Hace casi 56 millones de años, un brusco cambio climático recorrió la Tierra de una punta a la otra. Aquel ‘Máximo Térmico’ fue el quicio geológico que separó un Paleoceno terminal y el jovencísimo Eoceno. Alteró el funcionamiento de todo el planeta, provocó una extinción masiva y facilitó el nacimiento de los órdenes mamíferos actuales (incluidos nosotros, los primates).
Pero fue algo más. Durante años, hasta hoy mismo, fue un misterio. Nadie sabía cómo fue posible un pico término tan salvaje "casi" de repente. Durante años, se ha especulado mucho sobre volcanes, meteoritos o ciclos orbitales, pero ninguna teoría acaba de funcionar bien. Ahora tenemos una pieza fundamental.
Las nubes no son de algodón
“Hasta ahora”. Como explica Natalie Wolchover en Quanta Magazine, un nuevo modelo que acaba de publicar el California Institute of Technology en Nature Geoscience ha conseguido iluminar el problema de la forma más interesante que podríamos imaginar: desentrañando los mecanismos de las nubes.
Uno de esos pequeños milagros. Efectivamente, las nubes son uno de esos pequeños milagros a los que estamos demasiado acostumbrados. Bajo esa apariencia como de algodón de azúcar, hay un fenómeno muy difícil de modelizar porque depende de condiciones muy ligadas al contexto local donde se forman. El trabajo del Caltech es potente precisamente porque tiene una resolución nunca vista.
Adiós a las nubes Con ese modelo han simulado el comportamiento de las nubes (de los estratocúmulos, concretamente, que cubren una quinta parte de la superficie del océano y reflejan muchísima radiación solar) en un contexto de aumento del nivel de CO2 en la atmósfera.
Y el resultado es inquietantemente claro: cuando el nivel de CO2 es lo suficientemente alto, los estratos podrían desaparecer. Y, claro, la desaparición de nubes que cubren un 20% del mar no es inocua. Según los autores, conllevaría un aumento brusco de las temperaturas: unos 6 grados en un corto espacio de tiempo.
¿Cómo? ¿6 grados? ¿Nos debemos preocupar? Sí y no. El estudio nos da claves de lo que pasaría a partir de cierta concentración de CO2 en la atmósfera (1200 ppm) y de sus consecuencias potencialmente catastróficas. La "buena" noticia es que es poco probable que la civilización humana tal y como la conocemos aguantase hasta esas concentraciones de CO2.
Actualmente tenemos unos 410ppm y lo vivimos con preocupación. Es decir, la mayoría de climatólogos coinciden en que nuestra civilización (y el clima actual) colapsarán mucho antes de llegar a concentraciones que siquiera cercanas a los 1200 ppm. No son las consecuencias para nosotros lo que hacen este trabajo interesante.
La elusiva arquitectura de las nubes. El estudio es interesante porque nos ayuda a entender mejor a las nubes. Como señalan en Contra el Diluvio, buena parte de la variabilidad de los modelos climáticos actuales se debe precisamente a nuestro escaso conocimiento de los mecanismos de las nubes, aunque estas tengan un papel clave en la regulación térmica del planeta.
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