Uno de los misterios más complejos de la biología es el de por qué las cebras tienen rayas. Durante décadas, exploradores, naturistas y zoólogos han armado un sin número de teorías que van desde el camuflaje a la termorregulación pasando por la ventaja evolutiva de poder confundir a sus depredadores o ser un sistema perfecto para evitar la picadura de la mosca tsé-tsé y su enfermedad del sueño.
Teorías, teorías y más teorías. Pero ninguna respuesta sólida, ninguna pista de la que tirar. Desesperados, los investigadores decidieron darle la vuelta a la pregunta. Si conseguían saber cómo habían surgido esas rayas quizás estarían mucho más cerca de saber por qué estaban allí. Al fin y al cabo, como decía Theodosius Dobzhansky, "nada tiene sentido en biología si no es a la luz de la evolución".
Sin embargo, eso les enfrentaba a una cuestión igual de problemática, ¿cuál era el color real de las cebras? ¿Eran caballos blancos con rayas negras o en cambio era animales negros con rayas blancas? ¿Eh? Afortunadamente, para eso si tenemos una respuesta.
¡Es blanca! ¡Es negra!
Tenemos una respuesta, aunque tampoco es demasiado intuitiva. Si enfocamos de cerca a una cebra completamente rayada (como la que tenemos ahí arriba) podemos comprobar que la sensación es que el color de base es el blanco. No solo la panza o los muslos (que se pueden ver en la imagen principal del artículo) parecen blancos, es que, excepto en el hocico, el color negro parece estar en minoría de forma recurrente.
Sin embargo, eso solo pasa en algunas de las cebras que conocemos hoy en día. Actualmente, lo que denominamos cebras son tres especies distintas (ocho subespecies) que viven en el sur del continente africano. Afortunadamente para nuestra investigación, podemos utilizar la gran variación que existe en el patrón de rayas para sacar algunas conclusiones.
Y es que no solo tenemos especies rayadas de las pezuñas al flequillo, sino que (aunque son menos conocidas) también existen las cebras que tienen pocas o ninguna rayas en las patas. Es más, en el siglo XIX aún existía una subespecie concreta, la cuaga, que solo tenía rayas en la cabeza y el cuello.
Cuando examinamos con detalle todas estas especies y, sobre todo, cuando los comparamos con el resto de animales que viven en hábitats parecidos nuestra respuesta empieza a cambiar. Empezamos a pensar que las cebras tienen que ser negras. Si fuera blancas, serían una anomalía mayúscula en la fauna africana. Pero, en fin, ¿quién sabe? Dirán algunos, los caminos de Darwin son inescrutables.
Un pequeño potro de lunares
Por suerte, nuestros recursos no acaban ahí. Había una manera clara de saber de qué color eran las cebras: mirar de qué color son sus embriones. Aquí, en principio, solo cabían dos opciones: o los embriones eran blancos y, en algún momento, comenzaban a desarrollar rayas negras o al contrario. Y sabíamos que eso debía producirse en el embarazo porque nacer, ya nacían con las rayas en su sitio.
O, bueno, eso es lo que ocurre en los casos normales. Hace unas semanas, Antony Tira, un guía masai de la reserva nacional de Maasai Mara, en Kenia, vio un potro de cebra que en vez de rayas... ¡tenía lunares! Aunque a simple vista parece un animal completamente distinto, en realidad es solo una cebra joven.
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— Mara Conservancies (@ContactMMWCA) September 14, 2019
Una cebra, eso sí, que tiene un problema de pigmentación. Este tipo de variaciones genéticas, como señala Sergio Ferrer, ocurren muy raramente, pero son uno de los argumentos más sólidos en favor de la hipótesis de las cebras negras: los embriones tienen ese color y, en algún momento de la gestación, empiezan a desarrollar franjas blancas con menos melatonina. Misterio resuelto.
Imagen | Jeff Griffith
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