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Android P empieza su andadura, pero puede que nunca lo veas en tu móvil actual

Hace exactamente 200 días que se lanzó Android Oreo. Aquel 21 de agosto de 2017 la nueva versión estable y final del sistema operativo de Google se distribuía entre los móviles compatibles. Doscientos días después (6 meses y 16 días) su cuota de mercado es de un 1,1%.

Es un dato terrible, pero no es nuevo. La fragmentación en Android sigue presente, y el problema volverá a repetirse con Android P, que lleva unas horas disponible en versión beta y que dentro de un año probablemente no tenga una cuota muy distinta de la que tiene hoy Android Oreo. ¿Cómo es posible?

Un panorama desolador

El análisis de las cuotas de mercado de las distinas versiones de Android es desolador: actualmente uno de cada tres dispositivos Android están basados en Android Lollipop 5.0 (que apareció en noviembre de 2014) o inferior. Uno de cada tres, insistimos.

Es cierto que no disponer de la última versión de Android no es ya tan crítico para la experiencia de usuario: las novedades que introduce Android P son interesantes, pero en Google se han ido encargando de que buena parte de los componentes del sistema operativo acaben fuera de esas actualizaciones.

Las aplicaciones y servicios Android que antes se actualizaban de forma conjunta con cada nueva versión de Android ahora se actualizan con mayor frecuencia y de forma independiente a esas grandes versiones de Android. Eso reduce el impacto de la fragmentación, pero lo cierto es que a día de hoy nos seguimos preguntando cómo es posible que las actualizaciones sigan tardando tanto en llegar. ¿Quién tiene la culpa?

Los fabricantes y sus prioridades

Ese maravilloso mundo de alternativas que ofrece Android, con móviles de todos los colores y sabores, es precisamente el obstáculo para unas actualizaciones que deberían llegar más rápido.

De hecho aquí las odiosas comparaciones son inevitables: el ritmo de actualización de las nuevas versiones de iOS en iPhones e iPads es envidiable, pero es que el control absoluto que Apple tiene sobre sus dispositivos simplifica mucho esa tarea. En el segmento Android hay muchas partes implicadas:

  1. Google: gestiona el código de Android y es la que decide qué novedades entran o no en cada versión, pero una vez termina ese trabajo, el testigo pasa a manos de otros muchos implicados en esa cadena.
  2. Fabricantes de chips: los Qualcomm, MediaTek, Samsung e Intel de turno deben trabajar para asegurarse de que esa nueva versión de Android es compatible con sus chipsets y procesadores.
  3. OEMs: los fabricantes de móviles son los que en última instancia deben comprobar que ese nuevo código es compatible con sus dispositivos, algo que es especialmente delicado porque aunque cada componente del teléfono sea teóricamente compatible, su trabajo conjunto puede hacer aparecer conflictos. A estos fabricantes les surge otro problema específico de ellos que tiene relevancia propia.
  4. Capas de personalización: estas modificaciones de la experiencia de usuario a nivel visual y funcional también hacen que adoptar nuevas versiones de Android sea complicado. Los fabricantes no solo cambian el aspecto de la interfaz (aunque cada vez son menos radicales en eso), sino que también añaden características y aplicaciones propias (o bloquean otras no suyas). Si a eso le añadimos la inclusión de ciertas opciones hardware específicas de estos dispositivos (pantallas curvas, reconocimiento facial o de iris, etc) la complejidad se acentúa.

A esos cuatro grandes factores les podríamos añadir otros como el impacto de las operadoras, pero hay otro aspecto evidente que se suma a todos los demás y lo hace de forma contundente: tiempo y recursos.

Los fabricantes deben invertir ese tiempo y esos recursos para hacer compatibles sus "antiguos" dispositivos con esas actualizaciones, algo que desvía todo ese tiempo y recursos de lo que a los fabricantes les interesa, que es seguir vendiendo dispositivos. Y para seguir vendiendo, tienen que desarrollar nuevos modelos más atractivos y competitivos. Y para hacerlo, tienen que dedicar muchos recursos.

¿Dónde está el equilibrio entre no descuidar tu catálogo y comunidad de usuarios existente y mantener la evolución de tus productos? Es una pregunta con trampa, porque ese equilibrio es casi imposible de alcanzar al ritmo al que se mueve la telefonía: o descuidas uno, parece, o descuidas el otro. Y todos los fabricantes, en mayor o menor medida, están descuidando las actualizaciones, algo que tiene como resultado ese desolador panorama de fragmentación del que hablábamos.

Project Treble al rescate (o no)

Google sabe que existe un problema en este sentido, y lleva tiempo tratando de ofrecer soluciones. Sus propias familias de dispositivos (Nexus, Pixel) parecen más un ejemplo de lo que se puede llegar a hacer con esta plataforma que un competidor real (en ventas) de los grandes protagonistas del mercado.

Estos productos son perfectos para poder ir probandolas últimas versiones de Android según aparecen, pero ni siquiera ese soporte es eterno en ellos: en Android P, por ejemplo, decimos adiós al soporte oficial de los Nexus 5X, 6P o incluso el tablet Pixel C.

Lo que sí que hay es un esfuerzo para facilitar esas actualizaciones a otros fabricantes. Project Treble es según Google el mayor cambio a la arquitectura Android de bajo nivel hasta la fecha.

La reorganización de esa arquitectura hace que precisamente el reto sea evitar los cuellos de botella que se producen en el proceso desde que Google lanza una nueva versión de Android y hasta que llega al usuario final. Los pasos se simplifican, y por ejemplo se separa la implementación de bajo nivel de los controladores de chipsets para reducir esos tiempos de acceso a las actualizaciones.

Los dispositivos que lleguen con Android 8.0 Oreo contarán con soporte directo de Treble, mientras que algunos fabricantes lo han integrado en ciertos modelos (Essential PH-1, HTC U11 Plus, Huawei Mate 9/10 Pro, Sony Xperia XZ1/XZ1 Compact, Honor V10, Huawei P10/P10 Plus entre otros).

También tenemos programas como Android One —diferente, cuidado, de Android Go—, una versión casi pura de la plataforma Google que apenas permite modificaciones por parte del OEM o la operadora. Eso facilita que a estos dispositivos (el Xiaomi Mi A1 es uno de los ejemplos más claros) se actualicen más rápidamente a nuevas versiones de Android, y aunque los problemas no desaparecen, las cosas teóricamente deberían mejorar.

La esperanza, por supuesto, es que Treble acelere el acceso a unas actualizaciones que hoy se nos escapan a la mayoría de los usuarios. No es probable que veamos resultados a corto plazo: la cuota de Oreo es mínima, y tardaremos en verla crecer de forma significativa.

No obstante, es un buen punto de partida, y solo queda esperar que efectivamente este sea el principio de la solución definitiva a un problema que sin ser crítico —Android está lo suficientemente maduro para que sus versiones "antiguas" sean realmente estupendas— sí que lastra la adopción de novedades y el acceso a nuevas oportunidades tanto por parte de los desarrolladores como de los usuarios.

En Xataka Android | Android P Developer Preview: todas las novedades de la próxima gran actualización de Android

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