Durante el último año, James Lindsay, Peter Boghossian y Helen Pluckrose fabricaron más de 20 artículos científicos falsos con la intención de “estudiar, comprender y exponer la realidad de los ‘estudios de agravios’, que están corrompiendo la investigación académica”. Estos estudios son una pequeña área de investigación dentro de los estudios de género.
¿Qué hicieron? los autores generaron papers con “metodologías de muy mala calidad”, “afirmaciones no justificadas” y “análisis cualitativos motivados ideológicamente”. Muchos de sus argumentos están diseñados directamente para ser llamativos, provocadores o ridículos (“entrenar a hombres como perros”, “encadenar estudiantes durante la clase” o “tratar la masturbación privada como una forma de violencia sexual contra las mujeres”). Los detalles de los papers se pueden encontrar en este ensayo de Aeon Magazine.
Los autores enviaron los textos a revistas del campo y no solo consiguieron publicar cuatro de ellos, sino que tres más fueran admitidos para revisión. Otros siete se encuentran en proceso de revisión editorial en estos momentos y seis fueron rechazados. En total, el 80% de ellos fueron admitidos para ser revisados.
Se descubre el engaño. En junio, uno de sus trabajos publicados en el Journal of Feminist Geography llamó la atención de los medios y algunos ya sospecharon que podía tratarse de un ‘hoax’. Ya en julio, tras tratar de identificar correctamente a la inexistente autora, el paper fue retirado y los eventos se sucedieron obligando al equipo a exponer su proyecto antes de finalizarlo.
Hoax, hoax y más hoax Este proyecto, nos trae a la memoria el caso de Alan Sokal, un prestigioso físico de la Universidad de Nueva York, que en 1996 consiguió publicar un artículo deliberadamente delirante en la revista de estudios culturales Social Text. Aquello fue un escándalo internacional y puso en cuestión el estado de los mecanismos académicos en el ámbito de los estudios culturales.
También recuerda al caso (más reciente) del "pene conceptual como constructo social" que ocurrió en mayo de 2017. De hecho, dos de los autores de aquel "hoax en los estudios de género" están también en este en los "estudios de agravios".
¿Qué proponen? Cito textualmente: "nuestra recomendación empieza pidiendo a todas las universidades que comiencen una revisión exhaustiva de estas áreas de estudio (estudios de género, teoría crítica de la raza, teoría poscolonial y otros campos “teóricos” en humanidades y en ciencias sociales, especialmente sociología y antropología) con el fin de separar las disciplinas y los estudiosos que producen conocimiento de los generadores de sofística constructivista". El lenguaje nos devuelve, de nuevo, a las "Science War" de los 90 y, por eso mismo, es una pregunta directa por los últimos 20 años de debate en ciencias y humanidades.
Repercusiones personales. En el Washington Post, los autores explicaban que esperaban tener problemas laborales y temían convertirse en "parias académicos" por esto. Parece referirse a 'represalias ideológicas', pero no son las únicas. Aunque los 'hoax' se han convertido en una herramienta cada vez más común, no hay que olvidar que este tipo de prácticas van contra las normas básicas de la ética de la publicación científica.
Sobre todo, porque no se trataba de una investigación científica sobre los sesgos y controles de publicación, sino (como ellos mismos reconocen) de una iniciativa destinada a exponer públicamente las "malas prácticas" de un conjunto de líneas de investigación. Se trata, pues, de una una acción reivindicativa: algo que, en general y por muy necesario que pueda ser en ocasiones, suele tener fricciones con el debate académico.
Sin embargo, como decían también en la entrevista, "para nosotros, el riesgo de permitir que este tipo de investigaciones sesgadas continúen influyendo en la educación, los medios de comunicación, las políticas y la cultura es mucho mayor que cualquier cosa que nos suceda por haberlo hecho".
¿Qué está pasando en la academia? Este caso parece indisociable de muchos otros escándalos, crisis y conflictos que estamos viendo en los últimos años. No creo que se trate de una cuestión de 'fake news', es la crónica de cómo los mecanismos académicos muestran serias incapacidades para contener los efectos corrosivos de los incentivos perversos, los conflictos de interés y las llamadas 'guerras culturales'. En ese sentido, este escándalo sintetiza perfectamente las dificultades que va a vivir el debate académico del futuro (y del presente).