El clima del planeta ha cambiado más en los últimos cien años que en los mil anteriores. Lejos de ser una curiosidad científica, es un fenómeno global que amenaza con cambiar el mundo tal y como lo conocemos.
¿Cómo ha sido posible? ¿Cómo hemos podido llegar a este punto? ¿Qué papel ha tenido el ser humano en este proceso? Y más importante aún, ¿qué estamos haciendo para combatirlo? Hoy en Xataka nos adentramos en las profundidades del cambio climático.
El toque humano
Los seres humanos hemos tenido una relación amor-odio con la naturaleza desde el principio de los tiempos. La contaminación ha sido el 'toque' humano por excelencia. De hecho, si sabemos que existieron asentamientos humanos en algún lugar del mundo, es precisamente porque encontramos desechos, residuos o rastros de contaminación en ese lugar.
Los seres humanos hemos tenido una relación amor-odio con la naturaleza
Aunque hoy no vamos a hablar de pequeños depósitos de residuos, simas de huesos o 'cajas de herramientas prehistóricas' (con sus pequeñitas hachas de sílex).
Conforme las sociedades humanas crecieron, nuestra capacidad para contaminar creció con ellas. Uno de los ejemplos históricos más llamativos es el Monte Testaccio, en Roma. Esta colina triangular cubre un área de unos 20.000 metros cuadrados y tiene más de 30 metros de altura. Nada demasiado llamativo hasta que nos fijamos en el hecho de que está compuesta por 26 millones de ánforas rotas.
Entre los siglos I y III después de cristo, Roma era un monstruo con una sed insaciable de aceite de oliva y miles de ánforas la surtían cada día. Estas ánforas llegaban desde todas las partes de Imperio, pero sobre todo desde la provincia Bética, al sur de España, a muchos kilómetros de distancia.
Como devolver las ánforas a su lugar de origen era mucho más caro que desecharlas, una vez vacías, se tiraban al monte Testaccio y se cubrían con cal viva. A día de hoy, casi 2000 años después, el monte continúa allí en pleno corazón de Italia.
Ríos de estiércol
Durante siglos, las grandes aglomeraciones humanas han dejado su huella en la naturaleza. Viajemos ahora al mismísimo centro de otro Imperio, el británico, en plena época victoriana. En el peor de los barrios de Londres, el apiñamiento era casi inimaginable.
"La Inglaterra de Dickens, la mayor potencia mundial, era un gigante sí, pero no con los pies de barro, sino de algo mucho más sucio"
Según los historiadores, en las 27 casas de un callejón, vivían 1100 Personas. Es decir: más de 40 por vivienda. En otro lugar, los inspectores descubrieron a 63 personas en una sola casa. La casa tenia sólo 9 camas.
Estas gigantescas masas de gente creaban una cantidad brutal de excrementos y residuos. En un informe típico, un inspector hablaba de dos casas cuyo patio estaba cubierto por una capa de 15 cm de basura y excrementos. Los vecinos habían dispuesto un "camino" de ladrillos para que los ocupantes pudieran cruzar el patio dando saltos.
Todos estos residuos se suman a las 40.000 toneladas de residuos procedentes del ganado y cabalgaduras que se producían en Londres cada año. El Támesis, según una célebre descripción de aquellos años, era "un torrente continuo de estiércol líquido". Como decía el historiador Martín Díaz, "la Inglaterra de Dickens, la mayor potencia mundial, era un gigante sí, pero no con los pies de barro, sino de algo mucho más sucio".
Tan salvaje y sistemático fue el abuso durante siglos que sólo tras más de 50 años de trabajo y cantidades ingentes de dinero, el Gobierno Británico ha conseguido salvar el Támesis y empezar a recuperar la flora y la fauna marina que en su día lo habitaron.
Ejemplos como estos los tenemos a cientos. Y lo cierto es que a lo largo de la historia cada vez se ha hecho más patente la capacidad del ser humano para cambiar la naturaleza. Lo que no sabíamos es cuanto podíamos cambiarla.
¿Podemos cambiar la Tierra?
En general, el consenso era que podíamos hacer pequeños cambios. Los seres humanos éramos decoradores, diseñadores de interiores, pero no podíamos hacer cambios sustanciales, no éramos ingenieros. Somos tan pequeños en relación con la Tierra que, ¿cómo podía ser de otra manera?
Es más, somos muy pequeños incluso con respecto a la atmósfera, la capa más pequeña de la tierra. Carl Sagan decía que si imaginábamos la tierra como una gran bola de madera, la atmósfera no tendrían más grosor que la fina capa de barniz que la rodearía. De hecho, en muchos sentidos, la atmósfera (y la hidrosfera) terrestres tienen las mismas funciones que el barniz: proteger y cuidar el objeto que rodean.
Si lo miramos con perspectiva, la conforman un sistema que permite equilibrar y compensar la energía que se recibe del sol y la energía que se pierde en el espacio. Su principal característica es que los vientos y las corrientes marinas suavizan y regularizan las variaciones de temperatura y humedad que se van dando en todo el mundo.
Muchas cosas... y el ser humano
Cosas como la variabilidad de los océanos y su temperatura, las enormes extensiones de vegetación, el vulcanismo o las variaciones orbitales influyen en ese equilibrio. Pero también la acción humana. Esa influencia humana actúa fundamentalmente a través de algunos grandes factores:
- los gases invernaderos (como el dióxido de carbono, metano y óxido de nitrógeno producidos por la industria, el transporte y la ganadería),
- el uso de la tierra que está forzando un cambio en la estructura climática mundial facilitando la deforestación de algunas zonas - se pierden más de 24 mil millones de suelo fértil cada año - y el crecimiento de la masa forestal - entre un 25 y un 50% - en otras.
- y los aerosoles.
La Tierra hoy
Hoy por hoy, pese a los años de debate interesado, nadie discute el cambio climático. Como tampoco nadie duda del impacto del ser humano en él. Ahora el debate, de darse, se circunscribe a qué parte de ese cambio se debe a la acción del hombre y qué parte a dinámicas propias de la evolución del planeta. Y es normal, las cifras son brutales:
- El dióxido de carbono está en 403,28 partes por millón (el récord histórico en 650.000 de años)
- La temperatura ha subido casi un 1 grado y medio desde 1880: 9 de los diez años más calurosos del registro han ocurrido en los últimos 16 años.
- El hielo ártico está decreciendo al ritmo de un 13,4% cada década
- El hielo terrestre se pierde a un ritmo de 287 mil millones de metros cúbicos al año. Las pérdidas en Groenlandia se han duplicado entre 1996 y 2005.
- El nivel del mar sube 3.4 milímetros por año (la media mundial ha subido 178 milímetros en los últimos 100 años) y ya amenaza a mil millones de personas.
Y casi sin darnos cuenta llegamos al día de hoy. En medio de la racha más larga de meses calurosos que recordamos, la pregunta ha pasado a ser cómo podemos parar un cambio global que amenaza a toda la humanidad pero, sobre todo, a los más desfavorecidos.
Abrir los ojos
Afortunadamente las cosas han empezado a cambiar, la inversión en economía verde creció entre 2012 y 2014 en un 30% en todo el mundo, en España hay más de 500.000 personas trabajan en actividades verdes y cada día crece la concienciación entre la población.
Afortunadamente, en los últimos años las cosas han empezado a cambiar
Impulsados por la urgencia, surgen más medidas (sociales, estatales e internacionales) para reducir la huella de carbono, el consumo de agua y las emisiones de gases invernadero. No está clara la eficacia de estas medidas ni hasta que punto este es un proceso sin retorno.
Así estamos calentando la Tierra y si algo tenemos claro es que para solucionarlo, debemos de tener la cabeza bien fría.