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Diez años después, ¿sigue siendo el cambio climático 'una verdad incómoda'?

Hace diez años, el cambio climático era un problema enorme del que muy pocos habían oído hablar. Bueno, quizá estoy exagerando. Sí habíamos oído hablar de él. Desde el 89, conceptos como el cambio climático o el calentamiento global estaban en la calle, en los periódicos y en las escuelas.

Pero si no tenías cierto interés en el medioambiente, esas ideas eran como el mobiliario urbano, estaban ahí, de fondo, pero no dejaban de ser curiosidades científicas o extravagancias intelectuales; "cosa de ecologistas". Entonces llegó Un verdad incómoda, seguramente, la película más improbable y más importante de los última década. Esta no es la historia de cómo un señor de 60 años se propuso cambiar el mundo con un powerpoint. Esta es la historia de si consiguió cambiarlo.

El amanecer de la conciencia ecológica

Comencemos con dos imágenes. La fotografía que podéis ver sobre estas líneas se conoce como 'la salida de la Tierra' y fue tomada la nochebuena de 1968 desde un Apolo 8 que orbitaba alrededor de la Luna. La imagen que podéis ver justo debajo es llamada 'la canica azul'. Fue tomada el 7 de diciembre de 1972 por el Apolo 17 a 45.000 kilómetros de distancia mientras tenían el sol justo a su espalda. Por eso, es una de las pocas fotografías reales en las que la Tierra aparece totalmente iluminada.

Entre esas dos fotos, en esos pocos años, nació el movimiento ecologista. El 68 fue un año salvaje y traumático de una forma totalmente nueva. Fue el momento en el que el optimismo y las promesas de los vencedores de la Guerra se difuminaron y la humanidad comenzó a preguntarse si de verdad no volverían a cometer los errores del pasado como tantas veces se habían prometido. Como dijo la revista Time al reconocer 'la salida de la Tierra' como una de las cien imágenes que cambiaron el mundo, "la fotografía inspiró la contemplación de nuestra frágil existencia y de nuestro sitio en el cosmos".

No quiere decir que la preocupación por el medioambiente empezara en el 68, claro. Ya en 1272, Eduardo I prohibió quemar carbón en Londres para poder despejar los cielos de humo. Y durante todo el siglo XIX los países más industrializados comenzaron a desarrollar las primeras legislaciones ambientales. En 1888, tuvo lugar en Rio Tinto, Huelva, una de las primeras manifestaciones y movilizaciones ambientalistas de las que tenemos constancia. A principios del siglo XX, el sistema de parques nacionales desarrollado en Estados Unidos comenzó a replicarse por todo el mundo.

Pero no fue hasta los años 50 cuando los científicos comenzaron a tener evidencias de que el mundo se estaba calentando. Tradicionalmente, se consideraba ridícula la idea de que la actividad de los seres humanos pudiera tener un impacto global en la Tierra. Nuestro planeta era demasiado grande como para verse afectado por un puñado de coches y fábricas. Pero poco a poco, los datos comenzaron a ser imposibles de rebatir. De hecho, las petroleras invirtieran enormes cantidades de recursos en intentarlo pero aunque retrasaron el proceso, no pudieron frenarlo.

Por otro lado, el incipiente movimiento ecologista también cometió errores muy serios. Uno de los libros más importantes que se han escrito nunca sobre ecología política fue la 'Primavera silenciosa' de Rachel Carson. Su impacto fue enorme y muchos lo sitúan como el causante directo de la creación de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos casi una década después. Fue muy importante, como digo pero sentó las bases de una interpretación tremendamente estricta del 'principio de precaución' que ocasionó graves problemas sanitarios en su momento y ha lastrado al movimiento ecologista desde entonces.

Entre los años 1968 y 1972 surgieron las principales organizaciones ecologistas y se comenzaron a organizar los primeros partidos verdes. En los quince años siguientes, el movimiento ecologista se comenzó a desarrollar lenta pero sólidamente.

El debate nuclear (y, sobre todo, Chernóbil) dieron vida al movimiento durante la Europa de los años ochenta. Los verdes alemanes casi doblaron su presencia en todos los niveles del gobierno a partir de 1987 y el Green party inglés se convirtió en la tercera fuerza del país en las elecciones europeas de 1989. En la mayor parte del mundo, fue un espejismo. Pronto el mensaje ecologista volvió a diluirse. Como diría el mismo Al Gore, años después, "llevábamos mucho tiempo queriendo contar esta historia, pero no habíamos conseguido transmitir el mensaje".

Una verdad incómoda

En 2005, ocurrieron dos cosas que impactaron muy fuerte en la opinión pública. Por fin, entró en vigor el Protocolo de Kioto y con él muchos minutos de televisión se dedicaron a discutir sobre el cambio climático, el calentamiento y la ecología política.

Pero, sobre todo, 2005 fue un año terrible plagado de desastres naturales. Riadas en Centroeuropa y Asia, hambrunas en África que no hacían más que echar gasolina a conflictos como la matanza de Darfur y, por supuesto, el Katrina. Estados Unidos veía como una de sus joyas de la corona era destrozada por un huracán que escaló hasta una violencia inimaginable precisamente por las altas temperaturas de las aguas del Golfo de México.

Y ahí, apareció Al Gore. En aquella época, a todo el mundo le caía mal Al Gore. Sobre todo, a los demócratas. No le perdonaban que hubiera aceptado tan pronto la derrota (una de las derrotas más discutidas de la historia) y no hubiera luchado hasta el final para impedir la presidencia de Bush. Y lo cierto es que en aquel 2006, tras un lustro de "guerras contra el terror" era imposible no preguntarse qué hubiera sido del mundo si Al Gore hubiera alcanzado la presidencia aquel 7 de noviembre del año 2000.

Aquella extraña empresa tenía todos los signos de suicidio profesional. Tan "mala" era la imagen de Gore que para conseguir llenar el cine el día del estreno en Nueva York, Laurie Davis, la productora, tuvo que suplicar durante semanas. Cuando llevaron la cinta a una de las grandes distribuidoras de Hollywood, los ejecutivos se durmieron durante la proyección. Algunos incluso roncaron. "No creemos que nadie en su sano juicio esté dispuesto a contratar a una canguro para ir a ver esta película", fue la conclusión de la distribuidora.

Se equivocaban. Una verdad incómoda fue uno de los documentales más exitosos de Estados Unidos. Recaudó casi cincuenta millones de dólares. Aunque este caso el dinero es lo de menos. La pregunta realmente importante es si consiguió alcanzar alguno de sus objetivos.

El legado

"Una verdad incómoda representó lo que Primavera silenciosa de Rachel Carson para la generación anterior", dice Annie Leonard, que actualmente es la directora ejecutiva de Greenpeace USA. Van Jones, que hoy por hoy es asesor de Obama para el empleo verde, ha repetido muchas veces que "el documental hizo que pasáramos de ser 'ecofrikis' a ser 'ecochicks'".

En realidad, cuando hablamos de la importancia del documental de Al Gore no podemos olvidar que, en muchos sentidos, Estados Unidos es un mundo aparte. También en el tema del cambio climático. Su impacto allí fue inmenso y, como explica Sheldon Whitehouse, requirió un enorme despliegue por parte de los negacionistas del cambio climático contrarrestrar el impulso de la película.

Aunque adjudicar a Gore y su equipo un papel central en la lucha contra el cambio climático sería excesivo, no cabe duda de que ese impacto social en Norte América produjo cambios importantes en la conversación mundial sobre el calentamiento global. En este sentido, quizá el mayor logro de Una verdad incómoda fue "dar licencia" a personalidades, actores, músicos, empresarios y políticos para comenzar a hablar sin tapujos sobre estos temas.

En 2007, todos pudimos ver cómo Leonardo DiCaprio elogiaba públicamente a Gore y como las mayores estrellas cinematográficas del mundo rompían a aplaudir ante el que se convertía en el gran adalid de la lucha ambiental.

El cambio climático dejó de ser una 'cosa de ecologistas' para comenzar a ocupar el papel que le correspondía a una crisis global de esas características. Pero, ¿qué ha pasado en estos diez años?

El mundo diez años después

Aceptemos la premisa y coincidamos en que todo esto cambió la conversación mundial. ¿Ha sido suficiente? ¿Sigue siendo actual la película diez años después? Y más allá del documental, ¿cómo está el mundo hoy por hoy?

Michael Mann, científico del clima en la Penn State University, está convencido de que "diez años más tarde, la película es tan relevante hoy como lo fue en aquel entonces y, en todo caso, más aún, dado que muchos de los cambios más perjudiciales, como el derretimiento del hielo en nuestro planeta, se han llevado a cabo incluso más rápido de lo previsto."

En los últimos diez años las temperaturas globales no han parado de subir. Nos encontramos en medio de la racha más larga de meses calurosos de la historia. El pasado abril fue el abril más cálido del registro; un récord que se ha repetido mes a mes desde hace más de medio año. Desde marzo sabemos que 2016 será el año más caluroso en siglos y la única esperanza que tenemos es que La Niña consiga refrigerar el mundo lo suficiente como para que los ecosistemas más sensibles puedan recuperarse.

Y no será fácil. Porque las acumulaciones de dióxido de carbono atmosférico exceden las 409 parte por millón, que según los expertos constituye el máximo absoluto en millones de años. Además, la mitad de la Gran barrera de Coral ya está muerta o a punto de morirse, mientras que estamos perdiendo todo el hielo del Ártico y el permafrost se descongela a marchas forzadas.

El cambio climático, además, cambia la distribución mundial de lluvias y las sequías. Por eso, mientras que en las últimas tres décadas la masa forestal ha crecido entre un 25 y un 50%, el avance de la desertificación hace que perdamos 24 mil millones de toneladas de suelo fértil cada año.

Por si fuera poco, estamos luchando por la biodiversidad a ciegas, sin datos y con escasísimos recursos. E incluso estrategias de conservación que están dando buenos resultados, como el ecoturismo, presentan problemas envenenados.

Como dice Mann, las cosas han avanzado más rápido de lo que esperábamos. Tanto que lo que sí ha cambiado es la pregunta que queremos responder. Ya no discutimos sobre si el ser humano tiene un papel en el cambio climático; ahora, en medio del 'periodo de las consecuencias' del que nos alertaba Al Gore, la cuestión central es cómo podemos contribuir a frenarlo.

Diez años después, el cambio climático ha dejado de ser 'una verdad íncomoda' y se ha convertido en 'el mayor reto de la humanidad'. Un reto que estamos perdiendo, pero aún podemos ganar.

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