Estos días he seguido con muchísima preocupación las descomunales inundaciones de Houston que ha provocado el huracán Harvey. Las imágenes son tremendas: Plazas inundadas, familias sin casa, decenas de muertos, destrozos y más destrozos, el ejército tomando las calles. Y, sin embargo, yo solo puedo pensar en una cosa: urbanismo.
En urbanismo y en cambio climático. Sí, es cierto: con la ciencia en la mano, no podemos señalar que los eventos meteorológicos extremos estén causados por el calentamiento global, pero sí podemos decir que el cambio climático los hará más comunes. ¿Estamos preparándonos para los riesgos climáticos?
A la manera de Texas
El caso de Houston es especial. Es cierto. Levantada sobre una zona abundante en humedales, se trata de una ciudad de más de dos millones de personas repartidas irregularmente por más de 1600 kilómetros cuadros (dos tercios de la población de Madrid en una superficie casi tres veces mayor).
Más aún, se trata de la única gran ciudad norteamericana que nunca ha aprobado una zonificación específica y donde la planificación urbana ha brillado por su ausencia desde que se construyó hace casi 200 años. No es, por decirlo suavemente, un modelo de urbanismo responsable.
Eso no quiere decir que las consecuencias del huracán Harvey hubiera tenido otros efectos con otra planificación porque el Harvey ha sido realmente devastador. Pero sí que nos enfrenta a ciertos problemas sobre los que llevamos tiempo hablando: no solo importa la planificación para luchar contra el cambio climático, sino si nuestra planificación es correcta.
¿Se están preparando las ciudades para el cambio climático?
En diciembre de 2016, un equipo de la Universidad McGill en Montreal investigó a 400 ciudades de más de un millón de habitantes y examinaron toda la legislación ambiental que tenían a mano. En esas 400 ciudades viven 1.300 millones de personas. Solo el 18% de ellas tenían proyectos para reducir la vulnerabilidad a las que estaban expuestas.
Mientras el 72% de las ciudades europeas y el 62 de las norteamericanas tenían algún tipo de plan, solo el 13 de las ciudades sudamericanas, el 11 de las africanas y el 8 de las asiáticas lo tenían. Eso sí, el estudio es deliberadamente generalista. "Alguna medida" puede significar exactamente "nada".
Tenemos que recurrir a otros estudios para descubrir que los presupuestos dedicados a la adaptación climática son el doble en los países desarrollados que en los países en vías de desarrollo. Sin embargo, todos los informes señalan que las adaptaciones climáticas están siendo lentas y que, en la mayor parte de las ocasiones, no están bien orientadas
La lotería del cambio climático
El problema aquí es que no valen las medidas diseñadas desde arriba. Ni podemos trasplantar paquetes de políticas de una ciudad a otra. Como explicaba una investigación de la Universidad de Newcastle, lo que viene en los próximos años es una "lotería que depende de donde vivas" y eso tiene consecuencias a nivel local.
A diferencia de lo que a veces pueda parecer, no es solo un trabajo de reducción de emisiones, se trata de la construcción de infraestructuras para evitar riadas, inundaciones o sequías. Pero, sobre todo, se trata de entender que la ciudad es un organismo que está en plena conversación con el entorno ecológico y que si no lo pensamos todo en conjunto, los problemas se irán acumulando.
El caso de Houston lo ilustra a la perfección. La desecación de los humedales del Buffalo Bayou ha sido un factor fundamental que ha impulsado los daños del Harvey. Una ciudad que crece a espaldas del territorio es una ciudad con serios problemas cuando el territorio sobre el que se asienta implosiona.
Esa es la mejor lección que podemos aprender de la catástrofe que asola las calles de Houston y amenaza el estado de Luisiana: que sin planificación y sin preparación la ciudad se vuelve mucho más vulnerable de lo que nunca podríamos pensar hasta convertirse en una trampa mortal. Nuestra mejor baza para combatir esas vulnerabilidades es dejar de construir ciudades a espaldas del mundo que les rodea.