En 2017, la hulla y el lignito eran el origen de entorno a un cuarto de la producción de energía de Europa. Y esto es curioso por dos cosas: la primera es que porque la Unión Europea ha sido capaz de reducir (o casi eliminar) el uso del carbón en muchos contextos, es esto la cosa no ha ido tan bien. Entre 2000 y 2014, el uso de carbón para generar energía solo ha bajado un 11%.
La segunda es que es el sitio donde más necesitamos que baje. Si queremos que la temperatura media del planeta se quede bien por debajo de los famosos dos grados sobre los niveles preindustriales como se dice en los Acuerdos de París, todas las plantas de carbón de Europa deberían estar cerradas para 2030. Pero, ¿es esto siquiera posible?
¿El fin de la era del carbón?
Climate Analytics elaboró un informe en el que analizaba cómo casaban los planes de la Unión Europea con las perspectivas del mercado. Según lo previsto, el 25% de todas las plantas de carbón deberían estar cerradas para 2020, el 47% para 2025 y, si todo va bien, las últimas deberían cerrar a comienzos de 2031. Algo así.
¿Es esto realista? Pues esa es la gran pregunta. En los últimos años, hemos visto cómo las grandes potencias europeas tenían que desinvertir en energías renovables porque estaban "muriendo de éxito". La red no podía asumir toda la energía que producían cuando estaban a pleno rendimiento, pero no se podía prescindir de otras fuentes de energía porque se necesitaban plantas de respaldo para cuando no había viento o arreciaba la sequía.
Por eso, lo más interesante del informe de Climate Analytics es cómo los calendarios del regulador no encajan bien con la evolución del mercado. En algunos casos (como Polonia o Dinamarca) porque las inversiones alternativas pueden jubilar al carbón antes de tiempo y en otros (como Bulgaria o la República Checa) que no parece que vayan a ser capaces de acabar con el carbón antes de la fecha límite.
Cuando Donald Trump decidió salirse de los Acuerdos de París, Europa manifestó su intención de disputarle a China el liderazgo del movimiento climático mundial que quedaba vacante. China está fuera de juego desde hace tiempo, pero los esfuerzos europeos tampoco tienen están dando frutos tan buenos como querríamos. Queda una década por delante, hay que ponerse manos a la obra tanto dentro como fuera de nuestras fronteras.
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