Después del fraude: las irregularidades científicas no dejan de crecer, pero no sabemos qué hacer con los científicos implicados

Estos días se ha hablado mucho de como Carlos López Otín, uno de los científicos más prestigiosos de España, se ha visto obligado a retirar ocho de sus investigaciones. Como veremos es un caso muy interesante, pero más allá de eso es un aviso de lo que nos espera: problemas, problemas y más problemas.

Lo cierto es que cada vez detectamos más irregularidades científicas y la ciencia contemporánea un sistema construido sobre la confianza mutua tiene que actualizarse rápidamente para hacer frente a la mala praxis y el fraude en un momento en que la colaboración es fundamental para seguir avanzando.

El caso de López Otín

Como explican con detalle en El País, la Sociedad de Bioquímica y Biología Molecular de EEUU obligó a retirar los artículos (en los que aparecía como autor principal de un total de 24 coautores) por “algunas imágenes duplicadas, otras rotadas 180 grados, experimentos aparentemente reutilizados en estudios diferentes y otras manipulaciones inapropiadas".

Los autores defienden que los errores son muy menores y que los resultados han sido validados posteriormente por otros estudios. De hecho, el bioquímico se siente víctima de una extraña conspiración: “Desde hace un año y medio, la situación se volvió insoportable. Alguien se dedicó durante meses a examinar con un detalle inusitado los más de 400 artículos que he publicado en los últimos 30 años de mi carrera científica. Fruto de esta lupa gigantesca colocada sobre nuestro laboratorio se detectaron errores en algunos artículos” explicaba a Nuño Dominguez en El País

Las opiniones en la comunidad científica se dividen entre los que piensan que las irregularidades son menores y no afectan a las conclusiones y los que señalan que, independientemente de la importancia de estas, “son éticamente inaceptables” una vez que la manipulación se constata. No deja de ser curioso que todas las denuncias hayan sido anónimas. Por eso mismo, conviene ser cautelosos y esperar que se resuelva el proceso.

Más allá de esos ocho artículos

El caso de López Otín es, sobre todo, morboso. Se trata de una de las primeras espadas de la investigación española, alguien que recogió el Premio Nacional de Investigación (y sus 100.000 euros) tres años desùés del último de esos artículos ahora retractados, por eso este proceso es especialmente mediático. Pero, más allá de López Otín y de su gravedad real, el problema del fraude científico es muy profundo y difícil de manejar.

Digo que es profundo, pero lo cierto es que las estimaciones varían muchísimo. En Estados Unidos, hay una horquilla entre el 0'001, según los datos confirmados por el Gobierno, y el 10-20% de 'serias deficiencias' detectadas por la FDA americana entre el 77 y el 90 - y que llevaron a ser condenados por mala praxis a un 2% de los investigadores clínicos supervisados por dicha agencia** federal. Otros indicadores que suelen usarse son los artículos retirados de revistas científicas, lo que nos situarían entre el 0’02 y el 1%.

Si preguntamos a los mismos investigadores, la cosa se complica. Cuando les preguntamos a los científicos por su propia conducta solo un 1,97% de los científicos reconocieron haber fabricado o falsificado datos al menos una vez y un 33,7% reconocieron haber realizado algún otro tipo de práctica cuestionable. Pero cuando les preguntamos por la conducta de sus colegas, las cifras ascendían a un 14,12% y 72% respectivamente. Un 72% de los científicos reconocen haber visto prácticas cuestionables. Ahí es nada.

¿Dónde nos lleva esto?

Como nos falta una serie histórica decente, no podemos estar seguros de cuánto ha crecido el fraude en el mundo. Pero los mejores registros dibujan un aumento de casos que estaría relacionaos con, por un lado, los incentivos centrados en la cantidad más que en la cantidad y, por el otro, un control más estrecho de la situación. Personalmente, estoy muy en la línea de Juan Ramón Barrada: esto es un aviso a navegantes.

En breve, el fraude nos va a obligar a tener que repensar la forma en que funciona la ciencia actual. ¿Qué ocurrirá cuando encontremos casos en los que alguien haya conseguido una plaza de funcionario gracias a investigaciones que después son retractadas? ¿Qué pasará cuando esas investigaciones manipuladas ganen premios, concursos o reconocimientos? ¿Y cuándo ayuden a conseguir financiación o acceder a alguna subvención?

Sabemos qué hacer con los mentirosos, echarlos. Pero en seguida vemos que no hay respuestas sencillas. Desde hace años, sabemos que la ciencia contemporánea es un asunto cada vez más grupal y comunitario. Los artículos de López Otín estaban firmados por 25 personas y eso son equipos pequeños. Hoy por hoy hay artículos científicos con miles de coautores.

¿Cómo se pueden gestionar grupos de este tamaño si la mala praxis de uno puede afectar a todos? ¿Cómo impulsaremos la colaboración en el ámbito científico en estas circunstancias? Hay demasiadas preguntas encima de la mesa y muy pocas respuestas.

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