Tipos de discos duros SSD: qué opciones hay en el mercado y cuál es mejor según el uso

Las unidades SSD tienen una serie de mejoras con respecto a los discos duros tradicionales o magnéticos (HDD) que los han hecho cada vez más populares y accesibles. No obstante, sigue habiendo distintos tipos y tamaños de SSD y no está de más dar un repaso sobre todo de cara a plantearnos su compra.

No es que sean algo especialmente reciente, pero los HDD aún tienen bastante presencia y ya vimos que giran bastantes mitos en torno a los SSD. Eso sí, como también decimos son cada vez más económicos y aunque la variedad que existe no es para perderse puede ser de utilidad saber qué nos conviene más según nuestro caso.

Unidad SATA o PCIe

Las unidades SSD SATA son quizás las más habituales al contar con más antigüedad, pero son totalmente válidos para ordenadores actuales especialmente si son portátiles. Esto es por sus dimensiones, ya que tienen 2,5 pulgadas de ancho, si bien conviene revisar también el grosor según dónde queramos instalarlo (normalmente entre 7 y 9 milímetros).

Las unidades SSD PCIe son más recientes y sobre todo más rápidas. Quizás las veamos en las especificaciones de ordenadores con las siglas NVME, que corresponden a Non-Volative Memory Express, una interfaz que ofrece una mejora del rendimiento con respecto a la de las unidades SATA y otros almacenamientos.

Además de esto hemos de tener en cuenta el conector M.2, el cual permitió que las unidades SSD pudiesen ocupar el espacio aproximado de un módulo de memoria RAM. Podemos encontrarlo tanto en unidades SATA como PCI Express, y para saber si nos conviene esto hemos de asegurarnos de que nuestra placa base dispone de las ranuras adecuadas.

Hablando del uso y no tanto de las posibilidades en cuestión de hardware, como hemos comentado las SSD PCIe son más rápidas. Las unidades SSD SATA más rápidas puede ir a unos 550 MB/segundo, mientras que las PCIe con NVMe pueden alcanzar los 3.000 MB/segundo.

Aunque esta velocidad no se nota en tareas básicas como la navegación web o las apps de ofimática (o incluso en algún juego que no sea exigente a nivel de recursos). Es por ello que si no vamos a realizar tareas que requieran rendimientos altos nos convendrá ir a lo más económico, que normalmente son las unidades SATA (pero no en todos los casos).

Aspectos a tener en cuenta en las unidades con conector M.2

El tamaño importa siempre y también en este caso, como ya hemos visto para las unidades de 2,5 pulgadas (no todas igual de gruesas). Hablando de este tipo de unidades podemos encontrarnos distintos tamaños, siendo la denominación ya una pista de las dimensiones:

  • 2242: 22 x 42 milímetros (ancho x largo) con interfaz SATA y PCIe x2. Un formato habitual para SSD de portátiles y mini-PC.
  • 2260: 22 x 60 milímetros (ancho x largo). Se usa en unidades con mayor velocidad y capacidad e interfaces de PCIe x4.
  • 2280: 22 x 80 milímetros (ancho x largo). Es quizás el tamaño más habitual, al menos hasta la aparición del siguiente que veremos. Suele estar en placas base ATX para ordenador de sobremesa, pero las vemos también en portátiles.
  • 22110: 22 x 110 milímetros (ancho x largo). Las más grandes, también las más rápidas en muchas ocasiones y del mismo modo las más caras. En este caso sí las vemos en placas ATX.

Yendo más al detalle de la conexión física podemos diferenciar tres tipos según esto:

  • B Key: son dos filas, una de seis contactos y otra más ancha. Suele verse en conexiones PCIe x2.
  • M Key: una fila más estrecha de cinco contactos y otra más ancha de entre 59 y 66 contactos. Usada en interfaz PCIe x4.
  • B & M Key: como cabe pensar, es una combinación de las dos. Tiene una fila de 5 contactos en la parte izquierda, una de seis a la derecha y dos ranuras que separan la zona central, siendo así compatible con las de tipo B y M simultáneamente y la conexión que vemos actualmente.

Aunque tiene casi más que ver con nuestra placa base, hablando del uso de las unidades M.2 están más orientadas a ser utilizadas más bien en ordenadores personales y no tanto servidores o Workstation, dado que por las tasas de escrituras y borrados su vida útil se podría reducir a semanas. Sobre todo en ultrabooks, al tener éstos menos espacio disponible para componentes.

MLC, TLC o SLC

Además de la interfaz y los conectores, podemos diferenciar las unidades en estado sólido según qué tecnología utilicen para almacenar la información. Las diferencias entre ellas se basan en cuántos bits es capaz de gestionar cada célula o celda de la unidad, habiendo tres tipos:

  • MLC: célula de multinivel. Tienen 2 bits por célula.
  • TLC: célula de triple nivel. Tienen 3 bits por célula.
  • SLC: célula de un solo nivel. Tienen 1 bit por célula.

La traducción de esto: nos importará de cara a la durabilidad. A mayor número de bits por célula, más riesgo de fallo. La tecnología más antigua es la de SLC, por lo que convendrá buscar que sean MLC o TLC, las cuales además tendrán un mejor empaquetamiento de datos.

Es un aspecto más específico y que no suele ser tampoco un motivo de decisión entre una unidad y otra hablando de un uso estándar. Para profesionales y usos más exigentes sí puede convenir una unidad con MLC, sobre todo si se trabaja con grandes cantidades de información, ya que así podremos evitar algún lag al moverlas de una ubicación a otra.

Capacidad

Como hemos visto en toda clase de memoria, por nueva que fuese la evolución en capacidad no tarda en producirse y en SSD ya se cuenta con un buen surtido. Según lo que necesitemos y el precio, nos convendrá tirar por una capacidad u otra:

  • 128 GB: es ya una capacidad limitada, no sólo por lo que cabe en ellos sino por tener rendimientos más lentos. No suele compensar con respecto a mayores capacidades económicamente, además.
  • 250 GB: éstas si dan para satisfacer un uso normal (para el sistema operativo, juegos y archivos personales) aunque sin poder estar muy cómodo si vamos a manejar grandes volúmenes de datos.
  • 500 GB: es quizás el tamaño óptimo si queremos estar tranquilos en cuanto a espacio disponible y no queremos tampoco ir a lo más caro.
  • 1, 2 ó 4 TB: para usuarios algo más exigentes, sobre todo si hablamos de grandes librerías multimedia de juegos o contenidos varios. Son más caros, especialmente los de 4 TB, que normalmente veremos más para un uso profesional y/o cuando el presupuesto no es un problema.

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