Si no contamos el de Economía (que surgió por iniciativa del Banco de Suecia casi 70 años después de la primera entrega de premios), el Nobel de Química es, cada año, el último de los premios científicos. También es, frente a sus hermanos de Física y Medicina, el "menos prestigioso". Sin embargo, habitualmente es el que reconoce los descubrimientos con más impacto en la sociedad contemporánea.
Así ha sido también este año. Como acaba de anunciar la comisión del premio, el Nobel de Química se lo llevan John B. Goodenough, M. Stanley Whittingham y Akira Yoshino por “el desarrollo de las baterías de ion litio”.
¿Han acertado las quinielas?
Este año, Sigma Xi apostaba por cuatro descubrimientos clave: el del CRISPR (personificado en la persona de Jennifer Doudna), el de la lógica de la transducción de señales y la regulación génica (Stuart Schrieiber), el de las baterías de ion de Litio (John Goodenough) y el desarrollo de la química ortogonal (Carolyn Bertozzi).
Aunque nosotros seguíamos apostando por Goodenough. El caballo ganador para Sigma Xi era Doudna. No es una decisión irracional. Todos damos por descontado que CRISPR y la revolución genética que ha ocasionado se llevará el Nobel en algún momento. Tanto Doudna como Carpentier (su compañera de investigación) son las opciones más evidentes.
De hecho, la duda está en quién será el tercero en discordia (si es que, a diferencia de lo que ocurrió ayer en el premio de física, hay un tercer galardonado). Nuestra apuesta, claro, es Francis Mojica, el investigador español que descubrió CRISPR en la Universidad de Alicante, pero los caminos del Nobel son inescrutables.