En la madrugada del 29 de abril de 2015, una barcaza con diez hombres armados se internó por la bocana del puerto de El Cuyo (Yucatán) y atacaron por sorpresa a los tres guardias que custodiaban un almacén frigorífico a las afueras de la población. Dentro de las naves no había drogas, ni obras de arte. Se guardaban tres toneladas y media de pepino de mar precocido y en proceso de deshidratación.
No es un hecho aislado. Pocos días más tarde, la policía federal encontró 17 toneladas de estos equinodermos en el Aeropuerto de Cancún y así podía seguir con un reguero de casos que llegan hasta nuestros días. En los últimos años, el tráfico de esta especie en peligro de extinción (cuyo precio puede alcanzar los 3.500 dólares el kilo) no ha hecho más que crecer hasta el punto que ya genera "más detenciones que el narco, el plagio y la extorsión juntos" en varios estados mexicanos.
Y eso que, en fin, no se trata de una especie especialmente agraciadas.
La fiebre del "oro negro"
Y es que el pepino de mar, un pariente cercano de las estrellas de mar y los erizos, goza de una altísima consideración culinaria en países como China donde, además, se cree que tiene numerosas propiedades culinarias y afrodisiacas. Es, sencillamente, una auténtica delicatessen mundial.
Y, como es esperable, eso tiene sus consecuencias. Hoy por hoy, hay dieciséis especies de pepino de mar en peligro crítico de extinción, siete en peligro de extinción y nueve en estado de vulnerabilidad, de acuerdo con la Unión Internacional para la Conservación y la Naturaleza. Todo ello por la extracción intensiva de holoturias en todo el mundo.
Una extracción intensiva hecha sin orden ni concierto. Porque, como señalaba Abigail Bennett, profesora adjunta de Pesca y Vida Silvestre en la Universidad Estatal de Michigan, “esta criatura pasó de ser solamente un gusano en el lecho marino que los buzos ignoraban por completo a convertirse en algo que llamaron ‘oro negro’ en tan solo un par de años”.
En cinco años, las capturas en el Yucatán pasaron de 260 toneladas métricas al año a solo 14. Pocos procesos de extinción impulsada por humanos ocurren en un periodo de tiempo tan corto. Y quizás lo más dramático es que las presiones de las redes internacionales no dan signos de contención.
De nuevo, el tráfico internacional
Sin ir más lejos, hace unos días, uno de los mayores contrabandistas de pepino de mar fue parado en la frontera norteamericana con 46 ejemplares mientras trataba de pasar la andando el control aduanero. Ya en 2017, la frontera entre México y EEUU se había convertido en un coladero de equinodermos vivos o deshidratados que trataban de pasarlos ocultos en los coches o en la ropa de los transeúntes. Y es un fenómeno que cada vez va a más.
Es decir, el tráfico internacional vuelve a hacer de las suyas. Lo hemos visto con el rinoceronte, lo hemos visto con los pangolín y también lo estamos viendo con el pepino de mar. Parece que va siendo hora de asumir que los mecanismos internacionales de control no funcionan todo lo bien que deberían y hace falta cambiarlos. De otra manera, no está claro cuánto tiempo podrá el mundo seguir manteniéndonos el ritmo.
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