A veces hay investigaciones que parecen ciencia ficción, pero no hay nada de ficticio en decir que para investigar la atmósfera de la Antártida se dispare un láser, aunque el resultado a nivel visual sí sea un poco 'Star Wars'.
Se trata de la actividad que hay en el centro e investigación Concordia, uno de los tres que se ubica en la Antártida, aunque se realizan más tipos de investigaciones. De hecho, entre ellas está comprobar qué efectos tiene en el ser humano estar aislado y confinado, algo que nos puede ser familiar pero que no tiene nada que ver con la estancia en el centro.
Un cañon láser a 3.200 metros de altura y el 33% del oxígeno habitual
Sin duda, las instantáneas que nos llegan desde ese centro son algo espectacular, sobre todo si como en el caso que vamos a mostrar ahora se logra capturar la Vía Láctea. Lo que vemos es el LIDAR de la estación Concordia en acción, más concretamente el haz de luz que llega** hasta 100 kilómetros** (en el álbum de Flickr hay otras fotos bastante chulas).
LIDAR at Concordia Station; the high-powered Light Detection & Ranging laser (LIDAR) shoots a beam of laser light into the air, up to an altitude 100km, to measure atmospheric density, temperature, wind speed and aerosol particles, pic Marco Buttu PNRA / IPEV @ItaliAntartide pic.twitter.com/UGuRMqeC0k
— The Antarctic Report (@AntarcticReport) August 23, 2018
¿Para qué emitir un láser al cielo? Como explican desde la ESA, con el LIDAR (Light Detection and Ranging instrument) se estudian objetos recurriendo a la luz. Según cómo ésta rebota (o, mejor dicho, se dispersa) es detectada por sensores que proporcionan los datos para que sean procesados y así poder medir la densidad atmosférica, la temperatura, la velocidad del viento, la formación de las nubes y los aerosoles.
El que se ve en la imagen es el pequeño de los dos LIDAR de la estación, situado a unos 500 metros al sur de la misma. Cada día este láser se emite durante un minuto cada cinco minutos durante todo el invierno.
Tanto este LIDAR como el sónar (Sonic Detection and Ranging) que allí se usan sirven de ayuda para monitorizar la capa límite atmosférica (Atmospheric Boundary Layer en inglés), que se corresponde al estrato de aire sujeto a la influencia de la superficie de la Tierra de la troposfera, de 1 kilómetro de espesor y donde la temperatura, la humedad y el viento se ven influenciados en gran medida por lo que ocurre en la superficie terrestre.
¿Quién produce estos cambios particularmente bruscos? Ahí debemos de entonar el mea culpa, ya que según la ESA casi siempre son causados por nuestra actividad; por ejemplo, la emisión de CFCs (clorofluorocarbonos) responsable de la desaparición de la capa de ozono o el calentamiento global por los gases invernadero.
Además de esto, en Concordia se realizan estudios biomédicos de manera análoga a los que se hacen para la exploración espacial (de hecho, la NASA emplea LIDAR para sus investigaciones desde 1994). La ESA envía cada año a un investigación para continuar ese tipo de estudios que mencionábamos antes en torno a los efectos fisiológicos y psicosociales de vivir en aislamiento y confinado en un ambiente tan extremo. El último en ir hasta el centro fue el Dr. Stijn Thoolen, que en este vídeo habla de esos experimentos.
Concordia está además a una altitud de 3.200 metros. A esa altura el oxígeno ya empieza a escasear y el personal se ha de adaptar a vivir más o menos con un 33% menos de oxígeno del que hay a nivel del mar.
A eso hay que sumarle los cuatro meses de completa oscuridad (la noche polar) que se da en esas latitudes, desde mayo hasta finales de agosto. De ahí que con todas estas condiciones sea un entorno muy propicio para esos estudios, además de hacer la monitorización atmosférica con los LIDAR.
Imagen | Recorte de la fotografía original de Paride Legovini