Ballmer gritaba. Lo hacía según cuentan de forma desesperada, elevando su voz por encima de las del resto del consejo directivo de Microsoft. Era el único que parecía verlo claro en aquella reunión de junio de 2013. Tenía que tener razón. Había que comprar Nokia.
Aquella defensa desesperada de la operación precipitó todo lo demás. La compra acabó realizándose, sí, pero Ballmer no seguiría mucho más en su puesto y de hecho un mes antes de la adquisición el que fuera CEO de Microsoft anunciaba su dimisión. Nadella tomó el relevo, y lo hizo con un lastre que probablemente él jamás hubiera querido cargar. Ahora se librará de él con una reestructuración que dejará en cuadro el negocio de hardware móviles de Microsoft.
Una rendición con un último capítulo pendiente
La empresa de Redmond no ganaba aparentemente demasiado con esa operación, y lo cierto es que Microsoft no parece haber estado nunca cómoda con la adquisición. Los dispositivos han aparecido con cuentagotas y no ha habido apenas renovación en una gama alta que pedía a gritos un protagonismo renovado. Los teóricos esfuerzos de la empresa por ganar socios en la fabricación se han quedado prácticamente en una anécdota, y la cuota de mercado de esta plataforma ha ido reduciéndose una y otra vez.
A Microsoft, claro, no le salían las cuentas: la división de fabricación de móviles parece (es, a juzgar por las pérdidas) un negocio ruinoso, sobre todo teniendo en cuenta que los iPhone de Apple mantienen su supremacía y que hagan lo que hagan los competidores todo parece dar igual. Que Samsung se saque de la manga una maravilla como el S6 no parece haberle servido de mucho, y el resto de competidores en Android tampoco pueden alcanzar el protagonismo que tiene la firma de Cupertino, que parece irá a más (nuevamente) con sus futuros smartphones.
Y si ellos no pueden con el iPhone -por separado, queremos decir-, mucho más difícil lo tiene una plataforma defendida virtualmente por un único fabricante, por muchos recursos que éste tenga. Windows Phone no ha logrado cuajar a pesar de sus aciertos -el Lumia 520 demostró que la gama baja ya no es lo que era y que se podían mirar las cosas con otra perspectiva-, y la sensación es que a Nadella, simplemente, se le han hinchado las narices. En su memo de ayer dejaba claras sus intenciones:
Estamos pasando de tener una estrategia en la que la idea es el crecimiento de un negocio autónomo de móviles a otra estrategia en la que la idea es el crecimiento y creación de un vibrante ecosistema Windows que incluye nuestra familia de dispositivos propios.
La reestructuración será enorme: Nadella explicaba que la mayoría de los 7.800 nuevos despidos -qué tragedia- afectarán a la división de móviles, que se verá reducida a la mínima expresión. Y sin embargo, hay al menos dos argumentos que me hacen resistirme a pensar que Microsoft ha firmado la rendición incodicional en móviles.
Windows 10 como tabla de salvación
Muchos creemos que Windows Phone ha sido una plataforma valiente que no ha tenido demasiada suerte -sobre todo con el apoyo de los desarrolladores-, y confiamos en que Windows 10 cambie el panorama para Microsoft en este terreno. Es mucho más un deseo que una certeza, y de hecho la aparición de Windows 10 y su disponibilidad en móviles de Microsoft es probablemente el último cartucho de Microsoft en el terreno de la movilidad.
Y es como decíamos, aunque el anuncio de Satya Nadella parece a priori una rendición, no tiene sentido que esta plataforma desaparezca de buenas a primeras. Hay demasiados recursos invertidos en esa idea de un Windows único, y entre todos ellos destaca especialmente esa demostración de lo que Continuum puede significar para el segmento de la movilidad. El móvil se convertirá en un PC de escritorio cuando lo necesitemos. Esa es una idea muy potente. Demasiado para desaprovecharla y tirarlo todo por la borda.
Nadella afirmaba en su mensaje que se centrarán en tres gamas de producto a partir de ahora: los móviles para usuarios empresariales, los móviles de gama baja y los móviles franquicia para los fans de Windows -como los dos que prepara de forma inminente, y que podrían ser su canto del cisne-. Aunque el primer segmento no parece tener tanto sentido -esos usuarios empresariales quieren básicamente un gama alta con el que poder trabajar y disfrutar- será interesante ver qué hace Microsoft finalmente con su catálogo, que dice Nadella "será más eficiente, con mejores productos y mejor velocidad de llegada al mercado".
Aquí Microsoft sigue teniendo las dos grandes referencias en las que fijarse. No parece que siga el modelo de Apple, ya que entre otras cosas licenciará gratuitamente su sistema operativo móvil a cualquier fabricante que desee apostar por él. Parece más factible pensar en una Microsoft que con esos reducidos recursos fabricará algo así como su propia familia de dispositivos Nexus: móviles que venderá, sí, pero que en realidad servirán como guía de referencia para que cualquier fabricante pueda partir de esos modelos. Sus Surface móviles, vaya, una idea que parece mucho más del agrado de Nadella que la de contar con el gran número de Lumias actuales.
Un argumento poderoso que defiende esa última teoría es la del capital humano con el que contará Microsoft. Para cuando acabe esta ronda de despidos Microsoft se habrá quedado con unos 5.000 empleados de la división móvil, un 20% de lo que tenía cuando adquirió esa división de Nokia.
No queda claro cómo logrará convencer a otros fabricantes de que apoyen su plataforma, pero quizás desmarcarse como principal fabricante de móviles basados en Windows (Phone) logre tranquilizar a esos fabricantes. Y quizás esos mismos fabricantes estén hartos de depender de Google. Ninguna de estas dos ideas parecen ser especialmente contundentes por la sencilla razón de que es en Android donde hoy en día hay volumen y negocio para dichos fabricantes.
¿Una retirada a tiempo es una victoria?
Muchos medios hablaban de la decisión de ayer como una sentencia de muerte para Windows Phone y para el futuro Windows 10 en móviles. Personalmente creo que Microsoft sí quiere agotar ese cartucho de la convergencia antes de retirarse por completo de ese mercado: convertir tu smartphone en un PC es algo que podría convencer sobre todo a usuarios empresariales y que podría darle aire a la plataforma durante algún tiempo.
Y sin embargo, la clave volverá a estar probablemente en los desarrolladores. La posibilidad de trasladar aplicaciones de iOS o Android de forma relativamente sencilla podría mejorar notablemente el catálogo de aplicaciones de Windows Phone, pero también lo hará el hecho de que cualquier aplicación de Windows para PCs y portátiles podrá utilizarse (si el desarrollador aprovecha los recursos que Microsoft le ofrece) en un smartphone: esa tienda única de aplicaciones debería también favorecer el interés de esos desarrolladores.
Pero por supuesto, Microsoft tendrá que ganar dinero con esos terminales, algo que podría conseguirse con una vertiente defendida por Microsoft en estos últimos tiempos: la de pasar a un modelo SaaS en el que los usuarios pagan suscripciones a servicios como Office o OneDrive.
En este punto es donde Microsoft está haciendo movimientos muy interesantes: hace tiempo que la empresa de Redmond se ha "infiltrado" como proveedor de aplicaciones y servicios para sus teóricos rivales. Office es el ejemplo perfecto de ello, pero también lo son sus anuncios en el segmento de las aplicaciones productividad personal para iOS y Android -o, atención, Cortana- en las que están demostrando tener mucho que decir.
Si su apuesta por Windows 10 en móviles fracasa, si el hardware no funciona -y el propio Nadella ha dejado claro que esta es una rendición a medio plazo-, Microsoft podrá refugiarse en su filosofía original: nosotros hacemos software.
¿Gritó Ballmer ayer de nuevo? Probablemente.
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