“El objetivo final del FCC es proporcionar un anillo de 100 kilómetros para un acelerador superconductor de protones, con una energía de hasta 100 TeV, un orden de magnitud más potente que el LHC", aseguraba Frédérick Bordry, Director de Aceleradores y Tecnología del CERN. Algo que traducido resulta: 15.000 millones de euros para explorar los límites de la física contemporánea.
Este es el plan del CERN para ir más allá.
Diseñando el colisionador del futuro
¿FCC? El Futuro Colisionador Circular (FCC) o, mejor dicho, la colaboración científica internacional que trabaja en su desarrollo acaba de enseñar sus cartas: un extenso informe con diferentes opciones para definir la nueva Estrategia Europea de Física de Partículas y construir el gran acelerador de partículas del futuro. Todas ellas tienen el mismo objetivo: construir una máquina que opere a una energía e intensidad sin precedentes
¿Por qué? Porque los retos conceptuales y experimentales a los que se enfrentan la física actual tampoco los tienen. Llevamos muchos años hablando de que necesitamos evidencias experimentales que den base a esa física que hay más allá del modelo estándar. Una física que podemos intuir, pero que no podemos ni ver, ni tocar, ni siquiera conceptualizar.
Decisiones clave. Es decir, no es solo una cuestión de tamaño o una cuestión de espectacularidad: durante los próximos dos años, la comunidad científica física europea (y, por extensión, la mundial) tienen que definir el futuro de la física de partículas porque la actualización de la Estrategia Europea en este campo guiará la investigación y los desarrollos de, al menos, las dos ó tres próximas décadas.
Distintas posibilidades, pero un mismo objetivo Junto al acelerador circular, se presentan otras opciones como el CLIC (un acelerador lineal), pero todos estos estudios de diseño y viabilidad tienen la intención de “preparar un acelerador post-LHC”. Es decir, dibujar un horizonte claro tras el descubrimiento del bosón de Higgs.
Un presupuesto acorde con la ambición. El coste del FCC está estimado en 9.000 millones de euros que incluyen los 5000 millones necesarios para construir el túnel de cien kilómetros donde actuaría el colisionador. Estaría listo para 2040. Pero el coste estimado de la máquina superconductora de protones que utilizaría el mismo túnel de 100 kilómetros estaría en torno de los 15.000 millones y no echaría a andar hasta finales de la década de 2050. Como se puede ver, la ambición del proyecto es enorme.
¿Tiene sentido gastar todo ese dinero en eso? Me temo que es una de las grandes preguntas tradicionales cuando hablamos de estos temas. La respuesta más directa es que la ciencia necesita que los investigadores sigan su curiosidad porque eso nos lleva a sitios nuevos y mejores. Pero lo cierto es que los equipos e instrumentos que se desarrollan en laboratorios de este tipo (como en el espacio) son una fuente constante de nuevos conceptos, de innovaciones y de desarrollos tecnológicos.
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