Teléfonos modulares y Project Ara: Google lanzó la piedra y ahora retira la mano

Google parece haber tirado la toalla con Ara definitivamente. Su proyecto de teléfono modular había capturado la imaginación de muchos usuarios, que lo veían como un proyecto tan ambicioso como prometedor a la hora de cambiar el concepto actual de smartphone.

El experimento de Google tenía como objetivo crear un smartphone modular con un amplio ecosistema de fabricantes que crearan todo tipo de componentes, pero los avances que se fueron realizando demostraron que la viabilidad económica del proyecto estaba en compromiso, sobre todo por cómo ha evolucionado el segmento de los dispositivos móviles.

El teléfono modular nunca lo fue del todo

Cuando Google fue avanzando en el desarrollo del proyecto dejó claro que su idea era la de ofrecer una especie de gran tienda de accesorios que funcionara de forma análoga a la de software: uno podría configurar su dispositivo a medida tanto en sus componentes hardware como en las aplicaciones que usaría a nivel software.

Aquella idea nunca fue del todo completa, ya que las últimas noticias que llegaron del proyecto Ara de Google dejaban claro que aunque había partes que efectivamente serían modulares -como la cámara o la batería- habría otras que no lo serían, como es el caso del SoC (CPU y GPU), memoria y pantalla.

Eso limita algunas de las opciones más importantes, y lo cierto es que también quita atractivo a una idea que se ve comprometida por la frenética evolución de estos dispositivos. Antes era difícil encontrar un smartphone que por 200 euros ofreciese prestaciones competentes en todos los ámbitos, pero las cosas han mejorado mucho y aunque temas como la fotografía móvil suelen ser claves en la diferenciación de gamas, cambiar de móvil y dar el salto a algo mejor en este apartado cada vez es más fácil (y barato).

Otros fabricantes tienen su propia apuesta modular

Google no es la única que estaba tratando de hacer cosas en este ámbito, y aunque otros proyectos son menos ambiciosos, lo cierto es que son realidades palpables hoy en día. Tenemos ejemplos evidentes en el Fairphone 2 y también en proyectos como PuzzlePhone que teóricamente debe estar a punto de lanzar su propuesta en este sentido.

Mucho más claros son productos de fabricantes de primera línea como el LG G5 que nos sorprendió con sus LG Friends y que le ofrece una salida a todos los que buscan esa capacidad de expansión que aunque limitada -el número de módulos disponibles es corto por ahora- puede ser muy interesante si la idea triunfa y el ecosistema comienza a funcionar.

Lo mismo podría decirse del Moto Z, un teléfono móvil del que hemos conocido un nuevo módulo fotográfico estos días y que también hace posible que añadamos una serie de módulos muy interesantes, aunque eso sí, nada baratos.

¿Un problema que no necesita solución?

La expectación que generan este tipo de productos no tiene por qué corresponderse -y de hecho, parece que no lo hace- con un éxito de ventas de los dispositivos y sus respectivos módulos.

Ni el LG G5 ni el Moto Z de Lenovo parecen haber atraído a un gran número de usuarios, o al menos no lo han hecho de forma clara por esa capacidad modular, y de hecho los módulos que han aparecido para uno y otro teléfono no parecen haber respondido a las expectativas que habían creado esas capacidades modulares.

Para muchos los teléfonos modulares solucionan un problema que en realidad no teníamos, y aunque la idea era interesante como concepto, a día de hoy su puesta en marcha es demasiado compleja y cara. La promesa de Google estaba convirtiéndose en llamativa pero solo reservada a los pudientes, algo que resulta difícil de vender cuando por un precio similar podemos tener teléfonos de la gama más alta armados hasta los dientes.

Google debe dejar de jugar con nuestras expectativas

El único problema aquí es que Google no solo ha invertido una buena cantidad de tiempo y dinero en este esfuerzo: si realmente cancela el proyecto o lo deja en segundo plano como apuntan todos los indicios habrá también provocado la pérdida de tiempo, dinero y esfuerzo de miles de desarrolladores y fabricantes que probablemente habían trabajado de forma paralela a Google para sacar partido a la idea en caso de que ésta se convirtiera en un producto comercial.

Es algo que como decía nuestro compañero Eduardo Archanco en Twitter no se le suele criticar lo suficiente a Google. Esos proyectos aspiracionales e innovadores generan mucha expectación, pero quizás deberían tenerlos más redondos y maduros antes de implicar a un montón de gente que mostraba interés y participaba en ellos activamente para luego dejarles abandonados.

Es cierto que esa forma de innovar tan participativa -"Ey, creemos que esto es el futuro, quieres ayudarnos a perfilarlo"- es muy llamativa, pero aquí Google quizás debería aprender (una vez más) la lección. A Google le encanta soñar y a nosotros también. El problema es que una y otra vez esos sueños en los que nos implica la compañía acaban quedándose solo en eso.

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