy bonito. Todo con muchísimas posibilidades", me dice Dans. "Diez años después, esto se ha consolidado indudablemente, pero también surgen problemas".

Esto queda muy claro en el libro. Si miramos la historia de la humanidad, escribe en 'Viviendo en el futuro', "el determinante fundamental para la adopción de la tecnología fue siempre el mismo: que, al ser evaluada mediante un estándar generalmente simple, unidimensional y cortoplacista, fuese capaz de ofrecer una cierta ganancia de eficiencia".

Es decir, "si la tecnología permitía hacer algo, ese algo no era de alguna manera escandalosamente contrario a la ética, a la moral o a las buenas costumbres o si, a pesar de serlo, podía hacerse sin que ello se notase demasiado, se hacía". Y, claro, de esos polvos, estos lodos.

"Cada vez más, el análisis de la tecnología comienza a desafiar la primaria e intuitiva idea de que la eficiencia es siempre la base de la innovación y la disrupción, y se plantea el escenario contrario: que la búsqueda constante de la eficiencia a toda costa ha redundado históricamente en un nivel decreciente de innovación, en una concentración cada vez mayor del poder, en mayores niveles de desigualdad y en una mayor fragilidad estructural derivada de la excesiva homogeneidad y del monocultivo". Ahí es nada.

¿Qué es el futuro?

Lucrezia Carnelos

El ardid de Dans es curioso. Primero, nos plantea "la gran verdad sobre el futuro": "que, aunque no sea explícita o técnicamente imposible plantearse todos esos cambios [necesarios] en los plazos marcados por los científicos", la cosa pinta mal. Y, luego, nos empieza a dibujar cómo sería ese futuro si lográramos resolver el problema.

A ratos, parece que estamos leyendo dos libros a la vez, pero en realidad es un larguísimo cliffhanger que nos lleva a reflexionar sobre los hogares del futuro, sobre cómo la tecnología está cambiando la salud, sobre el papel de las ciudades en el escenario global o sobre el papel esencial de la educación para adaptarnos a los cambios que estamos enfrentando.

En realidad, como le comenté al mismo Dans, para el lector de Xataka casi todas las historias del libro suenan familiares y, al menos desde mi punto de vista, eso hace el esfuerzo por organizar esos centenares de noticias y estudios es mucho más provechoso. 'Viviendo en el futuro' es el resultado de dedicar una década de lecturas, investigación y reflexión para "unir los puntos" de la sociedad que tenemos entre manos, para intentar entenderla.

Y cuando ya hemos buceado en las consecuencias sociológicas de las redes sociales y hemos reflexionado sobre cómo el mundo del trabajo empieza a desintegrarse bajo su propio peso, Dans vuelve al problema climático con una idea especialmente poderosa: que, al final, "el futuro es la capacidad de tener futuro". Y eso, nos viene a decir Dans, es lo que realmente está en juego.

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