26 de diciembre de 2004 a las 00:56. Posiblemente la fecha no te diga nada, pero fue el momento exacto en el que se registró en La India el tsunami más mortífero hasta la fecha. Provocado por un terremoto cuyo epicentro se encontraba cerca de Sumatra, la ola de 24 metros acabó con la vida de 240.000 habitantes y con un recuento de daños por valor de 2.400 millones de dólares.
Los tsunamis son unas enormes olas (o una sucesión de ellas) provocadas por el desplazamiento de una masa de agua que se genera, en la mayoría de ocasiones, por terremotos en el fondo marino. Cuando el fondo marino se desplaza en sentido vertical, las aguas pierden el equilibrio y, al recuperarlo, se producen las olas. Así pues, cuanto más violento sea el terremoto, mayor magnitud tendrá el tsunami. Por ello, los tsunamis suelen tener lugar en el Océano Pacífico, donde se encuentra la zona de mayor actividad sísmica de la Tierra.
La palabra "tsunami" es de origen japonés y se compone de dos términos: "tsu", que significa puerto o bahía, y "nami", que significa ola.
Cuando un tsunami se acerca a la costa empieza a perder velocidad dado que la profundidad del agua se reduce, pero si hablamos de una ola de 24 metros como la que azotó India (24 metros al tocar tierra, ojo), puede que esta barrera natural se antoje insuficiente. Además, al reducirse la velocidad aumenta la altura. Por ello, los países han tomado cartas en el asunto y a lo largo de estos años han desarrollado diferentes medidas para minimizar daños.
Un repaso a la génesis de un tsunami
Aunque ya hemos resumido someramente cómo se gesta un tsunami, no está de más entender qué es lo que pasa en nuestro planeta para se produzca este impresionante fenómeno natural. Por lo general, la mayoría de tsunamis se producen por un terremoto submarino provocado por el movimiento de las fallas en la corteza terrestre. Por ello el Cinturón de Fuego del Pacífico es tan problemático y suele ser el más afectado por los tsunamis, porque se encuentra justo en una zona de fricción de varias placas tectónicas (euroasiática, norteamericana, caribe, cocos, nazca, antártica, pacífica, indo-australiana y filipina).
Cuando las placas se superponen, la que se sitúa por encima desplaza una masa de agua enorme hacia arriba, alterando el equilibrio de la superficie marina formando una especie de joroba. Cuando esa joroba cae, es decir, cuando la superficie recupera el equilibrio, se produce una ola o una sucesión de estas.
Entiéndelo como si golpeases un cable tenso por debajo. Al golpear generas una tensión que se traduce en unas ondas a lo largo del cable. Un tsunami se produce cuando el golpe es muy, muy fuerte.
La velocidad del tsunami dependerá de la profundidad del lecho marino. De hecho, se puede calcular multiplicando la gravedad terrestre por la profundidad del agua y sacando la raíz cuadrada. La profundidad media del suelo oceánico es de unos 3.730 metros, por lo que la velocidad media de un tsunami es de unos 191 metros por segundo, es decir, más de 700 kilómetros por hora.
Cuando impacta en la costa sufren el efecto de la refracción, reduciendo su amplitud de onda pero aumentando su altura. Ahí es donde se produce el desastre, puesto que de haber poblaciones costeras, la ola arrasará con ellas hasta que toda su energía se disperse. En el caso del tsunami de India, la energía fue de 26 megatones, 1.500 veces la energía de la bomba atómica de Hiroshima.
¿Cómo se detecta un tsunami?
Detectar un tsunami no es tarea fácil, puesto que no hay un indicador preciso que detecte la generación del mismo. El método más común es midiendo la escala sísmica de los terremotos submarinos. En Europa, por ejemplo, tenemos el "Grupo de Coordinación Intergubernamental para el Sistema de Alerta Temprana y Mitigación de Tsunamis en el Atlántico Nororiental, el Mediterráneo y los Mares Conectados", más conocido como ICG/NEAMTWS. Consta de cinco centros con sismógrafos situados en Grecia, Francia, Italia, Portugal y Turquía que emiten una alerta al detectar un terremoto de magnitud 5,5 o más en la escala Richter en las zonas costeras. Esto, recordemos, es un sistema de alerta temprana. Que haya un terremoto submarino no implica que haya un tsunami.
El método más moderno y fiable que tenemos actualmente hace uso de las boyas DART (Deep-ocean Assessment and Reporting of Tsunamis). Dichas boyas se quedan ancladas al fondo de mar y cuentan con un sensor de presión en las profundidades. La boya mide la altura de la columna de agua y su volumen, entre otros parámetros, y transmite la información vía satélite a los centros de tsunamis. No resulta sorprendente, por tanto, que a ubicación de las boyas coincida con las zonas de colisión de placas tectónicas.
Si se detecta un movimiento sospechoso o indicio de tsunami (como un cambio brusco en la presión o altura) se emite una alerta a los centros, que deberán decidir qué acción emprender. Estos se encuentran en Australia, Chile, Ecuador, Tailandia, Rusia e India.
Las protecciones contra tsunamis
Las principales barreras contra los tsunamis son las naturales, como los arrecifes de coral o las islas. Kanyakumari, por ejemplo, aun siendo una de las zonas más afectadas por el tsunami de 2004, vio reducido el impacto del la ola por tener grandes barreras de coral en sus costas, que dividieron el tsunami y redujeron su tensión, ergo su poder destructivo. Actuaron como una muralla natural que, si bien no fue suficiente, hizo que hoy podamos decir que pudo ser peor.
Por desgracia, el coral está donde está y no puede moverse ni pretenderse que haya arrecifes de coral en todos lados. Así pues, se tienen que desarrollar otras medidas que ayuden a frenar el avance de estas enormes olas. ¿Cómo? Vamos a verlo.
Con murallas de toda la vida
Si no hay barreras naturales, habrá que construirlas. Eso mismo debió pensar el gobierno de Japón tras el terremoto (y posterior tsunami) de 2011, cuando levantaron una serie de muros en la línea costera para frenar el impacto de olas futuras. Hasta el momento de su construcción, las zonas más propensas a ser afectadas por estos desastres naturales tenían un rompeolas de unos cuatro metros que fue insuficiente.
Así pues, los japoneses sustituyeron esos modestos rompeolas por unos muros de cemento de 12,5 metros de alto. En total se han construido 395 kilómetros de muros que le han costado al gobierno japonés unos 12,74 mil millones de dólares. La idea no es que paren los tsunamis, puesto que una ola más grande puede pasarla “sin problemas”, sino frenar su avance y rascar algunos minutos para conseguir evacuar a la población.
Dicha obra titánica ha ida acompañada de la prohibición de construir nuevos edificios en algunas zonas costeras y el desplazamiento de los residentes a zonas más elevadas. Por desgracia, nunca llueve a gusto de todos. Algunos ciudadanos creen que el muro afectará al turismo y que el dinero invertido en su levantamiento también debía haberse invertido en reconstrucciones de infraestructuras dañadas.
Como curiosidad, la sede de Sony en Japón tiene una protección anti-tsunamis que eleva un muro de tres pisos de alto para disminuir el impacto de la ola. Tras el terremoto y tsunami que asoló Japón en 2011, la empresa nipona tuvo que cerrar varias fábricas dedicadas a la producción de blu-rays, baterías y CDs. Otra compañía afectada fue Toyota.
Partiéndolo en trozos durante su travesía
Ya tenemos claro que cuando el tsunami llega a tierra es demasiado tarde para frenar sus efectos. ¿Solución? Hacer que pierda fuerza durante su viaje. Los tsunamis se mueven horizontalmente, por lo que si se consigue partir en varios trozos y dividir las olas en varias partes, su fuerza será más débil y las probabilidades de que no lleguen a la costa aumentarán.
Por desgracia, todavía no hay ningún sistema similar operativo. Lo más “sencillo” (entre infinitas comillas) sería construir pequeños islotes artificiales en lugares clave, pero eso implica un despliegue de medios que no todos los países se pueden permitir. China, por ejemplo, ha demostrado que se puede ganar terreno al mar cogiendo sedimentos del fondo marino y amontonándolos. De momento lo han hecho en las Spraty Island (mapa superior) para construir bases militares, puertos marítimos y aeropuertos (por eso las zonas salen desenfocadas), pero es un método que Tad Murty, vicepresidente de la Sociedad Internacional de los Tsunamis, cree que puede funcionar.
De hecho, Murty cree que podríamos matar dos pájaros de un tiro. Actualmente existe una superficie de 1,6 millones de kilómetros cuadrados de plástico en los océanos, por lo que una solución sería aprovecharlo para crear islotes artificiales anti-tsunamis. Habría que ingeniárselas para dejarlos fijos en el mar, pero al menos se le daría una utilidad a estos desechos. Los últimos datos hablan de 80.000 toneladas de plástico y 1,8 trillones de piezas, por lo que lo mismo hay suficiente para más de una construcción.
Con ondas de gravedad acústica
Un método futuro que se contempla para destruir los tsunamis es usar ondas de gravedad acústica. Cuando se produce un terremoto se genera una vibración, es decir, ondas. Si disparamos ondas de gravedad acústica contra las generadas por el terremoto se puede cambiar su forma para que ocupen un área más grande, disipando así su energía y la fuerza del tsunami.
Esto todavía no es posible, ya que se necesitaría una enorme cantidad de energía para generar las ondas, por no hablar de que tendrían que tener una precisión más que milimétrica para funcionar. Usama Kadri, profesor de Matemáticas Aplicadas en la Universidad de Cardiff, explicó este sistema en un paper y dijo en una entrevista con Gizmodo que ya se están llevando a cabo experimentos en laboratorio.
Mientras llega el futuro, construyamos refugios
Por el momento, las dos medidas que hay en funcionamiento son las boyas DART y las murallas, pero ya hemos visto que son insuficientes. Un muro, salvo que sea de 30 metros y muy ancho, no puede parar un tsunami, y las boyas DART solo funcionan para detectar. Así pues, algunos países han optado por proteger a los ciudadanos con refugios a prueba de tsunamis.
Estados Unidos construyó el primero en 2014 en el condado de Greys Harbour, al sur de Washington. En concreto, se trata de un refugio de evacuación vertical situado en la Escuela Elemental Ocosta que puede albergar a unas mil personas. La zona de evacuación se encuentra en el tejado, a 17 metros del suelo, una altura muy superior a la que la inundación de un tsunami podría alcanzar en la zona.
Sin embargo, si hablamos de refugios tenemos que mencionar el STATIM (Storm, -Tornado And Tsunami Interconnected Modules- Shelter System), una cápsula naranja que puede flotar ante una inundación. Está construida en hormigón armado y se trata de una estructura fija, es decir, que está anclada al suelo. Ante una inundación, el agua la arrastraría como si de un submarino se tratase.
Fabricarla cuesta unos 100.000 dólares, está equipada con GPS y puede almacenar comida y agua suficiente para que las 80 personas que caben en su interior subsistan una semana. El sistema fue desarrollado por Miguel A. Serrano, de Brahman Developments, que afirma que “no sería un paseo divertido, pero se sobreviviría".
Japón, que esperar volver a ser víctima de otro tsunami en los próximos años, se ha acorazado con una serie de torres a lo largo de la costa de Nakoku. En concreto, son 90 torres (y las que están por venir) con una altura de 20 metros con capacidad para 362 personas y unos cimientos de entre 14,5 y 30 metros de profundidad. Por si acaso, las torres también están equipadas con unas cápsulas de evacuación.
Están situadas en la prefectura de Kochi, de 720.000 habitantes, porque, según las previsiones, será una de las zonas más afectadas por el tsunami que está por venir. El gobierno regional invierte 430 millones de dólares anuales en estas medidas, el doble de lo que gastaba antes del terremoto de 2011.
Qué hacer ante un tsunami
Ahora que ya sabemos un poco mejor qué son los tsunamis y qué se está haciendo para combatirlos, no está de más saber cómo actuar en caso de que nos topemos con uno (algo que ojalá nunca pase). Las zonas propensas a ser víctimas de un tsunami tienen diferentes mapas con rutas de evacuación (marcadas con una señal azul con una ola) y localizaciones de refugios, por lo que no está de más que preguntes por ellas o las busques antes de viajar.
También es importante que conozcas los indicios de que se avecina un tsunami, como terremotos intensos y bajadas repentinas del nivel del agua en la costa. Como ya sabrás, al notar un terremoto lo primero es ponerse a cubierto (tú y toda tu familia) bajo un elemento que pueda protegerte de posibles derrumbamientos.
Aquí hay una regla de oro: suelta todo lo que tengas en las manos, agarra a tu familia, cubríos y esperad a que el terremoto pase. Una vez pase, y no antes, muévete a una zona alta del interior. Evacúa, no esperes. Cuanto más aguardes una señal más se acercará la ola y menos tiempo tendrás para huir. Si ya estás en una zona segura, obedece las órdenes del personal al mando y haz lo que te digan que hagas.
Cuando todo haya pasado, presta atención a las alertas locales y las autoridades. Ellas te dirán a qué zonas puede accederse y a las que no. Evita ir por zonas inundadas, porque aunque no lo veas, el agua puede ser mucho más profunda de lo que parece. Aléjate de edificios dañados, carreteras y puentes, puesto que las estructuras pueden estar dañadas.
Finalmente, desde el Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos recomiendan que, una vez todo vuelva a su cauce y puedas acceder a la casa, hagas fotos de absolutamente todos los daños y contactes con el seguro para obtener ayuda. Es cierto que hay pérdidas que son irrecuperables, pero bienvenido será todo lo que pueda sustituirse. Sea como sea, lo importante es salvar la vida, no los objetos.