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Cómo es la vida de una estrella de YouTube de 10 años

La rutina diaria de casi todos los niños del mundo es muy similar: levantarse, colegio, actividades extraescolares, deberes, cenar y a la cama. Con algunas excepciones. En los últimos tiempos, algunos niños han incluido otras actividades en esa rutina: grabar vídeos, editarlos, interactuar con sus seguidores, ser reconocidos por la calle... Son los niños youtubers. Hemos conocido de primera mano cómo es la vida de uno de ellos y nos hemos acercado también a las opiniones de expertos sobre las ventajas y desventajas de esta nueva realidad.

Por qué hay niños en YouTube

La respuesta es sencilla: porque hay demanda. Los niños son usuarios de YouTube desde hace años como consumidores de vídeos. Y la plataforma no es ajena al fenómeno. De hecho, la última encuesta Adecco ¿Qué quieres ser de mayor? dejó un dato sorprendente: por primera vez, la opción youtuber aparecía entre las diez profesiones más deseadas por los niños españoles.

Es fácil encontrar casos de éxito de niños que obtuvieron la fama protagonizando vídeos en YouTube. El caso más célebre, probablemente, sea el de Justin Bieber, que saltó a la fama gracias a sus vídeos cantando en esta plataforma. Pero el fenómeno youtuber infantil va mucho más allá: la idea ya no es utilizar YouTube para darse a conocer y dar el salto a la industria tradicional. Los niños youtubers triunfan en este medio, lo dominan y lo convierten en su ventana al mundo (y también, claro está, en su fuente de ingresos).

Sophie Giraldo: diez años y más de medio millón de suscriptores

En junio de 2014, la colombiana Sophie Giraldo, que por entonces contaba 8 años, empezó a grabarse con el teléfono móvil de su madre. En pijama, sin preocuparse de la iluminación o la temática y sin plantearse siquiera subir sus vídeos a YouTube. Poco más de dos años después, su canal Estilo Sophie cuenta con 571.000 suscriptores y ella es una de las estrellas del fenómeno youtuber infantil en habla hispana.

Johanna Medrano es la madre de Sophie y la primera persona que se dio cuenta de que la niña tenía talento para expresarse ante las cámaras. Le propuso subir sus vídeos a YouTube y a Sophie le encantó la idea. Entonces, se puso en marcha una maquinaria de producción de vídeos que ha involucrado todo el núcleo familiar.

3.00 pm: Sophie llega del colegio, descansa un rato, organiza sus tareas escolares y graba sus vídeos. La dinámica de grabación solo se rompe si está muy cansada, no le apetece demasiado o tiene muchos deberes. «El colegio tiene prioridad siempre, pero de momento no ha supuesto ningún problema. Ella es extremadamente responsable con sus deberes y sus notas», nos cuenta Johanna.

Pero hay un día en que el hobby deja de ser solo eso y se profesionaliza en cierto grado. Los primeros seguidores de Sophie fueron sus padres, después se amplió al resto de la familia y fue creciendo muy lentamente. El boom llegó hace aproximadamente un año: los suscriptores empezaron a crecer, la interacción en los comentarios también y la familia se planteó que había que mejorar la calidad de los vídeos y ser constante en las subidas, puesto que las seguidoras de Sophie esperan puntualmente sus vídeos de cada sábado.

Toda la familia participa en el proceso: juntos eligen los temas de los vídeos (manualidades, moda, cocina, vida escolar...), hacen votaciones entre las propuestas que hacen sus seguidoras, el padre prepara el set de grabación, la madre controla la cámara y el proceso posterior de edición, Sophie toma parte en todas las decisiones... «Se ha convertido en el plan familiar de los fines de semana», confiesa Johanna.

La fama, el dinero y el futuro de una niña youtuber

Sophie es famosa en su entorno. En el colegio la conocen como «la youtuber». En la calle, gente de todas las edades la para para pedirle autógrafos y fotos. Hace tiempo que no sale a la calle sin encontrarse con alguien que la reconoce. También interactúa con sus seguidores en las redes sociales y lee los comentarios que dejan en su canal. También los ofensivos, ante los que «reacciona muy bien porque le hemos explicado por qué algunas personas se comportan así y prefiere no darles importancia». Sophie disfruta de la relación con sus fans, pero todavía le resulta un poco extraño que gente desconocida la admire tanto.

Ser youtuber es un hobby para Sophie. Pero es un hobby que reporta beneficios económicos. Trabaja con varias marcas, especialmente con dos empresas colombianas, que, nos dice su madre, «están encantadas con su trabajo y la consienten mucho». Han recibido propuestas de China, Japón y Estados Unidos, pero es la propia Sophie quien se encarga de descartar algunas de ellas porque no las considera de interés para sus seguidoras o para evitar saturar el canal con publicidad.

Sus padres la asesoran a la hora de administrar el dinero que gana, pero es Sophie quien toma muchas de las decisiones relacionadas con los beneficios. «Ella ahorra una parte e invierte otra. Por ejemplo, hemos comprado luces, una cámara y un nuevo editor de vídeos. Además, claro, se da algún que otro capricho».

El futuro es incierto y está en manos de Sophie. «Si algún día decide que esto no le gusta o que le quita demasiado tiempo, la decisión será suya y nosotros la apoyaremos en todo». Ella no descarta seguir dedicándose a ser youtuber cuando sea mayor, pero también le gusta otros campos profesionales muy variados. Al fin y al cabo, solo tiene 10 años.

Qué dicen los expertos

En realidad, la exposición pública de un menor no es algo nuevo. Han cambiado los medios, pero no el hecho de que un niño alcance el estrellato y su cara se haga conocida. Quizá los niños youtubers de hoy sean los actores o cantantes infantiles del pasado. Y sí, entre ellos ha habido mucho juguete roto. Pero también muchos que no lo han sido.

Hay mucho estereotipo alrededor del fenómeno youtuber, adulto o infantil. Y los propios youtubers, en muchos casos, mantienen una actitud a la defensiva en su contacto con los medios. Un buen ejemplo ha sido la elaboración de este artículo: nos hemos puesto en contacto con diecisiete youtubers infantiles (con sus padres, en realidad) y solo una ha estado dispuesta a acercarnos su día a día con naturalidad. En el resto, solo hemos encontrado silencio o respuestas vagas.

En Estados Unidos el tema ha traído polémica. Michael Brody es un psicólogo americano, miembro de la American Academy of Child & Adolescent Psychiatry (Academia americana de psiquiatría infantil y adolescente), que se ha convertido en el azote de los niños youtubers. O, mejor dicho, de sus padres, especialmente de aquellos que participan en canales de telerrealidad. «¿En qué están pensando esos padres? Atraer tanta atención hacia un niño, obviamente, no es sano. ¿Es esto lo que quieres que sea tu hijo? ¿Una estrella de YouTube, en lugar de estar fuera jugando?».

Pero también hay quien defiende el fenómeno. Juan García, especialista en formación en nuevas tecnologías para estudiantes, jóvenes y profesores, publicó hace unas semanas en su blog el artículo Quiero ser YouTuber, que pretendía romper algunos estereotipos creados alrededor del fenómeno youtuber adulto. Pero no solo eso: también defendía el potencial educativo de un canal infantil en YouTube.

¿Qué puede aportar un canal en YouTube al desarrollo de un niño o adolescente? Juan García menciona, en primer lugar, el desarrollo de su creatividad. Pero también muchas otras:

  • La adquisición de competencias digitales de edición de vídeo, audio y post-producción.

  • La creación de un punto de encuentro con personas con intereses similares.

  • La satisfacción de haber creado un contenido único después de horas de trabajo.

  • La demostración de la propia competencia en un campo concreto.

Hemos hablado con él para que nos amplíe su visión sobre el tema y comienza con una reflexión: los canales de YouTube son para la generación Z lo que los blogs fueron hace una década para los millenials. «Si quienes nos hicimos un blog en la década pasada con el tiempo hemos encontrado oportunidades personales y profesionales gracias a él, ¿por qué no puede pasar lo mismo con los videoblogs de aquí a un tiempo? Es fundamental aprovechar esta plataforma para canalizar la creatividad de los niños».

Pero no todo es positivo tampoco según su punto de vista. Evidentemente, la exposición pública es mucho mayor en un vídeo que en un texto escrito y hay una cierta tendencia a pensar que en YouTube solo se habla de la vida personal. Ahí marcaría Juan García la línea roja en los canales infantiles: en mantener una cierta privacidad y un control sobre la propia imagen que no acabe pasándoles factura en el futuro. «Separar la vida offline de la vida online es una competencia digital necesaria para la generación Z».

Imágenes | Pixabay, Lucélia Ribeiro.

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