Ayer murió una de las astrónomas más importantes de la historia. Con 88 años, Vera Rubin, alguien esencial para el descubrimiento de la materia oscura y para entender cómo giraban las galaxias, murió ayer en Nueva Jersey.
Rubin no sólo fue una científica brillante, sino que se convirtió en un símbolo de la lucha de las mujeres para tener el espacio que les corresponde en la ciencia contemporánea. Y de hecho, ha muerto sin el reconocimiento que nosotros mismos pedíamos hace unos meses, el más que merecido Nobel de física. Una pérdida incalculable para la ciencia y un motivo más para reflexionar sobre cómo la desigualdad está enquistada en el corazón de la comunidad científica.
Cómo giran las galaxias
Vera Rubin nació en 1928 y su trabajo cambió para siempre la forma de entender el cosmos. Todo esto pese a los obstáculos que se fue encontrando. Rechazada en la Universidad de Princeton por ser mujer (no admitió mujeres en astronomía hasta 1975) estudió en la Universidad de Cornell, se doctoró en la Universidad de Georgetown y trabajó la Carnegie en Washington. Allí fue donde descubrió que las galaxias giraban de una forma totalmente inesperada. El artículo donde explicaba este problema fue rechazado en numerosas ocasiones.
Según sus cálculos, las estrellas exteriores se movían igual de rápido que las que estaban en el centro galáctico. Pero, con las leyes físicas que teníamos, ese comportamiento era sencillamente imposible. A no ser que hubiéramos una gran cantidad de materia ejerciendo gravedad sobre esas estrellas, una materia que no podíamos ver.
Los trabajos de Rubin decían que esa materia invisible debía ser diez veces más frecuente que la convencional para explicar estos movimientos. Ésta fue la primera prueba observacional que encontramos de la materia oscura, una hipótesis exótica que se había expuesto en 1933, pero a la que nadie hacía demasiado caso.
Un símbolo de la mujer en la ciencia (muy a su pesar)
Desde su fundación, los hombres se han llevado casi el cien por cien de los Nobel de Física. Al ser unos premios que solo se otorgan en vida, Rubin, una de las grandes candidatas, no podrá ganarlo nunca.
No es que no recibiera ningún reconocimiento, fue galardonada con la Medalla de Ciencias de EE UU y era miembro de la Academia Nacional de Ciencias de ese país. Pero la misma Rubin era consciente de las dificultades que había tenido (sobre todo al principio de su carrera), de lo mucho que habíamos avanzado y de lo que nos quedaba por conseguir. Pero como dijo en una entrevista en 1990: “La fama es pasajera. Si los astrónomos siguen usando mis datos en el futuro, ese será mi mayor honor". Puede descansar feliz, porque su contribución ha sido enorme.
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