Confirmado: el fracking contamina el agua potable, aunque aún no sabemos cuál es su impacto global

Uno de los debates energéticos más apasionados de la última década ha sido sobre el fracking (también conocido como "fractura hidráulica"): un polémico método de extracción de hidrocarburos que prometía revolucionar geopolítica del petróleo, pero presentaba serias dudas sobre su impacto medioambiental.

Dudas de las que nos acaba de sacar ahora la Agencia de Protección Medioambiental de Estados Unidos (EPA) con un nuevo informe en el que afirma que el fracking afecta a los recursos hídricos, sobre todo aquellos destinados a consumo humano.

Un informe muy oportuno

Este informe es lo último que faltaba para certificar la anunciada muerte del "milagro del fracking" tras años de guerra de precios con Arabia Saudí y el resto de grandes productores mundiales de petróleo. Y eso que justo ahora, cuando el precio del petróleo ha empezado a subir, parecía una oportunidad para volver.

Tras años de investigaciones y polémicas, finalmente el informe ha acumulado más de 1200 estudios científicos previos y un buen número de análisis propios liderados por la EPA. Y las conclusiones son bastante sólidas: el fracking afecta, sin lugar a dudas, "a las reservas de agua potable en algunas circunstancias". Un impacto que se puede manifestar de muchas formas que van desde cambios temporales en la calidad del agua a la contaminación completa y sistemática del agua potable.

Investigación de mala calidad

En 2015, según el informe, se encontraron pruebas sólidas de casos aislados en los que la fractura hidráulica ha afectado el agua potable. Afortunadamente, esto no produjo efectos serios en el agua potable. De hecho, los investigadores se muestran casi sorprendidos al descubrir el bajo número de contaminaciones teniendo en cuenta la cantidad de pozos fracturados.

El informe de la EPA es clave para informar políticas energéticas, hídricas y medioambientales. Pero no es suficiente. Ahora está claro que pueden afectar a los recursos hídricos, sobre todo si no están bien gestionados (o si el tratamiento de aguas residuales es malo). Pero el problema, como reconoce el propio informe, es que, en un ámbito con tantos intereses, la investigación tiene demasiados huecos para saber el impacto real sobre el ciclo de agua.

Con la evidencia disponible, es imposible saber qué alcance real tienen los posibles problemas de contaminación que puede producir la fractura hidráulica. Y, personalmente, creo que esto es lo más reseñable: la batalla política en torno al fracking lo único que consigue es que sigamos legislando a ciegas más de diez años después de la polémica ley que permitió el boom de la técnica. Aunque, poco a poco, va prevaleciendo la verdad.

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