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En defensa de los móviles pequeños

En los años noventa, los teléfonos móviles eran gigantes. Todavía quedaba camino por recorrer en cuanto a miniaturización, y los primeros 2000 supusieron muchos avances en ese sentido, con teléfonos cada vez más pequeños, y por tanto más ligeros y manejables. El auge posterior de los móviles con cámara y ciertas capacidades multimedia les hizo crecer nuevamente de tamaño para poder aprovechar mejor esas nuevas posibilidades.

La llegada de iOS y Android, y su evolución hasta hoy, ha ido de la mano de terminales con pantallas táctiles cada vez más grandes, ya que se ha perdido el sentido de volver a buscar la manejabilidad de 2002-2005, cuando era muy frecuente encontrar muchos teléfonos de menos de ocho centímetros de altura. El estándar actual ronda los dieciséis.

Un concepto que escasea

El aumento del tamaño promedio de nuestros teléfonos es tan comprensible como evidente resulta que los que primamos móviles manejables nos hemos quedado vendidos. La era de los teléfonos sin marcos, arrancada por Essential (DEP) tres años atrás, no sirvió para mantener los tamaños que primaban entonces en el mercado y aumentar la diagonal de las pantallas. Sirvió para dejar los teléfonos igual de grandes o incluso más, y aumentar mucho el tamaño de los paneles.

El resultado, el que conocemos: que las pantallas de entre 5 y 5,5 pulgadas pasen a ser consideradas "pequeñas" y que el tamaño de los teléfonos se haya disparado aún más en los últimos años. La tendencia ya era alcista desde 2004, pero en los últimos tres años, encontrar smartphones por debajo de 14 centímetros de altura se ha complicado. Si además queremos que sea de gama alta o media-alta, buena suerte y hasta luego, que diría Calamaro.

Yo mismo caí en los encantos de los móviles enormes hace unos años. Su batería, más duradera que la de los pequeños; su buena experiencia multimedia y el hecho de que las características diferenciales solían encontrarse únicamente en ellos (lentes múltiples, modos retrato, etc) fueron un peaje satisfactorio para perder la manejabilidad de antaño.

Salvo honrosas excepciones, los teléfonos compactos han quedado relegados a los de gama de entrada

Sin embargo, la batería de modelos pequeños (o lo que antes era grande y ahora se considera pequeño) suele ser suficiente, como mínimo, para llegar al final del día sin pasar por un enchufe. Y por otro lado, ahora que el entusiasmo por los smartphones ya ha disminuido y nos hemos acostumbrado a ellos, quizás sea buen momento para asumir que tal vez no sea tan habitual lo de ver películas en ellos, razón esgrimida a menudo para justificar elecciones de modelos gigantes; que para eso están las teles, o en viajes largos, las tablets; y que los vídeos que solemos ver en los móviles son más de perfil YouTube que fílmicos.

O no, por supuesto, cada uno tiene sus razones. Pero más allá de que el mercado haya hablado bien claro y los fabricantes hagan lo que es mejor para sus balances -faltaría más-, me niego a creer que solo somos cuatro gatos los que queremos un teléfono de gama alta, sin compromisos -o los justos- y que podamos manejar a una mano.

Teléfonos de 13, 14 centímetros de altura como mucho, que solo se diferencien de los gigantes por su tamaño, pero mantengan sus capacidades. Nada de procesadores dos peldaños por debajo. Nada de cámaras dignas de un gama media. Nada de diseños de hace cinco años. Nada de pantallas rácanas.

Es comprensible que la miniaturización al nivel de meter muchos componentes en teléfonos pequeños complique la ecuación. Al fin y al cabo, los teléfonos más grandes no solo permiten pantallas mayores, también dan más espacio para meter circuitería. Pero si no puede llegar el equivalente a un móvil XL, al menos que se le parezca, y que se tomen los compromisos justos.

Compromisos a una mano

Imagen: LukeW.

A menudo vivo situaciones en las que me reconozco a mí mismo que ojalá volviésemos a la época en la que los teléfonos manejables a una mano eran costumbre. Al menos como alternativa a los que hoy dominan el mercado. Al ir caminando por la calle, al usar el transporte público, al tener que usar el teléfono con algo en la otra mano, como un café o un paraguas. Situaciones en las que manejar un móvil con una sola mano, sin requerir la otra, se agradece.

Por otro lado, hemos llegado a 2020 con cierta corriente de pensamiento que se ha ido instalando en la mente de algunos usuarios (me incluyo): los teléfonos móviles se han convertido en elementos de distracción permanente, en agujeros negros para nuestra atención y concentración. Cercenar su tamaño podría ser otra forma de hacer que sintamos menos devoción por ellos y limitemos inconscientemente su uso, exactamente lo opuesto a lo que ha ocurrido en los últimos años.

Otros demográficos y colectivos también podrían beneficiarse de teléfonos que les dan lo que piden (gama alta, por qué no) a tamaños que les facilitan la vida. Los invidentes, por ejemplo, que usan sus móviles con herramientas de accesibilidad y a quienes el tamaño de pantalla les da igual... pero no que las actualizaciones del terminal dejen de llegar tras un suspiro. O las personas con algún tipo de discapacidad motriz y para quienes la manejabilidad a una mano puede ser más que un capricho, puede ser la diferencia entre ser capaz de usar su teléfono, o no.

El problema para los amantes de los teléfonos compactos: plataformas y aplicaciones se han adaptado demasiado bien a un mundo con móviles gigantes

Si bien es cierto que este último auge de los móviles cada vez más altos también ha supuesto móviles más estrechos por el cambio a proporciones de 18:9 o 19:9, el aumento de las diagonales de pantalla al usar (casi) todo el frontal disponible ha minimizado el efecto que esa reducción del ancho podría haber tenido.

Soy consciente de que vivimos en un mundo en el que los móviles compactos no tienen retorno a medio plazo, y de que las aplicaciones que dan sentido a los teléfonos se han adaptado a esos nuevos tamaños haciendo aún más complicada la vuelta a la manejabilidad. Seguiré soñando, y de la misma forma que el vinilo terminó volviendo en la era del streaming o que los fabricantes de videoconsolas han hecho su agosto dejándonos jugar de nuevo a títulos de hace 30 años, en algún punto habrá cierta tendencia de mercado que justifique volver a poner atención en terminales compactos. Mientras tanto, nos conformaremos con lo que algunos fabricantes siguen lanzando de vez en cuando.

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