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Cómo un intento de asesinato en una base rusa en la Antártida puede ayudarnos a entender mejor el viaje a Marte

Iban a sentarse a cenar cuando Sergei Savitsky sacó su cuchillo y comenzó a apuñalar a Oleg Belogunov. Y no hubiera sido más que otra pelea de bar sino llega a ser porque tuvo lugar en uno de los sitios más improbables de la tierra, en la base Bellingshausen, una base rusa en suelo antártico.

Mientras la víctima viajaba malherida en un avión hacia el hospital chileno más cercano, el agresor se resistía durante dos horas más antes de entregarse al jefe de la misión. En la versión oficial solo se explica que, junto a otros 12 científicos, Savitsky y Belogunov llevaban seis meses conviviendo juntos hasta que una especie de “colapso emocional” derivó en el intento de asesinato.

Aunque parece el argumento de una novela negra, este misterioso intento de asesinato es oro puro para los viajes espaciales de larga duración. Desde hace años, los programas espaciales tienen sociólogos, antropólogos y psicólogos investigando la dimensión humana de todo lo que ocurre en la Antártida porque el lugar más inhóspito de la Tierra es también el lugar que más se parece al espacio.

Las personas importan

Porque imaginemos que el ataque a Belogunov no hubiera ocurrido en la Antártida. Imaginemos que hubiera ocurrido en una nave espacial que lleva meses viajando hacia Marte. Un tripulante malherido, otro encarcelado y diez astronautas conmocionados son la receta perfecta para poner en riesgo una misión de miles de millones de dólares.

La industria espacial nos tiene acostumbrados a los fallos técnicos, pero en la siguiente fase de la exploración espacial lo que nos tiene que preocupar sobre todo son los fallos humanos. Con esto en mente, hace un par de años, por ejemplo, la NASA firmó un acuerdo de colaboración con la National Science Foundation de EEUU para estudiar los efectos de vivir en un entorno polar.

Nuestra atención suele centrarse en los aspectos técnicos, pero los sociales y psicológicos son tan importantes como esos otros

Desde entonces, Candice Alfano, psicóloga de la Universidad de Houston dirige uno de los proyectos más ambiciosos de la breve historia de la psicología espacial.

Sobre todo, porque no resulta difícil aislar a un grupo de sujetos y confinarlos en un espacio cerrado para estudiar cómo evoluciona su estado de ánimo, sus relaciones interpersonales o su comportamiento general. Lo que no es sencillo es conseguir que los participantes sientan los mismos niveles de presión y estrés que sentirían en el espacio. Para eso, los pequeños grupos aislados que estudian la Antártida durante el invierno septentrional son perfectos.

Parecidos razonables

Como explicaba Lisa Spence, gerente de proyectos en el Programa de Investigación Humana de la NASA: "no se puede caminar fuera de la base. Eso implica que, si tienes problemas de salud, psicológicos o personales, no puedes ir a ningún lado. Algo muy similar a los vuelos espaciales. Cambia tu forma de pensar acerca de cómo vas a responder cuando sabes que no puedes irte".

"[Esto] significa pasar meses sin ver el sol, con la misma tripulación y sin envíos de correo o alimentos frescos", explicaba Christina Hammock Koch, una astronauta de la NASA que ha hecho varias misiones al continente helado. "El aislamiento, la ausencia de familiares y amigos o la falta de nuevos aportes sensoriales son condiciones duras en las que debe encontrar una estrategia para seguir adelante”.

Y a eso se dedican los psicólogos espaciales. Por un lado, a mejorar la selección de equipos para mejorar la compatibilidad de los tripulantes y conseguir reducir al mínimo los problemas. Por el otro, a desarrollar programas de capacitación para conseguir engranar los grupos de trabajo a la perfección.

Y, por último, a aprender cómo detectar precozmente los problemas de la tripulación y desarrollar tratamientos (y estrategias) que permitan resolver las incidencias. A día de hoy, ya se están desplegando psicólogos clínicos en las estaciones para validar terapias y adaptarlas a las necesidades de entornos tan extremos.

En este contexto, el incidente de Savitsky y Belogunov es un caso de estudio realmente interesante para identificar patrones y testar enfoques que, en el futuro, nos permitirán hacer largos viajes a través del sistema solar. Pocas veces podemos sacarle tanto jugo a una barbaridad como esta.

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