'Linux es un cáncer' es una de las frases más recordadas de Steve Ballmer. Hubo más, desde luego pero aquella viene ahora a la mente de muchos usuarios cuando ahora hablamos de Microsoft y su sorprendente idilio actual con Linux y el Open Source.
Mucho ha cambiado el cuento desde aquellas declaraciones: cuando Satya Nadella recogió el testigo de Ballmer en 2014 comenzó a plantear muchos cambios. El más radical ha logrado hacer que Linux y el Open Source hayan pasado a ser pilares de la estrategia de Microsoft, aunque la empresa tiene aquí dos caras: una, la más conocida y que demuestre ese amor por Linux. La otra, menos explorada, es la de la Microsoft de siempre: esa en la que el software propietario sigue siendo dueño y señor de su estrategia final.
Donde dije digo digo Diego
El 1 de junio de 2001 Ballmer aparecía en una entrevista en el Chicago Sun-Times sacando pecho. Se le daba muy bien hacerlo: apenas un año antes se había convertido en el segundo CEO de la historia de Microsoft al sustituir a un habitualmente mucho más moderado Bill Gates.
En aquella entrevista, ahora desaparecida de los archivos de aquel diario —ni la Internet Archive Wayback Machine es capaz de recuperarlo— Ballmer dio un titularazo. Uno que es raro escuchar actualmente a muchos líderes (menos mal que tenemos a Elon) y que dejaba clara la postura del que dirigía la mayor empresa tecnológica del planeta. "Linux es un cáncer".
Aquello fue muy comentado en sitios como Slashdot. Las redes sociales ni estaban ni se las esperaba, y aquel sitio web era uno de los claros focos del debate tecnológico entre usuarios de distintas preferencias.
Para Linux aquello representó todo un impulso publicitario, y las empresas que comenzaban a aprovechar sus virtudes hicieron bien en amplificar el mensaje. Red Hat creó un fantástico vídeo promocional en el que adaptó el mensaje que algunos atribuyen a Gandhi pero que por lo visto él nunca dijo. Las célebres palabras "Primero te ignoran, luego se ríen de ti, luego luchan contigo, luego ganas". El resultado, como se puede ver en el vídeo, es fantástico:
Lo cierto es que por entonces la cuota de mercado de Linux era aún más reducida de la que ha acabado teniendo. El crecimiento de Linux y el Open Source en el ámbito de los servidores o la supercomputación se produciría de forma clara a partir de esos años, y el auge de internet primero y de los móviles después —recordemos, todos llevamos un pedacito de Linux en nuestros móviles Android— lo llevarían a donde está hoy. Sigue sin ser el año de Linux en el escritorio, pero es evidente que en muchos otros escenarios su presencia es brutal.
En realidad sí que este 2020 es un poco el año de Linux en el escritorio. La culpa no es de Linux, como veremos, sino de Microsoft, que se ha empeñado en conquistar a los desarrolladores Open Source y les ofrece una integración de Linux en Windows 10 sorprendente y totalmente funcional.
Del odio al amor solo va un paso (o en este caso, un CEO)
Ballmer jamás se arrepintió de sus palabras durante su periodo al frente de Microsoft. Aquel CEO tuvo que retractarse (un poco) justo después. En marzo de 2016 participó en una cena organizada por la revista Fortune e indicó que aquella postura era la correcta en aquel momento, pero también destacaba que la amenaza que Linux representaba "está ahora en el espejo retrovisor".
De hecho Ballmer afirmaba que "la empresa ganó un montón de dinero luchando muy bien en esa batalla". para Microsoft, destacaba, era clave mantener su posición con su sistema operativo Windows.
Ahora corrían otros tiempos, y de hecho se acababa de anunciar un paso importante que acercaba Linux a Microsoft: la publicación de una versión de Microsoft SQL Server para Linux. Uno de los directivos de Microsoft afirmaba recientemente que su empresa se había puesto "del lado equivocado de la historia" con aquella postura.
Aquello consolidaba una trayectoria que cambió desde el mismo momento en que Satya Nadella asumió el control de la empresa. La nube y los desarrolladores se convirtieron en parte fundamental de la estrategia de este directivo, y Linux era clave en ambos.
La integración de Linux en Azure fue total, y pronto Microsoft comenzó a anunciar pasos que consolidaban ese idilio con Linux. Cuando no compraba empresas (Xamarin, GitHub) cedía patentes, y cuando no hacía eso atraía al mundo linuxero con iniciativas como las que hacían que liberaba ciertos proyectos publicándolos bajo licencias Open Source.
Por si eso no fuera suficiente, metió a Linux de lleno dentro de Windows 10 con WSL (y ahora con WSL 2) permitiendo ejecutar consolas de diversas distribuciones (y pronto aplicaciones Linux con su GUI) directamente desde el escritorio de su sistema operativo.
Todas esas decisiones que parecían impensables hace años han resultado hacerse realidad, y todo hace pensar que Microsoft no aflojará el ritmo: la estrategia le está funcionando de forma excepcional, y la percepción ha cambiado de forma notable: Microsoft ya no es la empresa a la que todos odian, aunque en eso también influya el hecho de que su dominio del mercado del PC ya no es tan relevante porque el PC ha quedado ensombrecido por el móvil.
Y sin embargo, no todo es de color de rosa.
Microsoft ama el Open Source, pero solo cuando le interesa
Muchos son los movimientos que Microsoft ha hecho para impulsar el uso de Linux y de software Open Source, pero esa estrategia tiene una lógica aplastante: con ella Microsoft ha reforzado sus servicios y se ha ganado el favor de muchos desarrolladores.
Facilitar el trabajo de todos ellos desde la plataforma Windows o sabiendo que las barreras han desaparecido en muchos casos es desde luego una buena noticia, pero la postura de Microsoft es tan interesada como la de otras muchas empresas que presumen de usar o incluso liberar proyectos software propios.
Así, en Microsoft ha habido claramente mucho bueno de lo que hablar, pero se han cuidado mucho de que no se hable tanto de lo malo (o lo menos bueno). Hay muchos casos criticables, pero uno de los más recientes es el de Windows 7, un sistema operativo cuyo ciclo de vida ha terminado y que Microsoft ya no soporta oficialmente salvo por parches específicos y muy aislados.
La Electronic Frontier Foundation tuvo una idea singular al respecto: si Microsoft ya no quiere dedicar recursos al sistema operativo, ¿por qué no publicar su código con licencia Open Source? Eso permitiría que la comunidad de usuarios se encargara de mantenerlo.
En Microsoft ni siquiera parecen haber considerado la cuestión a pesar de que hubo más de 13.000 personas que la apoyaron, y este organismo criticaba abiertamente cómo en la última Microsoft Build (virtual) la empresa volvía a usar "mensajes mixtos sobre la libertad".
Adoptar, extender y extinguir
Algunos analistas muy críticos también destacaban hace años que Microsoft es como esas parejas que abusan en este caso de Linux, y afirman que aquí lo que está ocurriendo no es que Microsoft ame Linux, sino que "lo necesita desesperadamente".
Los conocidos como los "documentos Halloween" que Eric S. Raymond filtró y publicó en 1998 dejaban clara la agresiva estrategia de Microsoft en aquella época. El cambio de actitud es un lógico cambio interesado, y aunque Microsoft desde luego ha sorprendido en muchos casos, también ha decepcionado en otros.
Sorprende por ejemplo algo tan básico como su eterna negativa a ofrecer una versión nativa de su suite ofimática Office en Linux. Es posible usar Office 365 desde el navegador, pero no instalar esas aplicaciones en estas distribuciones, y la rivalidad con las suites ofimáticas abiertas (OpenOffice.org y LibreOffice, sobre todo) y con los formatos abiertos de documentos es tan notable que la guerra entre ambas alternativas ha sido larga y sus ramificaciones se extienden a nuestros días: Microsoft no pone fácil trabajar con sus formatos de documentos a otras suites, que son las que se deben adaptar a esos formatos convertidos en estándares de facto.
Para parte de la comunidad de usuarios esto no es más que la Microsoft de toda la vida disfrazada de otra cosa. La célebre estrategia EEE de la compañía ('Embrace, Extend and Extinguish' o 'adoptar, extender y extinguir') describe cómo vencer a un rival de una forma sutil: no enfrentándose abiertamente a él (como hizo Ballmer) sino adoptando esas tecnologías, implementarlas y apoyarlas y luego hacer que se extingan a través de modificaciones a esas tecnologías que acaban siendo propietarias o acaban estando controladas de facto por Microsoft.
Es una técnica que no solo utiliza Microsoft, por supuesto. Se ha acusado a Google de hacer lo mismo con los estándares web o con los móviles —Android será muy abierto según algunos (no lo es), pero mirad lo que está ocurriendo con Huawei—, y aquí la empresa de Redmond desde luego sigue dando pasos que justifican esa crítica.
Uno de los últimos lo ha protagonizado la herramienta Windows Package Manager (WinGet) que Microsoft presentó en su BUILD 2020. Este nuevo sistema de paquetes se asemeja al APT de las distribuciones Debian y derivadas como Ubuntu, pero también se parece mucho a AppGet, un desarrollo de un programador llamado Keivan Beigi que se quejó precisamente de cómo Microsoft supuestamente se aprovechó de su trabajo.
Igual todo esto son imaginaciones, por supuesto. Uno se lo plantea cuando incluso Linus Torvalds dice no estar preocupado por si Microsoft se acaba apoderando de Linux. Si él lo dice, podemos estar tranquilos.
¿No?*
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